Guardianes Del VacÍo: La Prueba De Los Elegidos

CAPITULO X: El Quinto Día: Goles, Risas y Nuevas Amistades

El quinto día amaneció con una energía distinta, como si el aire mismo hubiera cambiado de composición durante la noche. Los grupos que antes se dividían entre las mesas de Valeria y las de Yarissa ahora formaban un solo círculo compacto en el corazón del salón, ocupando ese territorio neutral que nadie se había atrevido a reclamar antes. Las risas fluían sin dueño, pasando de boca en boca como un secreto alegre que todos compartían. Los comentarios sobre el partido anterior se mezclaban con bromas internas que solo ellos entendían, creando una atmósfera tan cálida que hasta la luz del sol que entraba por las ventanas parecía más dorada que de costumbre.

La clase de arte se transformó en un escenario perfecto para esta nueva dinámica. Kevin y Valeria, cada uno a su estilo, demostraban una habilidad natural con los lápices. Los trazos de Kevin eran precisos y técnicos, como si trabajara con planos arquitectónicos, mientras que Valeria añadía toques de expresividad que daban vida a sus creaciones. Al otro extremo de la mesa, Oswaldo y Lisbeth libraban una batalla épica contra el carboncillo y el papel. Lo que comenzó como un intento de naturaleza muerta -un jarrón con flores según las instrucciones de la profesora- se estaba convirtiendo en algo que desafiaba cualquier clasificación artística.

Zoe, siempre rápida con los comentarios, se inclinó sobre el hombro de Oswaldo con una sonrisa pícara: —¿Eso es un árbol o una espinaca mutante? —preguntó, señalando una forma abstracta que podía ser tanto un tallo como una criatura de pesadilla.

Oswaldo, con la frente arrugada en concentración y los dedos manchados de carbón, respondió sin levantar la vista: —Es arte abstracto, no lo entenderías —dijo, intentando mantener la seriedad mientras un murmullo de risas recorría el grupo.

Lisbeth, a su lado, examinó su propia obra con una mezcla de frustración y resignación. Su jarrón parecía inclinarse peligrosamente hacia un lado, como si estuviera intentando escapar del papel. Sin embargo, cuando Nadia pasó junto a ella y le dio un leve apretón en el hombro, algo en su expresión se suavizó. No importaba que sus habilidades artísticas fueran limitadas; lo que contaba era que, por primera vez en mucho tiempo, el proceso creativo era tan divertido como el resultado.

El profesor de arte, un hombre de pelo canoso y sonrisa permanente, observaba la escena desde su escritorio. Había visto cientos de grupos a lo largo de los años, pero reconocía cuando algo especial estaba surgiendo. No eran solo compañeros de clase, no eran solo un equipo de fútbol. Eran algo más difícil de definir, pero imposible de ignorar. Y mientras el sol de la mañana seguía bañando el salón, iluminando tanto los dibujos perfectos como los "abstractos", ese algo seguía creciendo, silencioso pero imparable, como las raíces de un árbol bajo la tierra.

El timbre del receso sonó como una liberación, y el grupo salió al pasillo en una masa compacta de risas y empujones suaves. Como imanes, fueron atraídos hacia las pizarras donde los encuentros del día estaban anunciados con letras temblorosas de tiza. Dos partidos destacaban entre los demás, haciendo que varias cabezas se inclinaran simultáneamente: 1A contra 1B, y justo debajo, 5A contra 1C. Un murmullo de anticipación recorrió el grupo.

José, siempre el primero en romper el hielo, se llevó las manos a la cabeza con dramatismo: —¡Uy, ya nos golearon! —exclamó, aunque su sonrisa traviesa delataba que no hablaba en serio. Luego, cambiando de tono, añadió con un guiño: —Pero lo que realmente quiero ver es la paliza que les van a dar al 1B.

Nadia, normalmente tan reservada, sorprendió a todos al levantar el puño con determinación: —Hoy ganamos, vamos con todo —declaró, y había un fuego inusual en sus ojos que contagió al resto.

Valeria ya estaba planeando la logística: —Prepararé las pancartas —anunció mientras hacía bocetos mentales de consignas y diseños. —Algo que realmente les duela cuando nos vean ganar.

El ambiente era una mezcla eléctrica de nerviosismo y excitación mientras se dirigían al cafetín. Las bromas seguían fluyendo, pero había una tensión palpable bajo la superficie, como la calma antes de una tormenta. Cada mordisco a sus bocadillos, cada sorbo de jugo, sabía a anticipación. El aire mismo parecía vibrar con la promesa de lo que vendría esa tarde.

Cuando llegó el momento de los partidos, el primero en disputarse fue el 1C contra el temido 5A. Contra todo pronóstico, el marcador final mostró un respetable 2-1 a favor de los de quinto año.

—Al menos no fue goleada —comentó José filosóficamente mientras se unía al grupo principal, recibiendo palmadas de consuelo por su esfuerzo.

El siguiente encuentro, entre 3A y 5C, terminó con una victoria contundente de los mayores por 3-0. Cada partido que pasaba era como una gota más en un vaso que estaba a punto de rebalsar. Las miradas se volvían más frecuentes hacia el reloj, los comentarios más cortos, los gestos más nerviosos. El partido estelar, el que todos esperaban, estaba a punto de comenzar. En las gradas, las pancartas de Valeria brillaban bajo el sol de la tarde, listas para la batalla. El aire olía a césped recién cortado y anticipación, y en algún lugar entre esos aromas, flotaba la pregunta que todos se hacían: ¿Quién se llevaría la gloria esta vez?

El silbato inicial apenas había dejado de resonar cuando el 1B sorprendió a todos con un gol tempranero al minuto 3. La pelota se coló entre los defensas como un fantasma y venció a Cristian con una precisión cruel. Las gradas del 1B estallaron en una coreografía de burlas organizadas, ondeando camisetas y coreando predicciones de humillación inminente. Pero el 1A, lejos de amedrentarse, encontró en esos insultos el combustible para su respuesta.

Los gritos de apoyo desde su barra técnica eran un muro de sonido ininterrumpido. Yarissa lideraba el coro con los puños apretados, mientras Valeria agitaba las pancartas como estandartes de guerra. Fue en ese clima electrizante que Alexander recibió un pase milimétrico de Lucas y, sin pensarlo dos veces, descargó un disparo que silbó en el aire antes de estrellarse contra la red. El empate no solo llegó, sino que lo hizo con una autoridad que dejó un silencio incómodo en las gradas rivales.




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