Con su caja de zapatos bajo el brazo y su fiel compañero canino están deseosos de llegar a su destino. A este hombre, mujer, niño, adulto, humano, androide o lo que sea que fuere, a pesar de que sus holgadas ropas negras no dejan ver nada más que un par de ojos enigmáticos, se lo nota sonriente y alegre; ansioso de encontrar ese lugar preciado que hace tanto no visitaba.
Meep. El café que siempre está dispuesto a aceptarlo como parte de la comunidad. Aunque cualquier ser humano y androide en la tierra no dudaría en alejarse de tal ser extraño y sospechoso, allí se siente realmente como en casa.
Alpha, la sombra negra que se acerca al Centro de Todo lo Tecnológico, ve a lo lejos (realmente muy lejos) el tan esperado café, ubicado muy cerca del límite de las periferias que Alpha ronda en estos momentos. Éste mira de manera cómplice a Beta, su fiel perro acompañante, y empieza a tararear una alegre melodía, cosa que hace frecuentemente. Mientras éstos caminan tendré tiempo de aclarar ciertas cosas. Beta no es un perro ordinario, nadie que se encuentre con este personaje enigmático podría serlo. Este perro, a diferencia de los demás, tiene cuatro patas, completamente disímiles a las ruedas de la gran mayoría. Es un misterio y seguramente un gran sujeto de pruebas, pero para Alpha no es más que su mejor amigo.
Una vez dentro del Centro de Todo lo Tecnológico, Alpha y Beta miran asombrados las altas edificaciones, tan grandes que Alpha se siente insignificante por un instante. Los humanos y androides (básicamente humanos) los miran curiosos y, según pensaba Alpha, como si fuera una cálida bienvenida a la ciudad, pero en realidad es todo lo contrario; aquí en el Centro la gente es muy reservada y es fácil reconocer a un forastero entre tantos lujos. La población del Centro es muy reacia a congeniar con los de las periferias (en esencia, adonde no llega la "civilización"). A pesar de que Alpha viene desde las periferias en estos momentos, él suele transitar por la ciudad con frecuencia, lo cual no le impide verse completamente fuera de lugar. Pero a Alpha no le importa, ahora mismo en lo único que piensa es en visitar su segundo hogar. Meep. ¿O tal vez su único hogar?
Un bello sonido de campanas indica que alguien entró al café, Alpha, en este caso. Se acerca a una mesa, deja su caja de zapatos y se sienta; no sin antes dar un rodeo completo a la mesa y luego a la silla. Rápidamente se acerca una camarera, en cuyo delantal se puede ver con claridad el nombre de Mei. Esta completamente alegre y sonriente camarera le habla como a un viejo amigo, un hijo, sobrino o mascota, aunque en verdad sea un sujeto vestido de pies a cabeza de negro, con una extraña caja que lleva a todos lados, con un perro muy diferente a los demás y una melodía que no deja de tararear si es que no quiere hacerlo. ¿Estamos seguros de que Alpha sigue siendo el más extraño de los dos?
–¡Alpha! ¿Lo de siempre? Hace tiempo no te veía por aquí.
Alpha hace unas señas con su cuerpo, como las que hacen los mudos para comunicarse, pero con una ligera diferencia: No parecen tener lógica ni significado.
–¡Oh! Llegaron unas croquetas para perros completamente nuevas, seguro vas a querer algunas. ¿O no Beta?
Beta ladra, Alpha hace algunas otras señas, tal vez azarosas, y Mei plenamente convencida de haber comprendido todo anota en la libreta un café y las croquetas especiales (sí, especiales, porque nadie más compra croquetas para perros en un café). Luego de un momento esta vuelve con el pedido, se sienta a la mesa y se dispone a mirarlos.
La siguiente secuencia tal vez sea demasiado extraña para algunos, pero es completamente cierta. Una vez que Alpha toma la taza de café, arroja todo su contenido en su caja de zapatos. Esta no parece sufrir de ninguna manera al entrar en contacto con el café caliente (¿Cómo? Ni idea). Beta, mientras tanto, mastica como si no hubiera comido en días, lo cual no puedo asegurar no sea cierto. Como lo notaron, Alpha no suelta ningún sonido de su persona a excepción de su melodía característica. Cosa a sumar a su extensa lista de elementos por la cual sería difícil confiar en él.
Luego de un momento estos entablan una conversación, o al menos así atino a llamarla, ya que no se cómo podrían denominarse tan anormales actos. Alpha hace extraños e incomprensibles movimientos con el cuerpo; Mei asiente, se sorprende y hasta contesta varias de las señas con algún "¿En serio?" o "No puedo creerlo". Realmente uno no puede estar seguro si es que Mei entiende lo que intenta decirle o sólo lo hace para quedar bien, ni tampoco cuál de las dos cosas es más alarmante. Rápidamente al terminar de hablar, Mei se larga y continúa con su trabajo, mientras Alpha y Beta, se van del lugar no sin antes disfrutar del bello sonido de las campanas de la puerta.