CAPITULO 16
Laberinto.
D
espués que Sobek y Vitterfolk desaparecieran en aquellas llamas oscuras gravemente heridos, los ojos de Lux se apagaron y él, Jana, Keiko y Demerise acompañados de Kobolde y otros Duendes corren hasta donde estaba la Diosa Circe gravemente herida mientras los animales del bosque terminan de acabar con el resto de los Trolls que habían sido abandonados por sus líderes.
--¡Diosa Circe!, ¿Esta bien?—Todos se sitúan alrededor del cuerpo desplomado de la Diosa que comenzaba a ensuciarse mucho más debido al lodo del charco donde cayó, Kobolde sostiene su cabeza mientras Jana y Lux sostienen cada uno una mano y Keiko trata de cubrir la herida de su pecho el cual sangraba de manera abundante.
--¡Deben detener el Ocaso, deben hacer que cada Dios que se cruce en su camino luche a su lado…!—La voz de la Diosa salía de su boca con dificultad.
--¡No permitan que los Dioses que no están en el Valhalla no los ayuden, esta lucha es problema de todos, no permitan que solo se queden ahí sentados observándolos luchar… estoy segura que ustedes detendrán a Balcifer, si son tan fuertes como los anteriores Alders estoy segura que los detendrán… no están solos, siempre los acompañare… y discúlpenme por no haber luchado antes…!—Los grandes y hermosos ojos verdes de aquella Diosa se cerraron y su respiración se detuvo, su cuerpo comenzó a palidecer y a resquebrajarse hasta tomar un tono ceniza y desintegrarse en los brazos de los chicos que aun la sostenían. La esencia de la Diosa se fundió con el suelo mojado de aquel lugar.
Era la primera vez que todos esos presentes observaban la muerte de un ser Divino, los Duendes habían luchado por varios años contra otros monstruos y criaturas mágicas, Keiko, Jana y Lux habían visto desaparecer a una Furia y sabían que la Diosa Hera estaba herida además de saber que Eris se sacrificó para destruir Runelia, ellos y Demerise habían presenciado la muerte de Las Grayas y todos habían derrotado a varios Trolls, pero la muerte de la Diosa Circe era algo totalmente diferente, el ambiente se sentía triste y todos lloraban su partida. Cuando ya los feroces animales habían acabado con todos los Trolls se quedaron inmóviles viendo al grupo de chicos que lloraban la partida de Circe, luego de eso todos los animales volvieron a adentrarse en la maleza y a desaparecer en la profundidad de aquel oscuro bosque, ellos habían aparecido para ayudar a detener a los Trolls, como si la misma Circe los hubiese llamado. El rugir de los animales y los aullidos de los lobos era lo que se escuchaba en aquel lugar, los animales habían perdido a su Diosa, incluso aquel extraño licántropo que nadie había visto también aullaba mientras retrocedía y se perdía en los fríos arbustos, ocultándose mientras sus brillantes ojos amarillos desaparecían en la oscuridad de la noche.
--¡Lamento lo que le ocurrió, realmente era una luchadora excepcional!—Decía Kobolde poniéndose de pie y secando las lágrimas de su sucio rostro.
--¡Quería ayudarnos, pero se debatía en intervenir o no, ella dijo que la intervención de los Dioses acelera el Ocaso, tal vez por eso los Reyes y los demás Dioses no nos acompañan, ellos no pueden intervenir!—Dice Lux pensando con profundidad las palabras de Circe. Cuando regresaran a la cabaña de Adolfus Lux buscaría el pergamino con la profecía, debía leer esas notas, debía entenderlas.
--¿Cómo saldremos de aquí?, ¡Estamos perdidos!—Sollozaba Demerise abrazando a Jana.
--¡Los llevaremos al borde del bosque, nosotros iniciamos esto al robarles el cofre con el Speráre!—
--¡Es cierto, Lucinda!—Decía Keiko interrumpiendo al Príncipe de los Duendes mientras todos corren a la tienda de los Trolls.
Dentro de ella los chicos y el pequeño grupo de Duendes cansados encuentran a Lucinda en el suelo amarrada y asustada, junto a ella la mesa donde estaba reposando el pequeño cofre que contenía el fragmento.
--¿Lucinda estas bien?—
--¡Keiko!, ¿Qué ocurrió, que eran esas criaturas?—
--¡Eran Trolls, y el sujeto grandulón era Sobek, el Dios Cocodrilo!—Le decía Kobolde a la sorprendida mujer quien veía espantada al Duende y sus Guerreros.
--¡Lucinda, tal vez te cueste creer lo que te ocurrió, pero los Dioses y la magia existen, mis amigos y yo somos los encargados de buscar unas piezas que salvaran nuestro mundo, el fin de los Dioses se acerca y si no hacemos nada para detenerlo también será el fin de Carema!—Le explica el cazador a la aun sorprendida tabernera quien estaba toda sucia y despeinada.
Jana toma el cofre con el Sperare y lo abre para cerciorarse de que este ahí, el fragmento desprendía aquella tenue luz que hacía que los ojos de Lux se tornaran purpura y palpitaran, el Speráre aún no había sido tocado y todos en el lugar decidieron emprender su camino bajo la lluvia que seguía cayendo en aquel bosque, el grupo era dirigido por los Duendes quienes los llevarían a todos de nuevo a la cabaña del anciano.