Guardianes

Capítulo III - La casa de la abuela

-¡Abuela! ¡Llegamos! - Grité desde la sala. La casa era muy vieja y grande, con horribles muñecos de decoración y todo estaba alfombrado.

-Oh querida, ya están aquí - La abuela Helen es una mujer animada, con mucha energía. En su rostro se ven facciones finas, aunque su piel ya está un tanto arrugada y su cabello completamente blanco, se puede ver los rastros de lo que fue una gran belleza, definitivamente mi abuela era una mujer atractiva en su momento - Vamos, lleven sus cosas arriba, ya les preparé algo de comer, las espero en la cocina.

-¿Lo preparaste tú abuela?

-Sí - dijo orgullosa - hace tiempo que no venían y quería sorprenderlas con algo muy especial, le pedí a Ana que me enseñara la receta de su albondigón.

-Gracias abuela - corrí y la abracé, escuché cómo se reía. Ana era el ama de llaves. Era un lindo gesto e hizo que me sintiera mal por no haber venido antes.

Katte y yo teníamos nuestros propios dormitorios en la casa de la abuela, aunque siempre me escapaba para dormir con ella pues solía tener pesadillas horribles donde monstruos me perseguían, pero ¿Cómo no iba a tener esas pesadillas con estos muñecos horribles por todos lados? El único lugar de la casa que no estaba invadida por esas cosas era mi dormitorio y el de Katte, la abuela sabía cuánto nos espantaban esas cosas.

Katte no pronunció palabra alguna desde que llegó, simplemente se limitó a besar a Helen en la mejilla y a lanzar miradas nerviosas a todos lados, justo ahora estábamos comiendo unas galletas de avena que preparó la abuela por nuestra llegada. Mis favoritas, recuerdo que de pequeñas nos la pasábamos comiendo estas galletas todo el tiempo.

 

 

 

Hace rato que todas pasamos a nuestras habitaciones, a veces me pregunto qué hace mi abuela en esta casa tan grande... Desde que murió el abuelo no ha querido ni siquiera salir de la vieja bicicleta recostada en la entrada del cobertizo. No saldría al pasillo ni para ir al baño, esta casa es mil veces más aterradora de noche y toda la madera cruje cuando se estira haciendo ruidos extraños.

-Lyla - Un ruido sordo proveniente de la ventana me asustó, algo chocó contra ella - Lyla - No debería asomarme, quizá me lo estoy imaginando, mi mente me está jugando malas pasadas por andar de paranoica y predisponiendo a estas cosas.

¿Recuerdan que les dije que no saldría al pasillo ni para ir al baño? Pues bien, cada cuarto tiene su baño privado, era solo un ejemplo para enfatizar mi idea. Caminé al baño y me di una ducha con agua caliente, cepillé mis dientes y me puse el pijama, luego conecté el secador al enchufe y me dispuse a secar mi cabello rápidamente. Al volver a la habitación todo estaba tal como lo dejé, nada de voces llamándome desde afuera.

-¿En serio tardas tanto en el baño? - Eso no me lo pude haber imaginado, solté un grito que desgarró mi garganta y mi corazón amenazó con salirse del pecho - Ly, soy yo, cálmate... Lo siento - Ryan se acercó y me abrazó mientras trataba de calmarme - Dios estas muy pálida, lo lamento, no quería asustarte así...

-Ryan ¿Qué haces aquí? - Mi voz salió como un gritito ahogado, un tanto irritante incluso para mis oídos.

-Vas a despertar a todo el mundo Lyla, cálmate - Las habitaciones quedaban algo alejados unas de otras, la más cercana era la de Katte y quedaba unas 2 puertas más allá de ésta. Aun así sabia que posiblemente mis gritos podían resonar por estos viejos pasillos y conductos.

-¿Qué haces aquí? - Esta vez mi voz salió más baja pero aun sentía cómo mi corazón protestaba dentro de mi pecho.

-¿Me crees si te digo que te extrañaba demasiado? - Su sonrisa no duró mucho luego de ver la expresión en mi rostro - Ven aquí - Me tomó de la mano y me guió a la cama donde nos sentamos los dos juntos - Hace tiempo que estamos algo distanciados, cada quien en lo suyo, solo nos vemos en el instituto... Y creí que no vendría mal un momento a solas.

-Vale, pero me pudiste haber llamado, así evitamos el mini infarto que me dio.

-Eres muy gallina, te habría acobardado la idea de ayudarme a escabullirme en secreto a tu habitación - No pude evitar actuar como si estuviera ofendida por sus palabras, aunque fueran ciertas.

-Pues discúlpame por temer por nuestra integridad física y mental - Coloqué un dedo acusador sobre su pecho - Si mamá llegara a agarrarnos, colocaría una orden de alejamiento en tu contra y yo tendré un castigo que durará el resto de mi adolescencia.

-Pero ya estamos aquí ¿No? - Tomó la mano con la que lo señalaba y me atrajo hacia él, en su rostro se había dibujado una sonrisa picara.




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