Mis logros en Villa La Angostura fueron celebrados en las comunidades unidas a ese secreto ancestral. La posibilidad de un sueño reparador, de una privacidad elegida, era un regalo que no habían conocido en siglos. Los habitantes me miraban con un respeto y una gratitud que superaban cualquier reconocimiento académico. Era la Dra. Elara, la guardiana que había desentrañado parte de su misterio sin traicionarlos.
Pero mi regreso, al lado de Martín, de vuelta a Cobre Muerto, no fue bien recibido por todos. La noticia de mi renuncia al Instituto se había extendido como un murmullo, mezclándose con los viejos chismes sobre nuestras noches en la cabaña. Varios integrantes de la comunidad me miraban con recelo, sus sonrisas forzadas, sus ojos esquivos. Para ellos, yo era una forastera que había roto las reglas, una científica que había seducido a su Guardián Mayor.
La Hostilidad de Laura
Laura, por supuesto, era la más notoria. Había tejido un camino de hormiga y casi silencioso en mi contra durante mi ausencia. Sus miradas ahora eran dagas, sus silencios, acusaciones. Había estado cultivando su propia posición, su cercanía con la Dra. Ramos y con algunos ancianos del pueblo, y mi regreso con Martín significaba una amenaza directa a su aspiración de poder e influencia.
Cuando Elara pasaba cerca, Laura se giraba ligeramente, murmurando algo a quien estuviera a su lado, con una expresión de desdén. Sus ojos, antes llenos de una falsa amabilidad, ahora lanzaban dagas invisibles. Sus brazos estaban cruzados, y su sonrisa forzada no llegaba a sus ojos, o, al contrario, fijaba su mirada con dureza en Elara cuando creía que no la veían.
Un Secreto Pendiente
A pesar de haber firmado el contrato de confidencialidad y de mi renuncia, mi lugar como guardiana aún no era oficial; se había mantenido en secreto entre los guardianes de Cobre Muerto. La razón era simple: todavía me faltaba descubrir el secreto de Martín. Y, por lo que pude intuir en las miradas y los gestos, para ellos todavía no estaba lista para asumir plenamente ese rol. O quizás, y esta era la punzada más dolorosa, Martín no estaba listo para compartirlo conmigo.
Sentí la tensión en el aire. No confiaban del todo en mí. ¿Será por Martín? Entendí que mi camino como guardiana no sería sencillo. Había ganado la batalla de la ciencia, pero ahora me enfrentaba a una batalla de confianza y aceptación dentro de la comunidad. Las sombras de la duda se cernían sobre mí, impulsadas por los celos y la arraigada tradición. El secreto de Martín, el último velo que separaba mi comprensión total de Cobre Muerto, seguía siendo un misterio, una prueba más de que mi "nueva vida" apenas comenzaba a desvelarse.
¿Cómo enfrentaría Elara la hostilidad de Laura y la desconfianza de la comunidad, y qué implicaciones tendría el secreto aún no revelado de Martín en su aceptación como guardiana?