Guardianes Del Bosque Olvidado

Capítulo 4: La Raíz del Olvido

Una mañana sin viento, el bosque amaneció en silencio total.

Jair lo notó primero: no había canto de aves, ni susurros de hojas, ni siquiera el murmullo de los árboles que solían saludar a Jazmín. Era como si todo estuviera conteniendo el aliento. Jazmín, con el ceño fruncido, colocó su oído en el tronco de un roble viejo. Lo que escuchó la hizo palidecer.

“Algo está devorando el recuerdo de la tierra.”

Corrieron hacia el Árbol del Equilibrio, pero cuando llegaron, una de sus raíces estaba negra, seca como ceniza. Jair puso su mano sobre la corteza y una visión lo sacudió: una grieta abierta más allá del bosque, en el Valle de la Niebla Estancada, de donde salían criaturas hechas de polvo, con bocas torcidas que susurraban nombres y luego los tragaban en la oscuridad.

—Están robando las memorias del mundo —dijo Jair con los dientes apretados—. Si llegan hasta aquí, nadie recordará quiénes somos. Ni el bosque. Ni nosotros.

Esa noche, las estrellas se apagaron una por una. Jazmín escribió en su cuaderno: “No podemos enfrentarlo solos. Necesitamos ir al Santuario de las Semillas Perdidas.”

Eliel, aunque joven, se ofreció a guiarlos con su voz. Él podía abrir los caminos dormidos, aquellos que ni la luz ni la sombra recuerdan.

Caminaron durante tres días por paisajes que se deshacían tras sus pasos, hasta llegar al Santuario, una cueva iluminada por raíces que brillaban con recuerdos olvidados: risas de madres muertas, canciones de pueblos ya desaparecidos, besos de amantes que nunca se encontraron.

Allí, una figura los esperaba. Era alta, sin rostro, cubierta por una capa de hojas secas. Su voz era muchas voces.

—Los ladrones de memoria vienen del Vacío Raíz —dijo—. Fueron creados cuando el primer árbol olvidó su nombre. Solo un fragmento del origen puede cerrar la grieta.

—¿Y dónde está ese fragmento? —preguntó Jair.

—Está… en ustedes.

La figura se desvaneció. Y en su lugar quedó una semilla, pequeña, plateada, que brillaba con el mismo resplandor del Árbol del Equilibrio. Jazmín la tomó en sus manos, y al instante, comprendió: si la plantaban en el centro del Vacío Raíz, la grieta se cerraría. Pero quien la plantara tendría que quedarse allí. Para siempre.

Silencio. Luego, Eliel habló.

—Yo lo haré. Mi voz nació del olvido. Tal vez allí, pueda florecer en memoria.

Jair y Jazmín intentaron detenerlo, pero sabían que él tenía razón. Al día siguiente, partieron hacia el corazón de la oscuridad.

Y el bosque… contenía el aliento una vez más.




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