El tiempo ha pasado volando, antes de darme cuenta ya se había terminado el año escolar. Había logrado pasar de año, los Guardianes lograron su cometido que era repetir año y Karen tachó de la lista de cosas por hacer antes de morir “Sacar mejores calificaciones que Lyla”. Claramente los Guardianes tenían tráfico de influencias, porque no solo estaban seguros de que el próximo año estarían en todas las clases conmigo, sino que también se libraron de ir a reparación y no tuvieron mayores obstáculos.
Mamá me llamó hace unos días, desde entonces no ha vuelto a llamar, lleva como mes y medio desde que salió de viaje y desde entonces no ha vuelto a pisar la casa. Si no fuera porque vivo prácticamente con los Guardianes me sentiría bastante sola. Aunque siendo sincera hay un lado positivo en todo esto, ahora Karen, Támara, Leon y yo vivimos prácticamente justos, y de alguna forma nos hemos convertido en una familia.
Los padres de Karen, al igual que los míos, no suelen parar en sus casas. Claro que los padres de Karen, aunque tienen problemas entre ellos, son bastante cariñosos con ella, independientemente de que casi no la vean. Mis padres casi no me ven, son más secos que el Sahara y bastante exigentes. El punto es que Karen venia a quedarse cada vez que sus padres no estaban, lo cual era muy seguido.
Al principio Karen intentó entrenar conmigo, pero a los tres días se rindió y comenzó a insultar a Leon sin disimulo alguno, claro que yo también lo hice cuando me hizo correr por el bosque, solo que en voz baja. Ahora Karen se limita a observarnos durante las prácticas, o simplemente hace otras cosas.
-¿Hola? ¿Lyla? – La voz de mamá sonaba lejana.
-Sí, soy yo – Subí mi voz para que pudiera escucharme.
-¿Qué sucede, querida? Habla rápido porque estoy a punto de entrar en una junta con la firma – Últimamente me estaba preguntando muchas cosas, no sé cómo iba la separación de mis padres en términos legales, y tampoco sabía si la ausencia prolongada de mi madre se debía a eso. Papá seguiría manejando las empresas con el apellido de su familia porque las obtuvo antes de casarse con mamá, y Kendra hará lo mismo con las empresas a nombre de la abuela, pero la firma de abogados era de los dos.
-No es nada, solo quería saber cuándo volverías…
-Oh… Asumo que dentro de unos quince días más – Pareció pensarlo – si te sientes sola puedes ir a quedarte con Karen o pedirle que se quede en casa.
-Sí, eso haré – luego de eso nos despedimos y corté la llamada. Suspiré sin poder evitarlo, pero rápidamente me recompuse – Muy bien chicos, tenemos tiempo suficiente, hagan sus maletas, nos vamos a Inglaterra – Támara y Leon estaban apoyados en la encimera de la cocina observándome mientras hablaba con mamá, me sonrieron como respuesta.
Estábamos saliendo del Aeropuerto, enviaron a un señor bastante agradable para que nos recogiera, sabía que era un Guardián por su aura color bronce pero no me atreví a preguntarle nada. Támara y Leon permanecían tensos en sus asientos, desde que tomamos el primer vuelo se encontraban así.
Iba a seguir preocupándome por eso, pero de repente me encontré con un hermoso y frio paisaje, poco a poco nos fuimos alejando de la ciudad y nos adentramos en carreteras desoladas con hermosa y abundante vegetación. Al final llegamos a un lindo pueblito, donde la neblina era baja y las personas iban y venían, pero por extraño que pareciera, nadie aquí parecía muy pueblerino. Todos vestían de traje o ropa bastante moderna al menos.
Una vez el auto nos dejó en frente de uno de los edificio más grandes que pude ver dentro del pueblo, nos recibieron Mía y dos Guardianes más, uno de ellos era una linda chica de tez clara y ojos color aceituna, el otro era un chico que parecía un poco mayor que todos nosotros, aunque no demasiado.
-¡Mía! – Salté a abrazarla, ella me devolvió rápidamente el abrazo y se rió en mi oído.
-Lyla – Cuando me alejé vi que sus ojos brillaban felices. Cuando volteó a ver a los demás esperé un feliz y afectuoso reencuentro entre ella y Támara – Chicos – los saludó con una leve inclinación, a la cual ellos respondieron educadamente. Casi ni se miraron entre ellas. Me sentí bastante mal cuando entendí qué sucedía… La relación de Támara y Mía estaba mal vista y ellas debían disimular.
-Mucho gusto – el chico se acercó – Mi nombre es Samuel – me tendió la mano y yo la estreché.
-Mucho gusto, mi nombre es…