Guardianes Del Destino

UN AMOR SIN BARRERAS

Plateados y Dorados, dos razas opuestas en más de un sentido con muchísimos conflictos de por medio. Dos razas guerreras que están enfrentadas desde hace muchísimo tiempo en una batalla sangrienta sin final.

Los reyes de ambos bandos lo dedican todo a una victoria que parece no llegar nunca pero como dice el dicho : "lo último que se pierde es la esperanza". Los dos tienen aún un motivo para seguir adelante: la ansiada victoria.
En medio del caos heredado más que provocado fue naciendo un intenso amor entre la princesa de los plateados y el mejor guerrero de la raza de los dorados.

Todo comenzó cuando sus caminos se cruzaron en uno de los tantos enfrentamientos, cuando ella era conducida al castillo de su tío por orden de su padre para alejarla del peligro que en esos instantes corría la ciudad donde ellos vivían. Los guerreros dorados atacaron el carruaje con el fin de robar y destruir cualquier cosa que sea de la raza enemiga.
La noche reinaba hermosa y estrellada, el bosque brillaba bajo los rayos plateados de la luna en el firmamento junto a sus criaturas. Los pasos de los caballos tirando del plateado carruaje resonaban en el silencio espectral de la noche.

Los guerreros dorados surgieron repentinamente de entre las mismas sombras atacando por sorpresa, esto les jugó a favor ya que no se esperaban semejante emboscada y los guardias de la princesa de la luna no tuvieron tiempo de reaccionar. En menos de un instante cayeron todos muertos . 
Pasados de excitación por la victoria obtenida y las copas de más que llevaban en sus venas destrozaron todo en un santiamén, pero al abrir la puerta del carruaje, grande fue la sorpresa que se llevaron al ser atacados repentinamente y por una mujer.
Dos cayeron muertos con el asombro dibujado en sus rostros, uno fue gravemente herido pero conservó la vida. Los tres restantes sujetaron a la dama en cuestión como si se tratase del peor y más temible de los enemigos. Y no de una joven indefensa, aunque de indefensa no tenía nada.
La mirada de los ebrios soldados dorados se tornó hambrienta hecho que enardeció a la joven quien seguía luchando por su reciente perdida libertad. Cuando uno de ellos quiso colocar su mano en sus pechos la voz firme del capitán lo detuvo. Recién llegaba y tras echar un breve y veloz vistazo clavó la ceñuda mirada en sus hombres quienes desviaron la mirada hacia algún punto del suelo algo avergonzados.
Ordenó colocarle cadenas a la prisionera y luego fue él mismo quien la subió a su caballo:
- Pueden quedarse con todo el botín que deseen pero ella es mía ¿entendido? Ni una palabra a nadie
- ¿Ni siquiera al rey? - pregunto uno de los soldados
- Ni siquiera a él ni al príncipe - ante la atónita mirada de los soldados ebrios el capitán se alejó con su precioso botín.
Si bien los soldados habrían deseado quedarse con la muchacha, las riquezas que pudieron quitarles a los caídos los hizo olvidar pronto la existencia de la muchacha. Cuando el sol nacía todos estaban en sus hogares descansando sin recordar nada de lo sucedido la noche anterior por efecto de la droga que el mismo capitán les suministró luego de su llegada como "obsequio por lo vivido en los últimos tiempos". Así se aseguraba el secreto de su exquisito botín porque a él no le bastó observarla muy detenidamente para percatarse que su prisionera era nada menos que la princesa plateada. Algo en su interior ardió como los rayos del sol mismo al verla allí en la habitación que él mismo le otorgó, tan bella y prohibida. Aunque en aquellos momentos pasaban por su cabeza múltiples planes a realizar con la valiosa prisionera que lo beneficiarían a él directamente, no sabía que no bien haya traspasado el umbral de la puerta que tenía enfrente todo eso quedaría reducido a la nada. Su futuro y su vida misma estaban a punto de dar un gran giro.

Bianca era el nombre de la princesa de la luna que en esos momentos se encontraba prisionera en una habitación sellada, en manos del enemigo pero ella no cedería terreno, jamás se rendiría. 
En esos instantes se encontraba de pie en medio de la alcoba mirando cada sector en busca de algo que le permita escapar. Sin embargo ese lugar estaba cerrado a cal y canto, para su frustración no había nada por donde ella pueda escabuirse o que pudiera servirle como arma de ataque. Además esa habitación le disminuía sus poderes. Rugió de frustración.

Sus plateados cabellos le caían por su espalda pasando su cintura, sus blancos ropajes estaban estrujados debido al trato recibido, sus zapatos de cristal brillaban al recibir la luz que iluminaba esa habitación destellando en múltiples colores. La joven se llevó la mano al cuello donde aún colgaba su collar de la luna, reliquia que perteneció a su familia durante generaciones símbolo de la descendencia de la luna. 
Aunque mostraba una entereza unida al valor, lo cierto era que por dentro estaba muy asustada al punto de querer llorar como una niña. Pero era la princesa por lo tanto jamás demostraría sus emociones y sentimientos verdaderos a nadie, eso le habían enseñado desde que tuviera uso de razón.
Intentó emplear sus poderes pero no logró hacerlos emerger del interior de su cuerpo al exterior, frustrada se dio por vencida en ese aspecto. Pero ella poseía múltiples habilidades, por lo tanto emplearía las demás. Había aprendido a sobrevivir sin sus poderes lunares plateados como una persona común y corriente ya que no todos los plateados tenían dones únicos y ella como futura reina de su raza debía aprender a vivir sin ellos como lo hacían algunos súbditos suyos para conseguir entenderlos y saber guiarlos. 
La muerte de sus guardias le dolía ya que sus vidas habían sido interrumpidas indirectamente por su culpa, de no haber tenido que escoltarla al palacio de su tío ellos aun estarían vivos. Pero aquel no era el momento de lamentaciones, se reprochó a si misma. Por lo pronto debía concentrarse en escapar de allí y regresar junto a su padre.




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