Guardianes Del Sueño

Capítulo 38: El Juramento de Sangre y Tierra

Martín, con voz profunda, cargada de una resolución dolorosa pero firme, continuó:

—Pero tienes razón. No puedo guardártelo más. Tú eres una Guardiana ahora. Eres mi Guardiana. Y el amor que nos une... es la única fuerza capaz de sostener la verdad, por terrible que sea.

El aire se volvió denso, cargado de una expectativa inmensa. Sabía que estaba a punto de cruzar el último umbral.

Lo que sea. Estamos juntos en esto. Tomé la mano de Martín, apretándola con toda la fuerza de mi nueva convicción. Lo miré a los ojos, una determinación inquebrantable reflejándose en los míos.

—Estamos juntos, Martín. Te acepté. Te amo con todo lo que sos, con todos tus secretos, y con las cosas que debes proteger. Si hay algo que pagar, lo haremos juntos. Lo que sea.

Ella era increíble. Mi todo. Él me devolvió la mirada, sus ojos se empañaron ligeramente, una emoción cruda que me partió el alma. Respiró hondo, como si se preparara para una carga inmensa.

—La flor, Elara —comenzó, su voz un susurro que apenas rompía el silencio de la noche—. La flor del Lago Espejo Chico... no solo induce la necesidad de conexión. Es una manifestación de la tierra misma. Cobre Muerto, y algunas otras comunidades aquí en la Patagonia, están construidas sobre venas telúricas, puntos de energía vital de la tierra. Estas venas emiten una vibración, una frecuencia, que es la que provoca la 'aversión ancestral' cuando se está solo.

Mis ojos se abrieron de par en par. ¿Venas telúricas? ¿La tierra misma? Esto es... enorme. Mi mente científica, aunque asombrada, empezaba a conectar puntos.

—Hace siglos, nuestros ancestros descubrieron que la flor de Espejo Chico, al ser procesada de cierta manera, podía amplificar esa conexión. No solo a nivel emocional, sino casi... físicamente. Permitió que nuestras mentes se sincronizaran en un nivel más profundo. Que los sueños se volvieran una red compartida. Que la soledad, incluso la física, fuera imposible. Esa era nuestra adaptación para sobrevivir en este entorno, para no enloquecer por la influencia de la tierra —dijo Martín, su voz ahora cargada con el peso de la historia, profunda y resonante.

Se detuvo, su mirada fija en mis ojos.

—Pero el secreto, Elara... la verdadera fuente de nuestra conexión, de la fuerza de Cobre Muerto, no es solo la flor o las venas telúricas. Es el Sacrificio del Guardián Mayor. Hace mucho tiempo, cuando la conexión comenzó a debilitarse y el pueblo corría peligro de enloquecer por el aislamiento, un Guardián Mayor se sacrificó. No murió. Se fusionó con la vena telúrica más poderosa bajo Cobre Muerto. Su conciencia, su energía, su amor por el pueblo, se convirtió en el ancla. En el corazón de la red de sueños. Él es el murmullo constante que nos une. Él es la razón por la que la aversión es tan fuerte: es la conciencia de nuestros ancestros llamándonos a la unidad.

Mi aliento quedó atrapado en mi garganta. ¿Fusión? ¿Un sacrificio ancestral? Era tan descabellado, tan ajeno a todo lo que conocía, que mi mente luchaba por procesarlo.

—Y el precio, Elara, es que cada cierto tiempo, el Guardián Mayor actual debe renovar esa fusión. No para fusionarse por completo, sino para fortalecer el vínculo, para inyectar su propia energía y mantener viva la red. Es un proceso doloroso, un traspaso de vida que asegura la continuidad de nuestra existencia. Mi padre lo hizo. Y ahora, soy yo quien debe hacerlo. Eso es lo que ocultaba. Ese es mi miedo. Y el peso de este legado —dijo Martín, mirándome con una profunda tristeza, la voz cargada de pesar.

Las palabras cayeron sobre mí como rocas. No era una enfermedad. No era una cura. Era una forma de existencia, mantenida por un sacrificio que se transmitía de generación en generación. Martín, el hombre al que amaba, estaba destinado a someterse a ese proceso. El Guardián de Cobre Muerto era, literalmente, el corazón latente del pueblo.

Mi rol como Guardiana, y mi relación con Martín, se transformaron en ese instante. Ya no era solo científica o amante. Era la depositaria de un secreto que trascendía la vida y la muerte, un secreto que implicaba un sacrificio incomprensible para el mundo exterior. Mi lealtad no era solo a él, sino al legado. A la vida misma de Cobre Muerto. El amor que sentía por Martín se hizo más profundo, más doloroso, pero también infinitamente más fuerte. Estábamos juntos en esto. Y si el precio era enfrentar una verdad tan abrumadora, lo haríamos, de la mano, hasta el final.



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En el texto hay: romance, fantasia

Editado: 14.07.2025

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