Capítulo XXIV - El Hombre.

Luego de cruzar las puertas de la planta principal de URSA dentro de la ciudad, unos agentes de negro escoltaron a Dani por las instalaciones. Los múltiples pasillos del lugar estaban adornados con muchas puertas que llevaban a los distintos puestos de trabajo. Si bien es sabido que es una de las dos más grandes empresas del Centro de Todo lo Tecnológico, y de esas dos la que más está en contacto con el Gobierno y el Creador, no se sabe exactamente qué es lo que hacen. Se conocen algunas cosas con la marca URSA, como elementos de uso diario e incluso hover-cars, y se sabe que tienen alguna influencia en el suministro eléctrico de la ciudad, pero eso no explicaría todas las plantas e instalaciones que tienen, ni mucho menos de dónde obtienen los recursos para fabricar lo que sí si conoce. Y eso permanece como un misterio, pues son pocas las personas que tienen contacto regular con gente de otras ciudades. Para Dani, que vivió casi toda su vida encerrada, es aún más difícil especular sobre esos temas.

Luego de caminar por un pasillo especialmente largo, llegaron a una escalera bastante elegante. Según le dijeron, al final de las mismas se encontraba la oficina del Director Ejecutivo de URSA; no de la planta, sino de toda la compañía. Y también le dijeron, que ese hombre tenía algunas preguntas para ella. Por qué un hombre de tanto poder e influencia requería hacerle preguntas en persona, era algo que ciertamente no podía deducir. No estaba en sus planes, pero en definitiva no era nada particularmente malo. Sólo contentar al Director contestando sus inquietudes. En última instancia, podía mentir. Con eso en mente como su salida de emergencia, empezó a subir las escaleras.

A ambos lados, las paredes estaban tapizadas con cuadros de distintas personas. Cientos de ellos. Por lo que pudo entender, se trataba de los anteriores directores de la compañía. Era como si sintieran tanto respeto por sus predecesores que cada vez que uno dejaba su puesto, un cuadro de él era situado en esas paredes, para inmortalizar su trabajo en URSA. Eso sí, eran tantos que algunos ya se superponían con otros. Y había otra cosa, pero no supo dilucidar qué, que tenían esos cuadros y que no parecía del todo correcto. Supuso que no era nada. Luego de un rato, llegó al final de los escalones, terminando frente a una enorme puerta de madera tallada. Estuvo a punto de tocar, pero notó como una luz roja al lado de la puerta cambió a verde, y escuchó una voz invitándola a pasar.

Abrió de par en par la puerta, y lo que vio al entrar fue impresionante. La oficina del Director era enorme; el techo se encontraba a al menos unos diez metros, de él colgaba un candelabro muy elegante, las paredes estaban tapadas por libreros muy finos, adornados con detalles en oro, y al final de una enorme alfombra de algún material muy suave, probablemente también muy caro, se encontraba un gran escritorio de madera tallada a juego con la puerta. Sobre él los elementos básicos de una oficina; una lámpara, muchos papeles bien ordenados y demás. Detrás, de espaldas a ella un silla giratoria con respaldo muy alto, tanto que no se llegaba a notar si había alguien sentado en ella. Hasta que escuchó su voz, la misma voz que la había hecho pasar anteriormente.

–Buenas tardes, señorita Danielle de Pluriel.

Lo que acababa de escuchar la confundió. Y eso no es poca cosa. No hay casi nada que la pueda perturbar, teniendo en cuenta que manipulaba a su antojo a las dos personas que la habían secuestrado, pero ese detalle también hacía que lo que escuchó hace nada era imposible de saber por cualquiera.

–¿Cómo...?

–Soy el Hombre que maneja el Centro de Todo lo Tecnológico. Las cosas que no sé las podrías contar con una mano. –El hombre contestó con tranquilidad y sin dejarse ver. –Pero existen. Y por eso necesito que contestes a mis preguntas.

Ese hombre logró en una oración descolocarla más que dos secuestradores y una vida de sufrimientos. Sólo al mencionar algo que ni ella ni nadie debería saber. Su apellido.