Guardianes: Los héroes aztecas.

CAPITULO 1

Desde niño he escuchado una voz de un hombre que me indica que haga algo, jamás lo he hecho y al contrario tomaba pastillas para callar la voz que me atormenta, mi madre decía que con la edad se me iba a pasar, pero nada lograba callarlo. Cada día aumentaba hasta que aprendí a vivir con ello, aprendí a ignorarlo, y con ello aprendí a ver todo en colores apagados, como si todo siempre estuviera nublado. Mi hermana me revuelve el cabello, mientras me sirvo mi cereal, ella se estaba recibiendo de la carrera de medicina, por lo que no era raro apenas verla llegar, pero aun así ella desayunaba conmigo y después me llevaba a la escuela.

Veo a mi padre que llega del trabajo malhumorado, pues, ni los buenos días nos dice y entra directo a bañarse para después irse a dormir, mi hermana me da la mano para que no le tome importancia, mi padre trabajaba en una fábrica de noche.

Mientras tanto mi madre vendía comida en la mañana, pero a diferencia de mi padre, mi madre amaba trabajar. Las pocas veces que la miraba era cuando me levantaba en la madrugada para tomar agua y ella estaba haciendo la comida para vender, eran buenos padres ante mis ojos.

—No le tomes importancia. Termina de comer para llevarte a la escuela — Me dice mientras termino de comer y lavar los platos, no era una persona de muchas palabras, por lo que lo hago mejor es quedarme callado y hacer lo que me dijeran sin rechistar. Al subirme al carro, ella me da dinero —. No le digas a mamá.

—Tú lo ocupas más — Le digo mientras lo guardo en su bolsa, ella estaba más que cansada porque ni siquiera discutió, asintió con la cabeza y guardo todo.

—¿Aún escuchas las voces? — Me pregunta en un alto, me quedo callado mientras trato de escucharme a mí mismo, solo sonaba como interferencia en mi cerebro, era como cuando hacía viento y se movía la antena de la televisión.

—Está callado, últimamente no ha dicho mucho — Le contesto poniendo el carro en marcha, llegamos a la escuela, y sin decir mucho salgo del carro para ponerme audífonos, mi hermana me jala de la camisa para marcarme un beso en el cachete —. Rosa, me vas a dejar tu labial del mercado.

—¿Cuál barato, insecto? — Se enoja y me comienzo a reír —. Sonríe, si te vas de malhumor malas cosas pasarán.

Me quito el labial mientras sonrió para ella, pero esta desaparece al mirar como el maldito pelos de zanahoria me para el dedo, al pasar a su lado este me agarrara de la blusa para estrellarme contra la pared, y jalarme los audífonos de lado.

—Tu padre volvió a hacer que regañen al mío — Sonrío por un segundo antes de ver su ojo morado, este me estrella nuevamente, mientras que un prefecto pasa de largo, las personas que nos miraban pensaban que era entretenimiento gratis.

—Pues tu padre no debería ser tan incompetente — Siento un puñetazo en mi cara, mientras que una chica con uniforme de la porra se acerca a Marcos.

—Amor, vámonos ya déjalo — Lucía, su uniforme azul marino perfectamente planchado, su coleta alta castaña cae por ambos hombros mientras capta miles de miradas, ¿Cómo alguien como ella podía estar con alguien como él?

—Maldito marica — Me suelta mientras me limpio la sangre, esta chica me da su pañuelo rosa de fresas, mientras gesticula “Lo siento”.

—Eso me sonó a envidia, pelos de mazorca — Este se trata de regresar, pero un maestro miraba el ruido. Este me hace su típica seña para indicar que nos veríamos a la hora de salida.

—Sí que eres un suicida — Llega Silas sonriendo mientras me ayuda a ponerme de pie.

—¿Cómo es que ella puede estar con un pendejo como lo es Marcos? — Digo mientras limpio la sangre de mis labios.

—Idiotas traen a idiotas, es la ley de la atracción — Comenzaría a quejarse de todo lo malo, mientras miro como ella deja a Marcos en su salón y camina a unos cuantos pasos de nosotros, tenía el pelo enredado en su broche, y el maquillaje no había cubierto por completo su cara.

—Deja de mirarla así, pensarás que eres un acosador — Me dice mientras me empuja.

—¿Qué quieres que haga? Ambos vamos a la misma clase — Le contesto con un pie dentro del salón de ciencias, era primera hora por lo que me tocaba estar en el laboratorio.

—Te veo después — Ambos nos despedimos para entrar por completo al salón, ella ya se encontraba sentada en los últimos lugares del salón, me siento a su lado, pues es el único disponible, además el correspondiente, nos ponemos nuestros cubrebocas mientras el maestro entra a explicar la mitosis.

—¿Estás bien? — Me pregunta sin despegar la vista.

—Sí, no fue nada. Me podrías recordar ¿Por qué sigues con él? — Le pregunto algo molesto, ella era mi amiga desde los 5 años, a pesar de que ella se mudó de ciudad pareció ser que mi familia la siguió y nos volvemos a encontrar en este sitio. No había día que me arrepienta de pedirle que actuemos como desconocidos —. Por cierto, traes el cabello enredado en tu broche. Esta se lo quita despeinándose un poco, pero nada que su kit de maquillaje arregle.

—Por estúpida, he tratado de terminarlo, pero no sabes cuánto duele… — Veo como saca una servilleta para limpiarse más lágrimas que se escapan, me volteo, odiaba ver a las mujeres llorar, me traía malos recuerdos —. ¿Y tú también? ¿Por qué lo provocas?




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