Mi lugar en ti
Me creí indigna,
me creí insuficiente,
poca cosa,
rara cosa…
qué sé yo.
Y te conocí:
un Monte Olimpo,
un salón de la fama donde no había lugar
para alguien como yo.
Pero… ¿y si ese lugar estuviera esperando por mí?,
me pregunté.
Y nunca más volví a renunciar a ti.
Eres mi sueño más vivo,
aquel al que no he renunciado;
eres el amor platónico,
la pasión que no me deja dormir por las noches.
Te vi como posible,
y luché por ti.
Me esforcé,
me lancé,
y fallé.
Los demás se burlaron de mí,
mis padres me miraron con algo parecido a la lástima,
quizás impotencia,
quizás desesperanza.
Pero seguí.
Seguí por ti.
Porque sentí que mi lugar estaba en ti,
porque en ti vi lo que nadie más me dio la oportunidad de ser.
Y sabía que no era fácil,
que si lo era,
sería tan fácil como trazar mi propia constelación en el cielo.
No renuncié a ti.
Y justo cuando pensé que solo te tenía en mi cabeza,
por inercia,
te vi.
Te vi enfrentando a quien se creyó imparable,
te vi genuino,
te vi poderoso.
Y supe que eras diferente
a todos los otros que, con razón,
temieron y se escondieron.
Supe que valía la pena luchar por ti,
a como diera lugar.
Me inspiraste,
me llamaste,
y aunque todo parecía imposible,
luché por ti.
Pero tal vez la vida tiene otros planes.
Tal vez, después de todo,
fui el Ícaro de esta historia.
Tal vez solo eras una muestra
de que no todo se alcanza.
Aun así,
me gustaría que me dieras una señal,
que me dijeras que pertenezco a ti,
porque para mí,
mi lugar siempre ha estado en ti.