La humanidad cree que la realidad es solo lo que los ojos pueden ver, que todo termina cuando el cuerpo descansa. Que el sueño es solo un paréntesis, un eco sin peso, una ilusión pasajera antes del despertar. Algo que produce la mente basada en los últimos pensamientos antes de dormir. Nada más lejos de la realidad. Sin embargo, hubo quienes descubrieron que los sueños no eran simples ilusiones: había algo más, algo mucho más grande. Fue entonces cuando algunos humanos comenzaron a experimentar sueños distintos, en los que podían hacer cosas que en la Tierra eran imposibles; poco a poco ambos mundos se fueron conectando cada vez más.
Cuando los humanos cierran los ojos y la conciencia se debilita, no desaparecen: cruzan. No todos lo recuerdan. No todos lo comprenden. Y casi ninguno imagina que, mientras sueñan, su esencia viaja más lejos de lo que jamás podrían recorrer despiertos.
Porque la Tierra no es el único mundo que existe.
La Tierra es un mundo sólido, tangible, regido por leyes visibles y certezas aparentes. Aquí el tiempo avanza sin pausa, las ciudades crecen sobre ruinas antiguas y el ser humano lucha contra sí mismo tanto como contra el planeta que habita. Es un mundo cansado, un mundo que sus propios habitantes, los humanos, por su ambición desmedida, están destruyendo poco a poco y, conforme la humanidad avanza, el desgaste del mundo se acelera.
Las emociones humanas, la alegría, el miedo, la ambición, el amor, la desesperación… todas las emociones humanas se acumulan sin destino claro. Se reprimen, se ignoran, se olvidan. O eso creían los humanos; sin embargo, nada de eso se pierde realmente y no solo afecta la mente, la salud mental de la persona, sino que también trasciende a otro mundo. Cada pensamiento deja una huella. Cada sueño inconcluso, una grieta invisible. La humanidad no lo sabe, pero su mundo sostiene algo más que su propia existencia.
Mientras los cuerpos duermen, la conciencia se afloja de la materia. Y en ese instante, sin rituales ni portales visibles, el espíritu humano roza una frontera que no fue hecha para ser atravesada sin consecuencias.
Entre la Tierra y lo que existe más allá se alza El Umbral; no es un sueño, no es una ilusión, no es un simple punto de paso.
El Umbral es una frontera viva, un espacio físico y real, situado en un mundo distinto, donde convergen las fuerzas de ambos planetas. Es el límite que impide que la realidad se fracture, el punto más resistente de la existencia entre ambos mundos, diseñado para soportar presiones que destruirían cualquier otro lugar. Fue en este lugar donde se dio origen al Árbol del Mundo, una entidad mágica y espiritual cuyas raíces se extienden por todo el otro mundo llamado Límine y alcanzan también a la Tierra desde el Umbral. A través de ellas, las emociones humanas se filtran antes de tomar forma: magia, energía… y corrupción.
Durante eras incontables, el Árbol del Mundo existió como un pilar ancestral del equilibrio, sin voluntad propia, sosteniendo silenciosamente la conexión entre los mundos. Sin embargo, conforme los humanos se volvieron más conscientes de la existencia de Límine a través de sus sueños, el equilibrio comenzó a alterarse.
Algunos quedaron atrapados en Límine, entonces la magia del mundo se intensificó y el desbordante flujo de emociones humanas empezó a corromper a los seres que habitaban ese mundo. Así nacieron los seres corrompidos, también llamados corruptos o monstruos. Tanto humanos como criaturas de Límine cedieron al exceso de poder, al miedo, al odio y a la desesperación. Fue entonces cuando el Árbol del Mundo, colmado por aquella energía y sabiduría ancestral, despertó a una conciencia plena. Asumió un rol activo en el equilibrio de los mundos y comenzó a comunicarse con las criaturas de Límine, enseñándoles, a través de sueños y memorias, el uso de la magia. Pero no fue suficiente. Los seres corrompidos crecían en número y poder, amenazando con destruir ambos mundos. Desde El Umbral, el Árbol del Mundo buscó una solución definitiva, y la encontró en los mismos humanos que habían causado el desequilibrio, pero no cualquier humano podía servir.
Así nació el Don, una herramienta que permite a ciertos humanos entrar a Límine de forma consciente y voluntaria, no solo a través de los sueños. Aquellos que lo reciben pueden cruzar el Umbral con propósito y permanecer para combatir la corrupción de manera constante.
Desde ese momento, el Árbol del Mundo sería conocido en todo Límine como El Gran Sabio. A través del don, comenzó a elegir humanos de corazón y sentimientos puros para sostener el equilibrio entre la Tierra y Límine, los llamados Guardianes del Umbral.
El Umbral no pertenece por completo a ningún mundo y, sin embargo, lo sostiene todo. Si alguna vez llegara a caer, la Tierra y Límine caerían con él.
Más allá del Umbral existe Límine.
Un mundo tan vasto como la Tierra, separado por distancias que ningún instrumento humano podría medir. Un planeta completo, con cielos propios, tierras infinitas y leyes similares y a la vez distintas a las de la Tierra, donde la magia no es una anomalía, sino una parte natural de la existencia.
Con el paso del tiempo, Límine fue influenciado por el eco emocional de la humanidad, aunque nunca dependió de ella para existir. Allí, las emociones toman forma, positiva o negativa, hacen crecer el poder del mundo o corrompen.
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Editado: 18.12.2025