Guardianes Del Sueño

Capítulo 18: El Eco de la Necesidad

Y ahora, sus mentes, tan brillantes y racionales, parecían atascadas en la encrucijada de una verdad que se negaba a encajar en sus viejos paradigmas. El silencio se prolongó en la sala de juntas del Instituto, un espacio que de repente se sentía demasiado pequeño para la vastedad de lo que había compartido. La Dra. Costa fruncía el ceño, el Dr. Vance tamborileaba sus dedos sobre la mesa, y el Dr. Ríos, el director, mantenía una expresión impasible, aunque sus ojos me analizaban con una intensidad nueva.

—Dra. Vance, su exposición ha sido... ciertamente reveladora. La perspectiva que nos ofrece, aunque poco convencional para los estándares de nuestro Instituto, es digna de consideración —finalmente, Ríos rompió el silencio. Su voz carecía de la reprimenda que había esperado. Miró a los demás miembros del comité, que asintieron con cautela—. Sin embargo, ante la complejidad y la delicadeza de sus últimas conclusiones, y para asegurar la eficiencia del Instituto sin generar más dudas que certezas en este momento... hemos decidido suspender temporalmente su misión en Cobre Muerto.

Un escalofrío me recorrió, aunque ya lo había anticipado. Era el despido, disfrazado de suspensión.

—No obstante, su trabajo hasta la fecha ha sido invaluable. Estamos seguros de que, tras un periodo de descanso y reflexión, podremos contar con usted para futuras asignaciones. Tenga la firmeza de que pronto la llamaremos de nuevo, Dra. Vance —continuó Ríos, levantando una mano para detener cualquier objeción que pudiera haber formulado. Era un despido con puertas abiertas, una forma de sacarme del tablero sin reconocer mi "subjetividad" de forma explícita, manteniendo la fachada de un Instituto que no se equivocaba. Me retiré, la sensación de la derrota profesional mezclada con un extraño alivio.

Salí del edificio del Instituto, el sol de Buenos Aires me cegaba. Necesitaba aire, necesitaba distancia. Mis pies me llevaron, casi por inercia, hacia el centro comercial cercano. Paseé sin rumbo entre escaparates, la mente en blanco, o intentándolo. Fue entonces cuando la vi. Una camisa. Sencilla, de un color tierra oscuro, con un tejido rústico que me recordó las prendas de los habitantes de Cobre Muerto. De repente, me la imaginé en el cuerpo de Martín. En el inexpresivo, pero extrañamente magnético, Martín. Sin pensarlo dos veces, la compré. Una punzada de calidez me atravesó. Parecía que cada paso que daba en la capital, cada intento de volver a mi "normalidad" científica, me llevaba de vuelta a ese pueblo. Cobre Muerto había instalado en mí esa subjetividad temida para los científicos, y ahora se manifestaba en una simple camisa.

Los días pasaban en una rutina sin rumbo. Intentaba sumergirme en antiguas publicaciones, en nuevas teorías del sueño, pero mi mente volvía, una y otra vez, al murmullo de Cobre Muerto, a las noches compartidas. Varias veces tomé el celular, la imagen de Martín en mi mente, su voz grave resonando. Mis dedos se cernieron sobre su número, el impulso de llamarlo era casi insoportable. Pero mi lado racional, ese que el Instituto había intentado rescatar, me lo impedía. "Profesionalismo, Elara. Objetividad. No puedes mezclarte."

Una noche, en la soledad de mi departamento, el silencio se sentía pesado, opresivo. El sueño, que me había sido esquivo en Cobre Muerto y tan accesible de vuelta, ahora parecía burlarse de mí. La imagen de Martín en el sofá, la certeza de su presencia, se había vuelto una necesidad que mi cerebro empezaba a reclamar de nuevo. Mis ojos cansados luchaban por cerrarse.

De repente, mi celular vibró sobre la mesita. La pantalla se iluminó, mostrando un número no registrado. Mi corazón dio un vuelco. Una extraña esperanza, un presentimiento, me invadió. ¿Podría ser...?

Dudé un instante, el aliento contenido. Contesté, la voz temblándome apenas.

—Hola... —Elara, ¿estás ocupada? —La voz. Esa voz. Grave, tranquila, con el suave acento patagónico que había llegado a conocer tan bien. Era Martín. El sonido me hizo cerrar los ojos. Era como si el aire de Cobre Muerto hubiera entrado en mi departamento. —Martín. ¿Cómo... cómo conseguiste mi número? —La pregunta era absurda. ¿Ocupada? ¿Con qué? Con el vacío que había dejado su ausencia. —Tu Instituto lo dejó en mis contactos de emergencia. Por si necesitaban localizarte en Cobre Muerto. No estás ocupada, ¿verdad? —respondió, un ligero tono irónico, casi divertido, en su voz. —Sí, Martín. Es... diferente. Las noches aquí... no son como las de allí —una lágrima solitaria se deslizó por mi mejilla. La admisión me dolía, pero era la verdad. Mi propia aversión había regresado, sutil, pero presente. —Lo imaginé. Las reglas de Cobre Muerto no se olvidan tan fácil. Ni la necesidad —dijo él, su voz llena de una calidez que trascendía los kilómetros. Hubo una pausa. Podía sentir su respiración al otro lado de la línea, casi como si estuviera en la misma habitación. La conexión era innegable, un hilo invisible que desafiaba la distancia. —Te echo de menos —me atreví a susurrar, mis defensas finalmente cayendo. —Yo también, Elara. El pueblo te extraña. Los informes que enviabas... la Dra. Ramos dice que los nuevos no tienen la misma 'chispa'. La misma profundidad —respondió. No hubo más palabras de amor, no hubo súplicas. Solo la verdad sencilla, desnuda. Había un tono de burla amable en su voz. —¿Y tú? ¿Tú me extrañas? —pregunté, mi voz temblorosa. Hubo un silencio. Un silencio largo, significativo. Luego, su voz, más grave que nunca, casi un susurro: —Las noches en Cobre Muerto son más largas sin tu presencia, Elara. Y los secretos... pesan más cuando no hay nadie con quien compartirlos.

Su mensaje era claro. No me pedía que volviera por su afecto, sino por la necesidad. La necesidad del pueblo, la necesidad de su propio secreto, la necesidad tácita de mi presencia. No había palabras explícitas, pero el subtexto era inconfundible: quería que regresara. Y yo, con mi corazón latiendo con una nueva esperanza, sabía que el destino ya me había dado la respuesta.



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En el texto hay: romance, fantasia

Editado: 14.07.2025

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