Guardiana de la noche

PREFACIO

La niña se ha soltado del brazo de su madre. Su ángel guardián, ese que tiene desde los tres años, sólo la mira.

Es verano y el calor es insoportable; la gente hace filas larguísimas en la heladería para refrescarse mientras los niños esperan jugando en el parque de enfrente. No hay niño que no se resista a columpiarse o a jugar a las atrapadas, y la pequeña Mónica no es la excepción. Corrió hacia el parque con rapidez. Su madre, que minutos antes la tenía sujeta del brazo, observa como su hija de diez años atraviesa la calle para llegar a su destino.

Su ángel guardián comienza a ponerle más atención a Mónica. Algo no anda bien, la luz que sale de ella no es del color normal que él está acostumbrado a verle: es de un amarillo muy brillante para el ángel e invisible para los demás. Sabe que ese color es un mal augurio. Tantos años no han pasado en vano, y su experiencia no le puede fallar. Por su mente pasa lo que ocurrió hace siete años con Carlos, un estudiante de universidad con final trágico... Igual que Ana, su predecesora; por ellos fue que conoció a Mónica. Su atención regresa a la niña y a su luz que ahora brilla con más potencia. El ángel se levanta de una de las desgastadas bancas que hay en el lugar e imita la voz de la madre de la pequeña:

–¡Mónica, ya vámonos!

La niña, que apenas ha tomado vuelo en el columpio, se detiene, se baja del juego y camina siguiendo la voz de su mamá; sale del parque y se da cuenta de que ella sigue formada en la fila de la heladería. Aún creyendo que su madre le gritó minutos antes, decide hacer caso a su llamado. Da su primer paso para cruzar la calle. No se da cuenta –como siempre ha sido– de que su ángel está detrás de ella. Éste, que ya no puede esperar más avienta a Mónica, quien cae sobre el asfalto caliente. La niña escucha por un momento el grito de su madre que se ensordece instantáneamente por el derrape de un camión. Mónica es atropellada.

El ángel guardián espera…

Algo sale del pequeño cuerpo de la niña: una esfera luminosa que va cambiando del color amarillo al blanco. El ángel la guarda en una de las bolsas de su saco y se aleja del cuerpo inerte de Mónica. Entretanto, la voz desconsolada de su madre clama pidiendo una ambulancia.

Así fue desde un principio. Así fue con Ana, así fue con Carlos, así con Mónica, y así será hasta que el Destino lo decida.




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