Guau! El Centro de Todo lo Tecnológico

Capítulo IV - Abrazar la oscuridad.

 

Cuando uno es forzado a atravesar la oscuridad, las opciones para aguantarla son limitadas. Hay quienes tratan de escudarse con optimismo, pero los que no resisten los embates continuos que infligen las sombras, terminan por sucumbir. Otros optan por esquivarla con autocompasión, pero son éstos quienes enloquecen con mayor rapidez, pues la única salvación que pueden concebir es la ayuda de un agente externo. Ambos enfoques tienen sus falencias y virtudes, pero hay un tercero al que unos pocos se aferran y que es tan o más peligroso que esperar a ser salvado, o tratar de salvarse solo. Abrazar la oscuridad, formar parte de ella y aprovecharla en beneficio propio. Es factible pensar que no hay quien elija esa salida en una situación extrema, pero aquellos que no trataron de cruzar a través de la oscuridad, no pueden saber lo que se esconde en ella; por lo tanto, no se puede juzgar su verdadero valor.

Danielle no siempre vivió así. No es que recordara cómo había vivido antes, pero estaba segura que no siempre así. Sabía a ciencia cierta que había sido tomada de su familia a la edad de nueve, y que ha bailado esa oscura danza por los últimos diez años. La perpetradora, la elegante anciana Madame Angelique. Según sabía, al ir a reclutarla para su estudio de danza clásica, se la llevó con ella. Aunque no recordaba las circunstancias, bien pudo ser tanto secuestrada como vendida por su propia familia. Si en algún momento eso la preocupó, de hecho tampoco estaba presente en su mente ya.

De la chica que era a los nueve, no quedaban ni los restos. Sin importar cómo hubiera sido antes, es seguro que la diferencia se había vuelto abismal. Tal vez en el pasado había sentido verdadera pasión por el baile, pero en ese momento no era para ella nada más que una simple herramienta.

Luego de sus primeros meses al "cuidado" de Madame Angelique, aprendió a aprovecharse de su situación para sobrevivir. Se dio cuenta muy rápido que si ella pretendía explotarla en el campo de la danza, no podía descuidarla en lo más mínimo. Se dijere lo que se dijere, Dani era realmente buena y encontrarle un reemplazo sería increíblemente difícil. Así que tomó ventaja de su habilidad para exigirle comodidades.

La fría habitación donde dormía. "Si me enfermo, no vamos a poder realizar la función a tiempo Madame. ¡Y mis músculos podrían atrofiarse por falta de ejercicio!". Una hermosa habitación climatizada. Los zapatos de baile viejos y gastados que maltrataban sus pies. "Cuando mis pies se lastimen no voy a poder bailar... ¡Eso sería un lástima!". Todos los calzados que pudiera desear. Las noches pasando hambre. "Es poca comida y no me gusta... Tal vez deje de comer, y cuando muera de hambre te consigas una bailarina mejor, ¿cierto?". Toda la comida que ella quisiera. Y así con absolutamente todo. De hecho, mientras pudiera contar con el control sobre Madame Angelique, su situación no la desmotivaba en lo para nada.

Aunque cierto es que se había vuelto muy apática, y prácticamente no cambiaba la expresión de su rostro, excepto cuando mostraba su flagrante sonrisa falsa al bailar, por lo que era difícil saber si en realidad estaba conforme. Pero a todos los efectos, ella no era infeliz. A pesar de ser una prisionera, mientras tuviera a su carcelera en la palma de su mano obtenía un extraño placer en su estilo de vida.

Al levantarse como todos los días, y sintiendo un antojo por un desayuno con huevo, Dani se preparó a extorsionar a su captora. En la lujosa casa en la que vivían ambas, junto al personal doméstico y de seguridad, no había rejas ni nada que la detuviera de escaparse, porque en una de sus muelas tenía un rastreador. Sabiendo imposible una ruta de escape para ella, Madame Angelique nunca se preocupó por detalles como ese. Así que tenía libertad de movimiento en toda la casa, razón por la que, cuando se disponía a bajar las escaleras de dicha casa, escuchó algo que no debía.

Al teléfono estaba ella, y por lo poco que pudo escuchar, la persona del otro lado estaba dispuesta a entregarle a una persona. Por supuesto que Dani entendió lo que eso significaba de inmediato. ¿Una persona, entregada a una explotadora de bailarinas? ¡Claro que era una chica para reemplazarla! ¿Qué iba a ser si no? No había caído en la cuenta de que venía extorsionándola desde hacía ya diez años; era imposible que no pudiera encontrar un reemplazo en tanto tiempo... Ahora tenía diecinueve, por lo que su vida útil como herramienta debía estar llegando a su fin, al menos según los estándares del baile clásico... Y aunque no fuera así, el sólo hecho de que existiera esa chica le quitaba todo el poder que podía ejercer sobre ella. ¡Qué terrible! Si tenía que renunciar al estilo de vida que le costó su personalidad y su pasado conseguir, aunque no fuera una sentencia de muerte era igualmente inaceptable. Era de hecho mucho, mucho peor.

Esa misma noche tendrían una presentación en un lujoso lugar en el Centro de Todo lo Tecnológico. Sin embargo en lo único que podía pensar a lo largo del día era en el futuro cambio de su situación. Mientras se preparaba, mientras viajaba en limusina, mientras se vestía, mientras esperaba tras bambalinas. No podía sacar eso de su cabeza. Antes de subir al escenario, sin embargo dio un veloz vistazo a todo el lugar. Luego de deliberar un rato consigo misma, llegó a una conclusión. Pero para llevar a cabo lo que pensó, Madame debía estar en cierto lugar del auditorio. Para eso tenía su último as.



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En el texto hay: comedia, novelaligera, ilustrado

Editado: 19.12.2018

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