Guardianes [secuela de «mi ladrona»]

Capítulo 27: La historia tras una amistad (Parte 1)

Sus párpados estaban tan pesados, no escuchaba nada, sus sentidos estaban tan dormidos que temió conocer a la muerte, pero poco a poco comenzó a a sentir, siente su cuerpo adolorido, siente la humedad en su rostro, y huele el aroma ligero a pasto; intenta mover su cuerpo, sus hombros, se remueve en el suelo.

Abre lentamente los ojos, lo primero en su visión es algo verde, pasto, está ligeramente mojado; con dificultad se sienta en el piso y luego de dar una vista panorámica reconoce el lugar y se da cuenta de dónde está.

El pasto virgen en el suelo, los grandes árboles que impiden la entrada de mucha luz solar, el casi completo silencio a su alrededor, la parcial neblina que le impide ver más allá de unos metros de distancia, el ambiente denso y ciertamente aterrador que le rodea junto con los naturales árboles de rosas.

No le cabe duda, este es…

—El Bosque Leinad —Susurra pasando sus manos por su teñido pelo rojo.

[…]

—Mamá ¿Puedo salir a jugar? —La vocecita de una pequeña interroga a su madre, que está en la cocina tomándose un jugo de limón.

Su madre, la Alfa de la manada, sonríe al ver su cachorra, una joven licántropa de no más de nueve años, observa a su madre esperando impaciente la respuesta.

—Mmm no lo sé —Piensa su madre, se acuclilla al frente de su hija, con aire divertido, su cachorra la mira con ojitos suplicantes.

—Porfa mami, déjame ir —Pide juntando sus manitas, le ruega a la diosa Luna que por favor su mami le deje salir a jugar.

—Esta bien —Accede con una pequeña sonrisa. Su hija también sonríe, y le da un abrazo a su madre—, primero ve a buscar tu abrigo, que la tarde está un poco fría —le dice a su hija y ella obedece.

La jovencita de no más de nueve años corre a su habitación y se pone su abrigo rojo junto con su mochila del mismo color y con las correas marrones. Baja las escaleras rápidamente y luego de unos tropezones, llega a donde su madre para despedirse de ella.

—¡No te vayas muy lejos, cachorra! —Le grita antes de que su hija saliera de la casa corriendo.

Tiene mucha energía —dice su loba en su interior soltando una pequeña risita.

—Si, va a ser una licántropa muy fuerte cuando crezca —le responde a su loba, viendo la puerta por donde su hija se fue corriendo.

La niña iba saltando y corriendo por la manada, los licántropos que la veían pasar la saludaban con entusiasmo, la pequeña respondía el saludo y seguía su camino hasta salir de la manada.

—Pasando a los hombres lobos, y cruzando la gran cascada, después de los árboles de pinos, y las pequeñas flores amarillas, verás una niebla oscura que te impide pasar, ponte tú careta blanca y nada te impedirá cruzar.

Recitaba una y otra vez la pequeña licántropa caminando por el bosque cuando salió de los límites de la manada, el sonido del agua caer le hizo sonreír. Unos pajarillos comenzaron a cantar y ella alzó la mirada para ver a las aves con sus nidos en las ramas de los jóvenes pinos.

Paso por un pequeño claro dónde crecían muchos arbustos de flores canarias, agarro una de esas flores y siguió su camino; unos minutos después detuvo su andar al llegar al límite del terreno Alyak. Frente a ella, el bosque seguía, pero había algo diferente, la neblina, no es tan densa como para evitar que ella viera lo que había más allá, pero sí lo suficiente como para mirar con claridad.

Saco de su mochila la careta que tenía en ella, una careta blanca, con detalles rojos, una imitación casi perfecta de la que tenía su madre. Suspiro profundo y… luego de ponerse la máscara, entro al Bosque Leinad, sin saber lo que le pasaría después.

 

Pov: Kayla

Una vez, cuando tenía nueve años, me perdí en el bosque. No fue en cualquier bosque, fue en el Bosque Leinad, en ese entonces acostumbraba a pasarme por los límites de ese bosque, jugando a que un día entraría y conocería los secretos que allí habitan.

Habían leyendas de que si entrabas no podías salir, que quedabas atrapado para siempre, condenado a vivir en soledad, a todos los niños le asusto, pero a mí no, esas leyendas no hicieron más que incentivar mis ganas de ir.

Pensaba que, si usaba una careta blanca que ocultara mi identidad no podía convertirme en monstruo, así que un día entre, pero… no pude salir.

Para una niña, que no sabía nada de ese lugar, el tiempo pasaba de una manera diferente, me perdí entre los árboles y la ligera neblina me confundía cada vez más, las rosas rojas eran el único color que resaltaba.

Hasta que… un gruñido me alertó y al girarme, un lobo, de color tan negro y tan profundo que pensé que era irreal, pero ahí estaba mirándome con unos ojos rojos llameantes de furia y curiosidad, los que pasó después… es un secreto.

Pov: Narrador.

Pasa sus manos por su pelo teñido una vez más, y por acto impulsivo lleva una de sus manos al cuello donde debería estar una cadena con una pétalo de rosa chamuscado y cristalizado; se altera al no tener su collar.

—¿Qué? No ¿Dónde está? —Comienza a lanzar preguntas al aire esperando que alguien le responda y le diga la razón de porqué no tiene su collar, nunca se lo quita, y la última vez lo tenía consigo.

Se pregunta también por Marcos y Nadia, tiene tantas preguntas que no tienen respuestas. Se levanta tambaleante y decide ir a buscar a sus amigos cuando una voz familiar le detiene.

—Hola, Kayla ¿Buscabas esto? —La licántropa se gira y en las manos de aquella persona que conoce se encontraba su collar.

[…]

Aidan abre los ojos exaltado, confundido y realmente preocupado, no sabe dónde está, los olores a su alrededor no son nada familiares, lo único que puede notar son árboles, algunos de ellos tienen espinas y unas flores rojas que nunca antes había visto.

—¿Rosas? —Se pregunta al no reconocerlas, la información cae sobre él como sol ardiente— Estoy en el Bosque Leinad ¿Cómo llegué aquí?



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En el texto hay: confianza, lobos vampiros brujos

Editado: 11.09.2022

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