Los murmullos en el pueblo eran ahora altos y claros. La noticia de mi aceptación como guardiana, sellada bajo el árbol ancestral y confirmada por la misma luz que nos había envuelto, se había extendido como el viento patagónico. Sentía las miradas, no ya de recelo, sino de curiosidad y una incipiente aceptación. La Dra. Elara Vance se había ido, y la Guardiana Elara había llegado.
Laura no podía creerlo. La vi observándome desde la distancia, su rostro una máscara de incredulidad y rabia contenida. Su castillo de intrigas y celos se había desmoronado. No tardó en ir en busca de Martín, con una determinación furiosa grabada en sus facciones.
Lo encontró en la Casa del Concilio, revisando los mapas de las rondas de vigilancia. Laura entró sin llamar, sus ojos de fuego fijos en él.
La Confrontación de Laura
—¡Martín! ¿Cómo pudiste? ¿Una forastera? ¿Ella, guardiana? ¡Va en contra de todo lo que somos! —exclamó Laura con voz aguda y llena de indignación.
Martín mantuvo una expresión calmada, pero con una firmeza que hizo que Laura retrocediera un paso. Su voz era tranquila, pero con una autoridad inquebrantable.
—Laura, las decisiones ancestrales y del legado no son tuyas para cuestionar. La Guardiana Elara ha demostrado su lealtad al pueblo de una manera que pocos han hecho. Ha protegido nuestro secreto, ha renunciado a su propio mundo por nosotros. —¡Pero ella es de afuera! ¡Ella no entiende lo que significa nacer aquí, vivir aquí! ¡Yo he estado aquí toda mi vida! ¡Yo soy la que debería estar a tu lado! —respondió Laura con lágrimas brotando en sus ojos, su voz llena de desesperación y frustración.
Martín se puso de pie, su imponente figura dominando la pequeña oficina. Su mirada se endureció ligeramente, inquebrantable.
—Tu lealtad es valiosa, Laura, y tu servicio al pueblo es reconocido. Pero la lealtad al legado no es cuestión de nacimiento, sino de elección y de sacrificio. La conexión con la verdad no se hereda, se forja. Tú no eres nadie para cuestionar las decisiones de los ancianos y del mismo legado. Y mi vida personal no es asunto tuyo.
Lejos de conseguir lo que quería, Laura se encontró con un Martín inquebrantable, un Guardián que había elegido su camino y el de su pueblo, sin espacio para el rencor o las ambiciones personales. Salió de la oficina con el rostro descompuesto, sus esperanzas de poder e influencia pulverizadas.
La Aceptación de la Nueva Guardiana
Esa noche, el pueblo se reunió en la plaza principal. Las antorchas iluminaban los rostros, el sonido de flautas y tambores llenaba el aire. Era una celebración que no había visto desde mi llegada. Los ancianos, con sus rostros sabios y sus sonrisas cálidas, me invitaron al centro del círculo. La Dra. Ramos estaba allí, con una expresión de asombro apenas disimulado, y vi a Laura, en la periferia, observando con una mezcla de amargura y una curiosidad que no podía reprimir.
Martín, con los ojos brillando de orgullo, tomó mi mano y la alzó, su voz fuerte y clara, resonando por toda la plaza.
—Cobre Muerto —proclamó—, recibe hoy a la Guardiana Elara. Ella ha demostrado su lealtad, su sabiduría y su compromiso con nuestro legado. Que su presencia sea una luz en nuestro camino y un puente con el mundo exterior, manteniendo siempre la esencia de lo que somos.
La gente aplaudió, algunos con entusiasmo, otros con una aceptación cautelosa. Los niños me rodearon, sus ojos curiosos y sin prejuicios. Sentí una paz profunda, una pertenencia que nunca había experimentado. La Guardiana Elara había sido aceptada. Mi nueva vida había comenzado, y aunque el camino estuviera lleno de desafíos, ya no estaba sola. Estaba en Cobre Muerto, con Martín, y con un propósito que iba más allá de cualquier límite científico.