Leon caminaba unos pasos delante de mí. Cada músculo de su cuerpo estaba preparado para reaccionar ante cualquier movimiento, me recordaba a un animal. Yo intentaba hacer lo mismo. Agudicé mi oído lo mejor que pude mientras recorríamos los pasillos de la planta de arriba. Estábamos siguiendo un rastro negro, era humo negro, como el que expulsó el demonio que maté abajo.
Al doblar una de las esquinas nos encontramos con Ryan. Él estaba protegiendo una puerta. En frente tenia a tres sujetos que median más de dos metros. Sus cabezas casi tocaban el techo de la casa, no tenían rostro y la parte solida de su figura se difuminaba en las puntas como si fuera humo. Sentí un escalofrío por todo mi cuerpo y un temor que subía un escalafón más tras cada latido de mi corazón. Esas cosas saltaron encima de Ryan y todo lo que vi a continuación fue un borrón negro. Estaban peleando.
-Lyla, mantente alejada – eso fue lo único que dijo Leon antes de salir corriendo para adentrarse en la pelea. Me quedé hipnotizada observándolos, se movían increíblemente rápido.
Ryan y Leon murmuraban en voz baja y conseguían objetos puntiagudos o ralentizaban los movimientos de los demonios. Era increíble. Había leído algo al respecto, los guardianes tenían una relación especial con el cielo (claramente), Dios los creó hace miles de años para que protegieran a los Rahea. Un guardián con el entrenamiento suficiente podía extraer del cielo armas celestiales.
Ryan parecía agotado, tenía pinta de que llevaba haciendo lo mismo desde hace ya un buen rato, pero no tardaron mucho en deshacerse de ellos. Al fin miró en mi dirección, parecía que se había quitado una gran carga de encima al verme. Supongo que había estado preocupado todo este tiempo por mí. Comenzó a acercarse pero otra de esas cosas apareció de la nada y le cortó el camino.
No me dio mucho tiempo para preocuparme porque algo me empujo contra la pared provocando que me diera un buen golpe en mi hombro herido. Cuando voltee me encontré a Pepe sosteniendo con una de sus manos lo que parecía una espada rudimentaria de humo negro. Al parecer a mi espalda había aparecido una de esas cosas y ni siquiera me había dado cuenta. Se me fue el alma al ver a un niño de doce años enfrentando a una de esas cosas.
-Debes ser cuidadosa, a estas cosas les encanta decapitar señoritas – como si se tratara de cualquier cosa, Pepe chasqueó los dedos de su mano libre y el demonio se prendió en fuego verde. Olía espantoso, aunque solo duró unos segundos hasta que se hizo polvo y desapareció.
-¡Pepe! – Me levanté como pude y lo abracé – ya puedo verte – comencé a reír – Gracias por eso. Dios, me asustó tanto verte enfrentando a un demonio, sé que no es así, pero sigues teniendo la apariencia de un niño de doce años...
-Soy más fuerte de lo que parezco, Lyla – me miró y dibujó una sonrisa ladeada en su rostro - ¿Qué harías sin mi? Ese par de Guardianes aun son muy inexpertos.
-¡Lyla! – la voz de Ryan me asustó, parecía alterado por alguna razón. Cuando voltee a verlo, él y Leon estaban parados con sus cuerpos tensos mirándonos a Pepe y a mí como si fuéramos extraterrestres – Aléjate de él.
-¿Qué...? – tardé más en pronunciar esa palabra que ellos en actuar. Ryan me tomó del brazo y me alejó. Leon por su parte fue directo hacia Pepe, pero éste consiguió esquivarlo a tiempo - ¿Qué creen que están haciendo? – me revolqué en los brazos de Ryan intentando liberarme pero fue inútil.
-Lyla, detente... - En la voz de Ryan había incredulidad. De un momento a otro, antes de que Leon pudiera volver a atacar, Pepe me dio una mirada significativa y desapareció.
-Él es mi amigo ¿Qué creen que hacen? – me zafé del agarre de Ryan.
-Esas criaturas no son amigos de nadie – Ryan hablaba de forma despectiva. Eso solo hizo que me molestara más.
-Me salvó la vida – Leon estaba a mi lado sin decir palabra alguna.
-Quién sabe qué querría conseguir... - La rabia de Ryan fue subiendo varios niveles - ¿Ustedes se conocen? – Debía mentir, Ryan los odia, por culpa de las criaturas oscuras se volvió un híbrido.
-No – los dos me observaron perspicaces - Solo lo llamé Pepe porque me recordó a un niño con el que jugaba de pequeña, no sé cómo es que conocía mi nombre.
-Son peligrosos, Lyla – Ryan no era estúpido, no se comió ni por un momento mi excusa – te prohíbo que lo vuelvas a ver.