Guardián: el renacimiento de Saturno

Capítulo 12

La noche de aquel veinticuatro de octubre de 2148, en el restaurante de Monsieur Cordier, los cocineros iniciaban su labor como de costumbre: Órdenes entraban y se entregaban sin parar, comensales hambrientos y con ganas de degustar los platillos y postres más exquisitos de París, deseosos de sentir una deliciosa copa de vino en sus paladares. 

Aquellos cocineros expertos en su arte corrían al interior de la cocina, y con ayuda de su chef líder, Mr. Cordier, sentían que cumplían sus funciones con entera ligereza. 

Al mismo tiempo que en el restaurante se llevaba a cabo todo un caos paradisíaco según sus empleados, para complacer a los comensales más exigentes de toda la capital francesa con aquellos platillos que hicieron famoso dicho lugar, a la distancia, los guardianes se preparaban para sobrevolar la ciudad en busca de Ermor y atraerlo al planeta rojo. 

Silvain miraba cada esquina y cada azotea detalladamente, buscando a su enemigo amante de las sombras y la miseria. El guardián supremo de Treocia ignoraba que, su antiguo lugar de trabajo, era el blanco perfecto para iniciar una guerra entre los errantes de la era oscura y los guardianes de Saturno. 

Ermor sabía que si atacaba aquel lugar, provocaría la ira de Silvain. Pues, estaba enterado de que el gobernante treociano tenía un vínculo sentimental con el restaurante por haber trabajado allí durante varios años de su vida como humano. 

El terrible logró conseguir esa información gracias a la mujer que en cierto modo era parte de sus secuaces: Claudine. 

La mujer quería vengar lo que los guardianes le hicieron a su familia hace más de un siglo atrás, deseaba ver la sangre de Silvain derramarse ante los pies de Ermor, anhelaba con desesperación que arrebataran a Dione de su esposo de la manera más cruel, y que luego, la asesinaran de la misma forma que ella lo hizo con Constantin Dubois aquella noche caótica en el 2018. 

Los parisinos ignoraban el peligro que estaban corriendo esa noche, ¿Pero qué podían hacer contra un ser de otro mundo? ¡Nada! Solo refugiarse en quienes hace tiempo los salvaron. 

Los guardianes seguían buscando alguna pista de Ermor o de sus súbditos. Mientras que, estos se dirigían al restaurante. Allí todavía reinaba la paz y solo se escuchaban las risas de aquellos que compartían un rato agradable entre amigos y familiares. 

Cuando el reloj marcó las diez de la noche, los últimos comensales abandonaron el lugar. En ese momento, monsieur Cordier le ordenó a Xavier encargarse de cerrar el restaurante mientras los demás terminaban de limpiar y organizar la cocina. 

Xavier caminó hasta la entrada y aseguró la enorme puerta. Por medio del cristal que esta tenía, el hombre pudo divisar a dos extraños sujetos; uno era un esqueleto envuelto en vendajes y portaba una enorme espada, era Raidel, mientras que el otro era un ser extremadamente horrible ante los ojos de Xavier. A pesar de que Noslen ocultaba su rostro, la presencia del secuaz de Ermor era suficiente para aterrorizar a quien lo viera. En lugar de manos, tenía dos hojas metálicas y puntiagudas, muy filosas, algo similares a una daga. 

—¡Oigan! —gritó horrorizado llamando la atención de los demás. 

Sus compañeros corrieron a ver qué pasaba, pensando que algún delincuente había ingresado al lugar para asaltarlos. 

—Tienen que ver esto, no creo ser el único que los ve. 

Xavier insistió tanto en que sus compañeros vieran a los súbditos de Ermor parados al otro lado de la carretera. Estupefactos, observaban a los oscuros. Pero, lo que más les causó pavor fue cuando Ermor descendió lentamente ubicándose delante de ellos, mirando hacia el restaurante.

—¿Quiénes son ellos? —preguntó Xavier.

A lo que André contestó con otro interrogante —¿Qué son ellos? 

—¡Vienen hacia nosotros! ¡Rápido! —gritó Xavier —¡A la cocina! 

Los cocineros corrieron hacia la cocina, pero en medio del salón de comensales, André perdió el equilibrio y cayó boca abajo en el piso. Intentó ponerse de pie para alcanzar al grupo, pero cuando quiso hacerlo, las puertas del restaurante volaron en pedazos y Ermor ingresó al lugar seguido de sus soldados. 

—Saturno —susurraba el demonio,provocando un terror inigualable al cocinero. 

André se arrastraba huyendo despavorido, intentaba alcanzar la puerta. Por un momento volteó y pudo divisar a los demás asomados por las pequeñas ventanitas de la puerta de la cocina. 

—¡Salgan de aquí! —gritaba André con desesperación. Se había resignado a perder la vida ante aquel extraño ser pálido de apariencia esquelética y restos de cabello largo y en mal estado. 

—Saturno —Ermor seguía susurrando cada vez más fuerte. 

—¿Saturno? —André frunció el ceño —¿Qué quieres decir con eso? 

—¿Dónde está Saturno? —cuestionó Ermor levantando su espada, ubicando la punta hacia abajo y alineándola con el pecho del cocinero.  

De pronto, los secuaces de Ermor salieron disparados chocando contra la pared. André miraba a todas partes preguntándose qué había ocasionado aquello. Allí, escuchó una voz la cual reconoció al instante. 

—¡Deja al humano en paz, Ermor! 




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