Guardianes Del Destino

LA MALDICIÓN DEL TIEMPO II

La avenida principal de la ciudad estaba colmada de personas. Elena y sus amigas buscaban a los demás con las miradas. Eran pasadas las once de la noche del viernes, no tardaron en encontrarse con Carlos y sus amigos que se acercaron a ellas como animales dispuestos a cazar por detrás y en silencio. Las sorprendieron dándoles un susto de muerte.

¡Qué tontos! – chillaron las tres
Muy huecos – decía la morena
Inmaduros – continuo la pelirroja
No me asustaron en lo más mínimo – decía Elena salvando su escaso orgullo hecho hilachas
No queríamos asustarte a ti – dijo Carlos – Sino a tus amigas – Elena lo miró asorada al escuchar aquello 
¿No estaban jugando conmigo también? – no pudo evitar preguntarlo mostrando sus emociones
No – dijo Carlos cortante sin interesarse por su interlocutora – Solo con ellas
- Bueno pero igual nos divertimos todos ¿verdad? – dijo la morena intentando aminorar la tensión que se levantaba
Claro – contestó su novio – Carlos ¿qué te pasa?
Nada, solo digo la verdad – contestó este - ¿Acaso molesta a alguien mi sinceridad? 
Si- respondió la pelirroja  ofendida por su dureza – A todos
Bueno chicos, que sensibles están hoy  -  dijo sonriendo Carlos consiguiendo comprarlos de nuevo a todos. Pero Elena quedó con un gran dolor interno, aunque se dispuso a ignorarlo por completo ya que deseaba pasarla bien y eso haría.

Carlos conversaba alegremente con todos, apenas posó sus ojos en Elena y no volvió a dirigirle la palabra. Esto la entristeció aún más, él tenía sus cabellos color negro azulado, sus ojos gris plateados y su blanca piel parecía de seda. Elena recorrió su robusto cuerpo con la mirada ¡Era hermoso!
Al llegar al corazón de la diversión del lugar  se encontraron con dos compañeras de curso más que se acercaron a Carlos como si fuesen serpientes contorsionándose y  restregándose en él. Sus dos amigas estaban embobadas con sus novios  por lo que Elena no tenía problemas pero estas nuevas chicas que se unieron al grupo no paraban de babearse por él molestándole intensamente. ¡Y el muy maldito las abrazaba a las dos mientras reía de aquellas tontas bromas!

Entraron a uno de los boliches de allí como era el plan original pero Elena no pudo disfrutar como había esperado hacerlo. Carlos no reparaba en ella y sus dos amigas se perdieron en la oscuridad del lugar en compañía de sus  novios. 
Las horas fueron pasando y las mujeres que rodeaban a Carlos iban aumentando, esto le provocaron fuertes malestares. ¿Qué estaba haciendo ella allí, en medio de semejantes beldades? Porque aunque le dolía reconocerlo, las chicas que hablaban y coqueteaban con Carlos eran hermosas. Todo lo opuesto a ella; se sentía fuera de lugar dejada de lado por Carlos.
Lo contempló añorando ser la única, el centro de toda su atención. Aquellos vaqueros azules le resaltaban sus musculosas piernas; la remera azul que tenía mostraba su musculatura haciéndolo parecer un Adonis perfecto. Su negra cabellera sedosa llegaba a sus hombros, sus ojos resaltaban con la ropa que traía puesta.
Cuando vio a una de las intrusas tocarlo con sus largas uñas pintadas mientras reía mirándola a ella, desafiándola y mostrándole lo fácil que le resultaba contar con la atención de Carlos debido a su belleza física, Elena salió del boliche hecha una fiera.
Sus mejillas sonrojadas por la ira ¡¿En qué estuvo pensando al aceptar acompañar a sus amigas?! ¡¿En serio creyó poder seducir a Carlos?! ¡Debió haber estado ebria al pensarlo! Aunque nunca bebía alcohol.

Se iba alejando de local con pasos firmes sin mirar atrás, el viento frío de la noche la golpeaba sin cesar pero a ella nada le importaba. Las lágrimas le quemaban las mejillas dejándole profundas huellas. Se sentía tan tonta, tan estúpidamente ingenua. La actitud de Carlos le dolió ya que ella se hubo esforzado en parecer linda solo para él. Suspiró hondo y profundo, fue disminuyendo el ritmo mientras se secaba las lágrimas.
Cuando empezó a fijarse por dónde iba se percató de que en su ofuscación dobló en una cuadra equivocada y ahora estaba alejada del boliche, de la zona de diversión y de todo.
Oscuridad total impregnaba por el lugar ¿dónde estaba? El viento se volvió helado y pesado; la piel se le puso de gallina, sus bellos se le erizaron en su nuca. Un extraño sonido retumbó allí, el corazón se le disparó. Elena volteó mirando a su alrededor.

¿Quién está allí? – preguntó sin dejar que su temor la delatara.
Unos ligeros pasos sonaron detrás suyo obligándola a voltear con temor; sudaba helado pero no dejó que el temor nublara su mente. Las luces de la calle se apagaron repentinamente dejándola a oscuras. Alguien la asechaba, estaba segura de ello podía oírlo respirar y caminar cerca suyo. Demasiado cerca. Cuando algo rozó su  hombro ella largó un chillido y corrió pero repentinamente fue atrapada por unos fuertes brazos que parecían de acero. Quiso gritar pero una gruesa mano le tapó la boca. Elena pataleaba sin cesar forcejeando, cuando creyó estar totalmente perdida una fuerza poderosa la golpeó liberándola de las garras de su atacante. La inercia la hizo caer  de espaldas al suelo, el aire desapareció de sus pulmones debido al golpe y al terror padecido.
Cuando se recuperó, unos momentos después, abrió sus ojos para ver aparecer entre las sombras a alguien que iba acercándosele más y más. Elena retrocedió, en el suelo, mientras su corazón quería explotar en el pecho. La luz de la luna iluminó el rostro y parte del cuerpo de aquel que se detuvo a escasos metros de distancia.

Elena esperaba encontrarse a un monstruo horripilante pero lo que vio la dejó sin aliento. Tenía ante si misma al ser más hermoso que nunca antes hubo visto. Si había pensado que Carlos era lindo, este joven que la contemplaba sencillamente era perfecto. La palabra belleza quedaba corta para definirlo. Sus rubios cabellos algo alborotados brillaban con la luz lunar. Su sedosa y sonrosada piel parecía estar hecha de porcelana, de ojos dorados y angelicales facciones.  Le extendió la mano derecha mientras decía:
¿Te encuentras bien? – su voz aterciopelada era hipnótica; Elena depositó su mano sobre la de él dejándose colocar de pie. No te preocupes porque el que te atacó ya no está.
¿El la salvó? Vaya, eso si que era una sorpresa. Ser salvada por el príncipe de sus sueños no sucedía a menudo. Algo tenía la mirada de él que la fascinaba, la estremecía y alocaba a la vez. Carlos pasó a formar parte de sus recuerdos mientras contemplaba a ese ángel que descendió para salvarla.




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