Las palabras de Laura resonaron en el aire fresco de la plaza, dejando a su paso una estela de preguntas sin respuesta. ¿Qué me faltaba por descubrir? ¿Por qué Martín no confiaba en mí completamente? Había dejado todo, mi carrera, mi vida en la ciudad, por proteger estas comunidades. No me arrepentía, pero ansiaba el respeto y la plena aceptación, especialmente de aquellos a quienes ahora consideraba mi gente.
Mientras las dudas se arremolinaban en mi cabeza, la figura alta y familiar de Martín se hizo presente. Empezaba a creer que realmente sabía lo que sentía, que nuestra conexión se había profundizado hasta un punto en el que las palabras eran redundantes. Solo me miró, y en sus ojos vi una comprensión silenciosa. Extendió su mano, la tomé, y con un simple "Vamos", me guio fuera de la plaza, alejándonos del murmullo del pueblo y las miradas inquisitivas.
Caminamos por un sendero apenas visible, internándonos en el denso bosque que rodeaba Cobre Muerto. El aire se volvió más fresco, el sonido de las hojas bajo nuestros pies, el único acompañante. Después de unos quince minutos, el bosque se abrió para revelar un lugar sacado de un cuento de hadas. Era un claro secreto, escondido entre cipreses centenarios y lengas retorcidas. Un pequeño manantial brotaba de las rocas, formando un arroyo cristalino que serpenteaba entre piedras cubiertas de musgo. El sol de la tarde se filtraba entre las copas de los árboles, creando una luz moteada y mágica. En el centro del claro, un único árbol, imponente y antiguo, se alzaba majestuoso, sus ramas extendiéndose como brazos protectores.
La Revelación de Martín
—Este es mi lugar secreto —dijo Martín con un tono de voz inusualmente suave, casi reverente, con la mirada perdida en la magnificencia del lugar.
La ironía de Laura... ¿cuánto sabía ella? Intenté ocultar mi vulnerabilidad con el sarcasmo, una sonrisa ladeada.
—¿Cuan secreto? ¿Laura conoce de esto?
Por un instante, un destello de dolor cruzó sus ojos, rápidamente reemplazado por una determinación serena.
—Ven, Elara —me dijo, tirando suavemente de mi mano hacia el centro del claro, hacia el pie del árbol ancestral—. Quiero hablarte de lo que significa este lugar para mí.
Nos sentamos en la base del árbol, la corteza rugosa contra mi espalda. El silencio del bosque nos envolvió, un silencio diferente al de mi departamento, lleno de vida y de verdades ancestrales. Martín miró hacia el cielo, sus ojos perdidos en las copas de los árboles.
—Este lugar... es el corazón de mi familia. De mi linaje como guardián. Es donde mis padres me trajeron cuando cumplí la edad para entender. Aquí, bajo este árbol, me dijeron que yo era el guardián. No solo de las tierras, no solo de los secretos del sueño... sino del legado. De la promesa. De la conexión —dijo con voz profunda, cargada de historia y emoción, sus ojos fijos en las copas de los árboles, como buscando las palabras en ellas.
Se volvió hacia mí, sus ojos intensos, revelando una vulnerabilidad que nunca le había visto.
—Y aquí, Elara, también me dijeron que, cuando llegara el momento, cuando estuviera seguro, trajera a la persona con la que querría compartir mi vida. A la persona con la que mi alma se sentaría bajo este árbol y juraría lealtad eterna, no solo al pueblo, sino a ella —dijo con sus ojos clavados en los míos, una intensidad que me desarmó, su voz ahora más suave, casi un susurro.
La Verdad del Corazón
¡Dios! ¿Qué me estaba diciendo? Mi mente científica, la que siempre buscaba la lógica, se rindió por completo. ¡Soy yo! Él me ama. ¡Él me ama como yo a él! Un torbellino de emociones me invadió, abrumador y dulce. Mis mejillas se encendieron, el corazón me latía desbocado.
—¿Qué dije? —me reproché en mi mente, sintiendo la oleada de amor que me desbordaba. Mis ojos se llenaron de lágrimas, lágrimas de asombro, de alivio, de una felicidad inmensa.
Lo amo. Sí, a quién quería engañar. Lo amaba. Y en ese claro secreto, bajo el árbol ancestral, en el corazón de la Patagonia, supe que mi vida nunca volvería a ser la misma. El secreto de Martín no era un enigma científico, sino una revelación de su corazón.