La Patagonia se extendía ante mí, vasta e implacable, pero la certeza de encontrarlo a mitad de camino, en el puesto de Las Manos, era la brújula que guiaba mi corazón. El destino, en su misteriosa sabiduría, parecía tener sus propios caminos hacia la verdad, y no eran precisamente los que dictaba la fría lógica del Instituto.
Conduje durante horas bajo un cielo estrellado y un silencio que ya no me aterraba, sino que parecía susurrar el nombre de Martín. Finalmente, a lo lejos, una tenue luz se hizo visible. Era el Puesto de Las Manos. La posada era una edificación modesta, de piedra y madera oscura, con un techo a dos aguas que parecía acurrucarse contra las inclemencias del tiempo. Un letrero de madera tallada, desgastado por el viento y la lluvia, mostraba un par de manos entrelazadas, casi borrosas por el tiempo. Al costado, unos pocos vehículos de carga y alguna Land Rover similar a la mía. Un resquicio de calor en la inmensidad de la noche.
Al acercarme, distinguí una silueta alta y familiar junto a una camioneta estacionada. Era él. En el mismo instante, como coordinados por una fuerza invisible, los dos bajamos de nuestros vehículos. Nuestros ojos se encontraron en la penumbra. No hubo palabras, no hubo vacilación. Nos miramos, y fue como si una fuerza irrefrenable nos empujara. Cerré la distancia entre nosotros en unos pocos pasos, y entonces, nos abrazamos.
Un Abrazo que lo Dice Todo
Elara (Sensación: alivio abrumador, seguridad, pertenencia. Sentimiento: amor, gratitud, desesperación por no soltarlo): "Fue un abrazo que no solo unía dos cuerpos, sino dos mundos. Fuerte, desesperado, como si temiéramos que el otro se desvaneciera. Mi rostro se hundió en su hombro, inhalando el aroma a leña y tierra que siempre lo acompañaba. Sus brazos me rodearon con una firmeza que prometía seguridad. No queríamos soltarnos, no después de la distancia, de la incertidumbre, de las revelaciones que nos habían empujado el uno hacia el otro."
Martín se separó apenas unos centímetros, solo lo suficiente para mirarme a los ojos. Con una ternura que nunca le había visto, con un gesto que borró su habitual inexpresividad, inclinó la cabeza y me dio un beso lento y suave en la frente. Fue un beso que selló una promesa, que reconoció la mujer bajo la coraza.
—Entremos, Elara —dijo su voz, grave y serena. Un asentimiento mutuo, tácito. Tomados de la mano, entramos en la pequeña posada, dejando atrás la fría noche patagónica y los fantasmas del Instituto.
El interior de la posada era cálido y acogedor. Una chimenea crepitaba en el fondo, y el aroma a guiso y pan recién horneado llenaba el aire. Nos sentamos en una mesa apartada, la luz tenue de una lámpara de queroseno proyectando sombras danzarinas en las paredes de piedra.
Martín me miró, sus ojos fijos en los míos.
—¿Cómo estás? —preguntó, su tono suave. Y antes de que pudiera empezar a articular la respuesta que ya había preparado, la que hablaría de mi día, de la reunión con Ríos, de la nueva investigación, me interrumpió con una voz que era una caricia. —No quiero saber de la científica, Elara. No quiero oír de tu trabajo, de tus informes, de las decisiones del Instituto. No quiero la objetividad ni la ciencia en este momento. —Sus dedos rozaron mi mano sobre la mesa—. Quiero saber de la mujer. La mujer sencilla que está oculta en ese manto de ciencia, en esa armadura de profesionalismo. ¿Cómo estás, Elara? Como persona. Solo Elara.
Elara (Sensación: Liberación, profunda comprensión. Sentimiento: vulnerabilidad, felicidad, gratitud inmensa): "Por primera vez en mi vida, sentí que alguien me veía, realmente me veía. No como la Dra. Elara Vance, la neuróloga del sueño, la experta en la aversión ancestral, la encarnación de la ciencia y la objetividad. Solo como Elara. Sin títulos, sin expectativas, sin la carga de un destino profesional. En la mirada de Martín, en sus palabras, encontré un reconocimiento que mi alma anhelaba, una aceptación que iba más allá de cualquier descubrimiento científico. Y supe, con una certeza abrumadora, que había encontrado mi verdadero refugio."
¿Qué le revelaría Elara a Martín sobre sí misma, y cómo este momento de vulnerabilidad cambiaría su relación para siempre?