Guardianes Del Sueño

Capítulo 15: La Decisión entre Dos Mundos

Nuestras miradas se cruzaron en la tenue luz, una conexión intensa que veía directamente el caos en mi interior. Fue un instante de reconocimiento mutuo, de vulnerabilidad compartida. Sin mediar palabra, Martín dio un paso y me envolvió en un abrazo. Era un gesto inusual para el inexpresivo Representante, firme y envolvente, un consuelo silencioso que, a mi pesar, se sintió como el único refugio en medio de la tormenta.

Mientras me aferraba a su presencia, noté su ojo agudo. Su mirada se desvió un instante hacia la pantalla del portátil, que aún mostraba el correo del Instituto. Me soltó con suavidad y, con un movimiento deliberado, arrastró una silla de madera rústica junto a mi escritorio, invitándome a sentarme. Tomó mi portátil y comenzó a leer el mensaje.

Sus ojos recorrieron las líneas, una, dos veces. Su ceño, apenas perceptible, se frunció. Devolvió la mirada a la pantalla, releyendo con una concentración absoluta cada palabra, cada acusación de "subjetividad", cada amenaza de "retiro de la investigación". La luz fría de la pantalla iluminaba su rostro, revelando una gravedad que rara vez mostraba.

—Esto... es lo que temían, ¿no? Que vieras demasiado. Que sintieras demasiado —su voz era un susurro grave, casi inaudible sobre el latido de Cobre Muerto. Hizo una pausa—. ¿Qué piensas hacer, Elara? ¿Y qué quieres hacer?

Mi garganta se cerró. Quería gritar, defender mi profesionalismo. Decir que esta decisión era un error. Pero no tenía voz. Las palabras se ahogaron en el nudo de mis lágrimas. La decisión estaba tomada. Me sentía atrapada, mi vida profesional desmoronándose, mi futuro incierto.

Diálogo Interno (Dra. Elara Vance):

  • Pensamiento: ¿Qué quiero hacer? ¿Qué se supone que diga? Mi cerebro científico me dice que luche, que me defienda de esta acusación absurda. Pero mi corazón... mi corazón se está rompiendo al pensar en irme.
  • Sentimiento: Me siento humillada, expuesta. Y lo peor es que él lo ve. Él lo entiende. La impotencia es abrumadora.

Martín me observó, su mirada comprensiva, como si pudiera leer cada pensamiento, cada duda que me atormentaba. Extendió una mano y cubrió la mía, que descansaba inerte sobre el escritorio. Su tacto era cálido y reconfortante.

—Entiendo. La vida que conoces, tus reglas... son fuertes. Ve. Descansa. Piensa. Libera tu mente de esto por un tiempo.

Su voz, impregnada de una melancolía que me atravesó el alma, y sus ojos, clavados en los míos con una intensidad que me hizo olvidar la oficina, el pueblo, el mundo entero.

Diálogo Interno (Dra. Elara Vance):

  • Reacción: Me está dejando ir. ¿Es un adiós? ¿Así de fácil? ¿Después de todo lo que hemos compartido, de esta extraña intimidad forzada que se ha convertido en mi salvación nocturna?
  • Pánico: La posibilidad de separarme de él, de esas noches en su compañía silenciosa, de esa conexión inesperada que había florecido entre nosotros, es un dolor agudo, casi físico.

—¿Me estás despidiendo? —mi voz apenas un hilo, cargada de una desesperación que no pude ocultar—. ¿Quién soy yo en tu vida, Martín? ¿Una científica que se equivoca? ¿Una forastera de paso?

Él no apartó la mirada. Su mano apretó la mía suavemente. En su silencio, pensé que buscaría las palabras, que intentaría explicar. Pero no lo hizo. Su respuesta fue enigmática, profunda, cargada de la promesa de Cobre Muerto, de su esencia inmutable.

—Siempre tienes la posibilidad de volver a mí. —Su voz se hizo aún más suave, casi un suspiro, y por un instante, su rostro inexpresivo pareció resquebrajarse, revelando una emoción cruda. Se corrigió, la calma volviendo a él, aunque el brillo en sus ojos persistía—. Digo... siempre tienes la posibilidad de volver a este pueblo, Elara. A su gente. A lo que somos. Solo debes estar segura. Segura de lo que buscas. Segura de lo que realmente necesitas.

Su mirada se intensificó. La Noche de Cobre nos había unido de una forma que la ciencia nunca podría haber predicho. Ahora, el Instituto me exigía una elección: la lógica o el corazón. Y Martín, el guardián de los secretos del pueblo, me ofrecía la posibilidad de un regreso, una puerta abierta a un destino incierto, a un amor que quizás solo podía florecer en la ausencia de la soledad. El hilo que nos unía, invisible pero inquebrantable, apenas comenzaba a tensarse.

¿Qué elegiría Elara: su carrera y la lógica científica, o el enigmático llamado de Cobre Muerto y el profundo vínculo con Martín?



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En el texto hay: romance, fantasia

Editado: 14.07.2025

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