Con toda la convicción que me brindaba mi experiencia y el nuevo entendimiento adquirido, decidí redactar un correo al Instituto. No solo les informaría sobre las circunstancias del contrato de confidencialidad con el pueblo, sino que solicitaría formalmente su autorización para firmarlo en su nombre.
Asunto: Solicitud Urgente: Autorización para Firma de Contrato de Confidencialidad – Investigación en Villa La Angostura
Estimado Dr. Ríos, Dra. Costa y Dr. Vance,
Les escribo con respecto a mi investigación en curso sobre los patrones de sueño en comunidades aisladas de la Cordillera Patagónica, específicamente en Villa La Angostura. Como saben, mi trabajo se ha centrado en identificar la etiología de las anomalías en los patrones de sueño reportados en esta área.
Mis hallazgos preliminares sugieren que la naturaleza de la "aversión" al sueño solitario en esta región no es de origen neurológico individual en el sentido tradicional, sino que está intrínsecamente ligada a factores ambientales específicos del entorno. Esta hipótesis se ha visto reforzada por mis observaciones y mi propia experiencia en el campo.
Para poder profundizar en esta línea de investigación y garantizar la plena cooperación de la comunidad local, el Guardián Mayor del pueblo ha solicitado la firma de un contrato de confidencialidad. Este acuerdo nos permitiría acceder a información vital y realizar estudios más profundos, a cambio de no divulgar ciertos aspectos sensibles relacionados con la interacción del entorno local con los patrones de sueño, que la comunidad considera parte de su herencia cultural y su seguridad.
Entiendo que esta es una petición inusual para el Instituto, pero considero que es una condición indispensable para el éxito de esta fase crítica de la investigación. Sin este contrato, corremos el riesgo de perder la confianza de la comunidad y, por ende, la oportunidad de desentrañar un fenómeno de gran relevancia científica.
Solicito, por tanto, la autorización formal del Instituto para firmar este contrato de confidencialidad en su nombre. Estoy convencida de que los beneficios de esta colaboración superan ampliamente cualquier limitación.
A la espera de su pronta respuesta,
Atentamente,
Dra. Elara Vance Neuróloga Investigadora
La Videollamada del Instituto
La respuesta del Instituto no se hizo esperar. Primero, una llamada telefónica urgente de la Dra. Costa, su voz tensa y cargada de una mezcla de incredulidad y reproche. Luego, una hora más tarde, una videollamada programada, con el Dr. Ríos y el Dr. Vance unidos a ella, sus rostros proyectados en mi pantalla, serios y escrutadores. Yo sabía lo que implicaba esta confrontación.
Desde el primer momento, mi estrategia fue clara: evitar por todos los medios hablar de la flor. Mantuve la conversación centrada en mi hipótesis general sobre la influencia ambiental en los patrones de sueño en comunidades aisladas de la Patagonia. Expliqué cómo mi experiencia personal de insomnio en Villa La Angostura (sin mencionar a Martín) había reforzado la idea de que la aversión no era una patología inherente, sino una respuesta a condiciones externas específicas de la región. Luego, presenté la propuesta del Guardián: la necesidad de un contrato de confidencialidad para continuar la investigación en el pueblo, argumentando que era una condición ineludible para obtener la cooperación de la comunidad y acceder a datos más profundos.
—Elara, ¿estás segura de que esto no es una distracción? ¿Un intento de evitar que profundices en la etiología neurológica real? —preguntó la Dra. Costa con voz tensa, ceño fruncido y brazos cruzados, el reproche evidente en sus ojos.
El Dr. Vance respondió con murmullos inaudibles de desaprobación y un ligero movimiento de cabeza, denotando escepticismo ante la idea de una "influencia ambiental" tan poderosa.
—Dra. Vance, el Instituto no puede aceptar una cláusula de confidencialidad que nos impida el acceso total a la información. Nuestros descubrimientos son para el beneficio de la ciencia global, no para ser monopolizados por una comunidad local. No queremos que firme ese contrato. Creemos que podemos encontrar otras vías de investigación —dijo el Dr. Ríos con tono autoritario, mirada directa y sin rodeos, con un gesto firme de la mano.
La Convicción de Elara
Mi mente científica, esa que había sido mi brújula durante toda mi vida, ansiaba más. Quería profundizar, desentrañar los secretos de la flor, entender su vínculo con el sueño y la aversión. Pero mi lealtad ya no estaba con el Instituto, ni con la fría objetividad de la ciencia tal como la conocía. Mi lealtad residía en la verdad. Y, lo reconocía sin pudor, en la gente de Cobre Muerto. Con Martín, sin duda. Debía reconocer que él ya se había instalado en mi corazón, sin quererlo, sin buscarlo. La posibilidad de un mundo donde la ciencia y la conexión humana no estuvieran reñidas, donde el conocimiento no implicara una traición, se había vuelto mi nuevo norte. Mis manos se apretaron ligeramente bajo el escritorio, una señal de la lucha interna, pero mi postura se mantuvo erguida, reflejando mi determinación.
La Conversación del Guardián Mayor y Martín
Mientras tanto, en la oficina del Guardián Mayor en Villa La Angostura, otra llamada estaba en curso. Martín y él hablaban. El Guardián había contactado a Martín después de mi visita, informándole de mi hipótesis sobre la flor y mi solicitud de firmar un contrato de confidencialidad.
—Lo que Elara ha dicho confirma lo que siempre supimos. Y su negativa a revelar el secreto... es una prueba. Una señal —dijo el Guardián Mayor con voz solemne, una leve inclinación de cabeza como si Martín pudiera verlo, sus ojos reflejando una profunda sabiduría. —Está arriesgando su carrera por nosotros —respondió Martín, su rostro grave, escuchando atentamente, con una mano en el mentón, sus ojos fijos en la distancia. —Sí. Y al hacerlo, indirectamente te ha propuesto ser una guardiana más. Ha demostrado su lealtad no a un instituto, sino a una verdad más profunda. Ahora tiene en la palma de su mano al gran Martín Herrera, guardián de guardianes —dijo el Guardián Mayor con una sutil sonrisa en los labios, sus ojos brillando con una pizca de ironía, un ligero encogimiento de hombros.