La hora de irse a la cama para pequeña niña de la casa ya había pasado mientras compartía con sus padres en la sala frente a la televisión, ya casi estaba dormida cuando su padre la levantó y la llevó a su habitación. Colocó a su hija en la cama, pero rápidamente esta recuperó energías.
—Volvamos, no ha terminado la película —dijo dulce, mientras tomaba la mano de su padre para volver a la sala, pero frente a ella en la puerta estaba su madre.
—La terminaremos mañana —respondió suavemente el padre con una sonrisa mientras volvía a poner en la cama a su pequeña.
—Tiene razón, mañana la terminaremos. Es importante que duermas, mañana tienes clases.
La niña suspiró con desilusión y se arropó con las sábanas. Era una niña tan educada, obediente y paciente para su edad, como si en su mente fuera una persona mayor, nunca desde su nacimiento se había comportado realmente como una niña de su edad. Siempre pareció comprender las órdenes que recibía, parecía entender razones, cosa que no era común en los niños. Nunca hizo un escándalo, nunca tuvo un arrebato por caprichos, esa niña era el sueño de todos los padres y los suyos más que nada estaban felices y orgullosos de la pequeña que estaban criando.
—¿Quien me llevará mañana? —preguntó la niña aprovechando que sus padres estaban ahí.
—Acaso... ¿estás tratando de hacernos discutir para entretenerte y que permanezcas despierta? —preguntó la madre sonriendo con los ojos entre cerrados.
—¿Yo? Jamás —respondió y los tres rieron levemente.
—Yo te llevaré —dijo la madre.
—Pero yo... —quiso decir el padre.
—No, no. Ya te gané. Ahora, dejemos a esta jovencita para que duerma —la mujer depositó un beso en la frente de su niña y la miró a los ojos —. Te amo Krista, nunca dudes.
—Yo también te amo —dijo el hombre a la vez que su esposa se erguía. Ambos se dirigían a la puerta.
—También los amo... —les dijo Krista cuando ya estaban cerrando la puerta de su habitación.
La chica se quedó en la cama mirando al techo, no podía dormir ahora, quizá había perdido las ganas de dormir por quedarse con la intriga de qué pasaría en la película que estaba viendo previamente con sus padres, o quizá era otra cosa.
Prendió una lámpara y tomó un libro delgado que siempre tenía a mano, era su libro favorito. Amaba las historias que contaban las páginas, hechiceras con el poder de transformar en perros a quienes eran traicioneros, aves gigantes que cuidaban a los navegantes... toda esa aventura era fascinante para la niña. Habían pasado un par de horas, casi eran las doce de la noche cuando comenzó a sentir un poco de sueño. Marcó la página donde había quedado y se volvió a acostar. Cerraba sus ojos y sentía como el sueño poco a poco se apoderaba de su cuerpo y en menos de diez minutos logró conciliar el sueño.
A los pocos minutos el cuerpo dormido de la muchachita comenzó a moverse de forma incómoda, su piel sudaba y su respiración cada vez era más y más irregular, su rostro se deformaba en muecas... hasta que de un momento a otro, agresivamente su cuerpo se levantó y ella comenzó a gritar mientras sus manos presionaban su cabeza. Sus gritos eran desgarradores y excesivamente ruidosos, pudieron escucharse con facilidad en diez calles.
Los padres entraron rápidamente a la habitación de Krista luchando contra el dolor de oídos que los gritos de su hija les provocaban. Intentaron hablarle, pero no servía, la niña seguía gritando y ahora muchas lágrimas salían de sus ojos. Sus gritos duraron por unos cinco minutos hasta que comenzó a hablar dolidamente.
—¡Haz que paren! Por favor... me lastiman, ¡Paren! ¡PAREN! ¡CALLENSE! Mamá, papá, apaguen las voces de sus cabezas, por favor, por favor. Duele.
—¿De qué hablas? Krista, cariño ¿qué te sucede? Ender, llama una ambulancia —decía desesperado el padre.
—¡Eso hago, Kreist!
—Dejen de hacerlo... —la mirada de Krista se posó en sus padres con furia —¡DEJEN DE PENSAR! —les gritó y una onda de sonido brotó de ella e impactó contra sus padres.
Ender y Kreist quedaron inconscientes en el suelo mientras su hija, Krista, seguía sufriendo sobre su cama.
La cabeza de la niña hervía, sentía todas sus venas bombear sangre caliente con rapidez, sentía su cabeza a nada de estallar y todas las voces ahí dentro la atormentaban. No podía soportarlo, prefería arrancarse la cabeza y dejar de oír tantas voces, era una constante tortura. Se sentía en el borde, cuando una mujer desconocida se apareció en el marco de su puerta y se acercó con paso acelerado a la niña.
—Calma —susurró y puso sus manos alrededor de la cabeza de Krista, y al instante, todas las voces de la cabeza de la niña se ahogaron.
—¿Quien...? ¿Cómo...? ¡Mamá, Papá! —intentó acercarse, pero la mujer la tomó por el brazo.
—Estarán bien, Krista.
—¿Como sabe mi nombre? Suelteme, usted...
—Hay mucho que debes saber, pero debo esperar a que ellos despierten. No te preocupes, tu impulso fue con miedo a lastimarlos, así que no fue tan fuerte —trató de explicar la desconocida, pero Krista estaba aturdida por todo lo que había sucedido y su mente estaba confusa.
—¿Qué fue lo que hice? No está bien, yo no...
Krista intentó salir nuevamente la cama, pero con un toque en su frente, la mujer la hizo caer en un profundo sueño mientras no apartaba sus ojos de ella con el ceño fruncido.
Krista era diferente a todo lo que ella había conocido, la forma en que sus poderes despertaron, su edad avanzada... usualmente cuando los poderes de un guardián despertaban era a la edad de uno o dos años, pero Krista, ella tenía casi nueve años y la cantidad de energía que ella desprendía era extraña, inusual. Todo aquello solo podía apuntar a una cosa, aquella niña no era una guardiana normal y aquello representaba problemas. Grandes problemas.
La mujer pensó en dejarla ahí, desaparecer aquellos recuerdos de todos y bloquear los poderes de la niña, pero cuando lo intentó, la energía de Krista se alborotó en tal escala que abrumó a la desconocida.
Editado: 17.09.2021