Dani se despertó con las primeras luces del artificial sol de la mañana. Todavía algo soñolienta, se levantó de su cama para dirigirse al baño. Luego de refrescarse y recuperar las energías para enfrentarse al día, se dispuso a empezar con la rutina diaria. Desde aquel día en que conoció el nombre de quien la mantenía cautiva, los días transcurrieron más o menos de la misma manera uno tras otro. Por las mañanas decidió que ella era quien iba a preparar el desayuno para los dos. Después de todo ella siempre se levantaba primero. Al parecer Elliot no podía despertarse antes de las nueve de la mañana, por lo que era eso o esperar hasta esa hora para desayunar. Salió de la habitación, que no estaba bloqueada de ninguna manera, y se dirigió a la cocina. A pesar de que Elliot nunca salía, su nevera siempre estaba rebosante de víveres, lo que era una suerte porque si no morirían de hambre. Estos días probaron ser un reto para su recién descubierta faceta de cocinera. Aunque, para variar, dominó las recetas básicas de desayuno en menos de dos intentos. Luego de sacar los huevos y el aceite, encendió la cocina. Vertió algo de aceite sobre el sartén, y mientras esperaba que se calentara, se retiró a realizar otra tarea. Por decisión de Elliot, cada uno lavaba su propia ropa, sin mezclarla. Parece ser que le daba vergüenza que su ropa pudiera juntarse con la de Dani, y no tenía el coraje para lavar él mismo la de ella (se pondría demasiado nervioso), por lo que así son las cosas. Hubiera sido tierno de no ser aterrador.
Luego de tomar su ropa limpia y cambiarla por la usada, regresó a la cocina. Con paciencia preparó un desayuno de huevos revueltos para ella, y dejó una parte para su captor. Al terminar, dio un rápido vistazo a la ventana. El departamento de Elliot era pequeño, y la cocina se compartía con el living, por lo que la ventana de ambos lugares era la misma. Aparte de eso tenía dos dormitorios y dos baños (pero como nunca salía, tampoco sabía cómo podía pagar todo eso), a pesar de eso Elliot solía dormir en el sofá. Pero en la ventana que observaba, sólo por un momento, algo la inquietó. Claro, eso era. La ventana no estaba asegurada, por lo que hubiera podido escapar por ella en cualquier momento. ¡Qué descuidado, Elliot!, pensó. Recordó mientras comía el desayuno que preparó, que el baño de ella también tenía una ventana. Lo notó luego de unos días, y también descubrió que no tenía modo de asegurarla tampoco. Eso también la molestó.
Apenas terminó de desayunar, entró al baño, al "suyo", para peinarse. Pensó en tal vez cambiar de peinado, para variar un poco, pero ya estaba acostumbrada demasiado a tener el pelo atado siempre, como si pudiera tener una presentación en cualquier momento. Luego de terminar, se cambió su ropa de dormir por prendas limpias, y empezó a jugar un poco con las muñecas que adornaban su habitación. Cuando ya eran cerca de las nueve, se dispuso a ir a la sala de estar para despertar a Elliot y hacerse compañía mutua durante su desayuno. Pero al llegar, también la irritó otra cosa. La puerta principal, si bien podía notarse en su cerradura electrónica que estaba cerrada con llave, tenía un problema. La llave estaba colgada justo al lado. ¡Qué descuidado, Elliot! Las ventanas podían dejarse pasar un poco, ya que estaban en un segundo piso, y escapar por allí sería algo difícil. Además la del baño era bastante pequeña, tal vez (sólo tal vez) no cupiera por ella. ¡Pero la puerta! Era una salida tan obvia, y sería tan comprometedor encontrar a una chica saliendo del departamento, que no podía entender como no se había dado cuenta. Para un secuestrador... era inaceptable.
Luego de los saludos correspondientes de buenos días, Elliot se apresuró a levantarse y despabilarse en el baño con agua fría. Cuando volvió, le esperaba un plato bien elaborado de huevos revueltos, tostadas y jugo de alguna fruta. Sabía muy bien que él podía preparar la misma comida mil veces mejor, pero agradecía muchísimo al Creador por la posibilidad de que la Diosa de sus sueños hiciera algo como eso para él. Pero un rato después de empezar, notó que la señorita Danielle lo miraba fijamente. Al principio lo ignoró (aunque sólo superficialmente, claro, no había manera de que le pasara desapercibida la mirada del objeto de todo su amor incondicional), pero luego de un rato empezó a ponerse nervioso por la presión, y ya no podía hacer caso omiso a la situación.
No llegaba a entender del todo lo que su mirada significaba. No era nada bueno, eso seguro, pero no podía deducir exactamente qué era lo que la mirada penetrante de Danielle trataba de decirle. ¿Acaso estaba descontenta con el trato que estaba recibiendo? De ser así, sería un duro golpe a su corazón. Ambos habían acordado en trabajar para conocerse mejor, pero si ella no se sentía cómoda en su presencia, sólo significaba que no se había esforzado lo suficiente. ¡No existía castigo en el mundo que fuera lo suficiente para expiar semejante pecado en contra de su perfecta Diosa! El objeto de su amor incondicional merecía el mayor de los esfuerzos, pero si él no era capaz de hacerlo, no tendría más opción que el doble suicidio... ¡Qué emoción!, pensó, ¡un esfuerzo verdaderamente digno de su Diosa!