El sublime paisaje con el cual decía tantos dulces aromas y tan amargas verdades; con el cual expresaba todo lo que tenía dentro de ese artificial cuerpo, hoy se presenta carmesí; aquel panorama se mueve y suelta las primeras palabras que oiría este día.
–Buenos días, dormilón –Dijo con ese rojo intenso –Deberías levantarte, no querrás llegar tarde a buscar a los niños.
Mi respuesta son una serie de gruñidos muy parecidos a un canino que sufre algún tipo de enfermedad terminal y que parece que se encuentra cerca del final, por lo que no intenta entablar una conversación más compleja conmigo. Con un movimiento fugaz abre las cortinas que dan a la calle y la luz del sol cae sobre mis ojos aún sedientos de obscuro. La mujer se convierte en silueta, y la silueta abandona la ventana. Antes de marcharse, ella se acerca mientras yo intento escapar de la luz cual insecto rastrero en busca de las sobras del día anterior al encontrarse con un esplendor igual a este, pero sin éxito. Aproxima su cuerpo y apoya ese rojo en mis labios; se retira irradiando aún más luz que el brillo de la radiante mañana mientras yo escapo de mis deberes recostado en la cama.
Aproximadamente a la una de la tarde, salgo de casa con un paso fuerte y constante; mi destino no es lejano, tanto que decido ir a pie. En veinte minutos estaría en frente de mis hijos en la puerta de la escuela, ellos vendrían corriendo y yo los atraparía en mis brazos (o así me gusta imaginarlo). Mis pasos ligeros siempre al mismo ritmo, casi como un cronómetro totalmente calculado en el que se oiría una campana al momento de llegar a mi destino, se detienen no más de unos segundos; es el calor que emana del foco de luz intensa que surge todas las mañanas y que mueve los hilos en mi hipocampo; es el resplandeciente sol que trae a mi cabeza momentos antiguos. Estos momentos muestran a un hombre trabajador y apasionado, tiene mi mismo nombre y se ve como yo; pero no puedo asegurar que ese hombre siga vivo en mi cuerpo.
La historia de este hombre que luchaba para arreglar una imperfección en el mundo de la cual no se podía estar seguro de que existiera, pero una corazonada, intuición o lo que fuere le impedía alejarse de aquel trabajo; el trabajo de su vida, el trabajo por el cual decidió ser quien es. No importaba cuánto se esforzara, parecía un callejón sin salida. Sus teorías e ideas existían, podía estar seguro que no sólo en su cabeza; existían. Pero sin pruebas, no hay avances; sin avances, no hay fondos; sin fondos, no hay investigación, sin investigación, no hay trabajo. En resumen: Estoy desempleado. Debo aclarar que debería ser capaz de conseguir un trabajo sin demasiadas complicaciones, pero lo que no me sobra es entusiasmo, no como antes.
Y esa reflexión de unos segundos me hizo ajustar a mi cronómetro, así llegaría a tiempo; pero aquel traspié no era tal, mi camino tendrá baches mayores.
Una gran cantidad de hombres y mujeres, dan unos "gritos de guerra" y comienzan a dar mis mismos pasos, pero no tardo en notar que su cronometro funciona más acelerado que el mío, por lo que no tengo otra opción más que apurar el ritmo para no ser atrapado. Unos manifestantes deciden perseguirme al reconocerme. Sus carteles más notorios dicen cosas como: "Nuestra carne es la verdadera carne", "No existe vida fuera del hombre" y alguno que llego a ojear que dice algo sobre algún tipo de comestible (Aunque dudo de este último cartel), ya es demasiado que haya notado esas pancartas en esta situación.
Yo represento a todo lo contrario por lo que estos hombres se manifiestan. Es por eso que mi segundo bache me obliga a darles conocimiento de ese hombre que les he mencionado. Un ser creado de forma biológica, en este caso, yo; y un ser artificial, un robot, un androide, lo que para muchos no es más que una herramienta, un juguete o un simple muñeco, en este caso, mi esposa. Los avances tecnológicos gritaron y crearon robots que dejaban de serlo para convertirse en humanos.
En ese momento, todo era un cuento de hadas; un joven de veinte años conoció a una chica dos años menor y comenzaron a salir. El joven descubrió la verdad, pero para sorpresa de todos decidieron casarse de todas formas (qué le voy a hacer, soy un romántico); los primeros en establecer una relación mixta como ésta y la primera creación híbrida. En resumen, estoy casado con un robot y por eso soy la cara del "enemigo" para estos individuos.
Corro sin un destino fijo, sólo corro. Ya estoy algo cansado, llevo corriendo un buen rato, tanto que estoy saliendo del Centro, aunque no estaba demasiado alejado de los limites (debo aclarar que mi estado físico no es el mejor para este tipo de maratones). Sin embargo reconozco un lugar y ahí dirijo mi humanidad. Es el café Meep.
La multitud se ve a lo lejos. Yo, parado a la puerta, dudoso de si es buena decisión esconderme allí, ciertamente no quiero traerle los problemas a nadie. En ese momento una suave y delicada mano estira de mí con suficiente fuerza como para hacerme perder el equilibrio y caer por la puerta.
Me empiezo a frotar al cabeza. Mientras trato de calmar ese dolor punzante escucho un gemido de dolor que reacciona a mi movimiento.
–¡Ay! ¡Estás aplastándome!
Dijo una voz de mujer; yo, algo confundido, comprendo que se dirige hacia mí. Rápidamente me muevo y la ayudo a levantarse. Cuando se reincorpora reconozco su rostro. Su nombre es Mei, es la mesera más carismática del café, y por consecuente la favorita de todos.
–Lo siento, Mei –Le dije mientras nos acomodábamos la ropa que se había desarreglado tras mi aterrizaje –No era mi intención.
–¿No vas a contarme que está pasando ahí afuera?
Ignorando por completo la situación y con su característica cara plástica que parece que no puede alterar por mayor esfuerzo que ejerza, camina hacia una mesa; la sigo y ella se sienta, se apoya en su mano preparada para oír la mejor historia de su vida con su sonrisa que aún no puede quitar de su rostro (aunque no es como si ella quisiera intentar deshacerse de ella, es solo que me parece que luego de un tiempo, alguien normal dejaría de sonreír de esa manera), y de esa forma no te da muchas opciones más que hacer lo que te pide; por lo que casi me siento mal al decepcionarla.
–Sólo pasé por el lugar equivocado...
A lo que mis ojos se distraen y no pasa desapercibido mi divague; mis pupilas se estancan en un individuo de un raro semblante. No noto su cara (la trae tapada con un pasamontañas, aunque hace mucho tiempo que no se pasa frio en casi ningún lugar del planeta), pero no tardo en notar un aura de tristeza. No soy consciente del lapso que tardo en caer a la realidad; o en realidad el que tardo en ser derribado a ella.
–Se llama Alpha –Me dijo como leyéndome la mente –No quiere hablar con nosotros, no sé cómo ayudar. Tal vez deberías hablarle.
Un poco desconfiado por la "recomendación" de esta chica, avanzo hacia la mesa de este sujeto. Cuando me siento al lado ni siquiera intenta verme. Para lo que a él respecta no existo. Como si estuviera obligado, comencé a hablarle, a convencerlo con mi improvisado monólogo.
–Soy un desconocido y no tengo por qué decirte esto. –Introduje mientras me acomodaba en la silla, él se mantiene distante a mis palabras –Realmente no tengo motivos para convencerte de hablar, ni las herramientas; tampoco sé si al saberlo algo cambiaría, pero te aseguro que todo se hará más fácil si lo cuentas.
Sinceramente, un pésimo discurso. No podía decir nada más, no tenía información o un apego a este sujeto, no tenía motivaciones para ayudarlo. Sólo dije eso como para complacer a Mei que, como siempre, termina consiguiendo lo que quiere con su "Arma de control mental". Para mi sorpresa, el sujeto comienza a hacer unos movimientos con sus brazos, lo que por alguna razón no puedo dejar de entender como una forma de comunicación (ninguna que yo conociera, ni remotamente. Se veía completamente distinto al lenguaje de señas tradicional). Aún así no entendí nada de lo que quería comunicarme. Al mirar a la mesa, veo una servilleta escrita: "Alguien se llevó a Beta".
Algo desconcertado, le paso la servilleta a Mei, que se había acercado a la mesa detrás de mí, y ésta comprendiendo de inmediato, aunque ignorando por completo la servilleta, le dice:
–Luego te ayudaremos a buscarlo.
Y le da la mueca más grande que puede lograr, aunque por momentos pareciera que va a sonreír más de lo que su capacidad física le permite. Al comprender la situación le digo a Mei algo enfadado:
–Tú escribiste esa nota ¿Verdad?
–Sí.
–Si ya sabías todo desde un principio ¿Por qué no lo dijiste?
–Bueno, honestamente no quería arruinar el momento, le da como un toque más misterioso a la situación ¿Sabes? Además era cierto que no habla con nosotros...
La ignoro, me parece imposible contrarrestar tal respuesta; no tiene sentido. No puedo discutir con eso. Agarro por el hombro a "Alpha", este se precipita como un niño autista sin emitir ningún sonido y digo unas palabras que quiero no arrepentirme de pronunciar (Esta decisión es casi como para escapar de Mei, o tal vez una vez más caigo en una de sus trampas).
–Vamos a buscarlo.
Sonrío y me dirijo a la puerta; atrás Alpha, un poco más animado que antes, aunque no saltaba de euforia, me sigue. A lo que escucho la chillona voz de Mei:
–¡Red! –Y agacho la cabeza como escapando al llamado de mi nombre, me doy la vuelta y espero que sea rápido –Al final no me dijiste que estabas haciendo...
Y mi deseo se hizo realidad, no le contesto nada y olvido por completo a nuestro enigmático compañero. Corro hacia Mei, le doy un beso en la mejilla y se queda petrificada (como cualquiera a tal inesperada reacción, supongo), mientras paso por la puerta y se escuchan unas pequeñas campanitas que resuenan casi sin sentido por mi estrepitoso movimiento a través de la misma, grito un "Gracias" que se pierde la mitad por fuera del edificio, alcanzo a notar que Mei me saluda con sus movimientos exagerados y gestos morbosamente encantadores y se da origen a mi carrera contrarreloj, nuevamente.