Mía soltó la mano de Clarissa, abrió los ojos y estos estaban tan negros como aquella sin estrellas. Clarissa volvió a sujetarla con fuerza intentando calmar los temblores del cuerpo de Mía que había vuelto a entrar en aquel trance, pero, esta vez era la propia Mía quien se negaba a salir de él.
Podía ver la escena estrellada claramente, vio a dos personas recostadas sobre una tela dorada al borde de un lago de agua cristalina que reflejaba aquellas estelas casi como un segundo cielo, ambos se miraban a los ojos con una profundidad tan penetrante que era como si fueran los únicos seres en el mundo, no sabía quiénes eran a simple vista, pero las lágrimas recorrieron su rostro sin descanso, los nombres de Dom y Anna, se aseguró de guardarlos profundamente en su mente.
De pronto una estrella en llamas pasó sobre ella y revoloteó sobre las dos personas, se detuvo sobre ellos y los iluminó con una luz tan resplandeciente que Mía se vio tentada a cerrar los ojos, pero no podía dejar de verlos, casi como si una fuerza que desconocía la obligase a presencial aquella escena.
—Ellos dos, al igual que las estrellas que puedes ver, son un reflejo el uno del otro.
Mía giró la cabeza bruscamente, pero nada vio, sin embargo, esta vez sentía que realmente había escuchado esa voz, y fue tan clara con el agua del lago que tenía frente a ella.
—¿Qué eres? Te escucho una y otra vez en mis sueños, pero no te muestras ante mí. —Dijo Mía, hablándole a la nada.
—Un sueño, eh. —Dijo una mujer poniendo su mano delicadamente sobre el hombro de Mía.
La chica no se exaltó al sentir aquel toque en el hombro, al contrario, sintió algo de alivio al poder verla, esa figura no era alguien que conociera y con total naturalidad continuó viendo la escena.
—¿Qué querías decir con lo de antes? —Preguntó. —Esas personas son un reflejo el uno del otro, ¿Por qué?
—Esa chica, tal como puedes verla, tiene su origen allí, en el cielo, en aquella infinita manta negra iluminada por las estrellas y la luna, al igual que tú y yo alguna vez. Venimos y tenemos origen más allá de lo que podemos ver a simple vista, pero, venimos de un lugar real, de algo real y que irradia luz... Pero, al igual que ese lago refleja las estrellas, ese hombre que ves tiene su origen en algo real, pero las estrellas en él no lo son, un lago solo es eso, algo con la capacidad de reflejar y perturbarse incluso con una pequeña hoja que cae sobre él. Aunque insondable y tan inmensamente profundo, es incapaz de producir una luz propia y solo puede reflejar aquella que le es permitida, pequeño en comparación al cielo que lo contrasta, pero con una oscuridad en él que parece un vacío y oscuro abismo sin final conocido al igual que su interior, tan oscuro que en el fondo no llega siquiera la luz, y tan turbio que puede absorber y desaparecer todo cuanto entre en él.
—¿Qué es él? —Preguntó Mía.
—Solo un hombre que nunca tuvo su propia luz, pero, que ha vivido durante tanto tiempo que ya no le importa buscarla.
—¿Son estos los recuerdos de alguien?
—Son los recuerdos de ese hombre que ves, o al menos recuerdos que solían formar parte de él.
—Pero ¿Como podría alguien que no tiene luz propia guardar este tipo de recuerdos?
—Porque la chica que ves ahí, lo convirtió en humano otra vez... Pero...
—¿Qué ocurrió?
—Al final también la perdió a ella.
Mía los miró otra vez, esta vez no supo que sentir respecto a ellos.
—Él es un hombre peligroso, Mía. Tanto que su propia oscuridad teme de él y busca la manera de esconder la parte más horrible de su interior.
—No lo conozco, podría jurar que nunca lo he visto antes... Pero sus ojos, cuando los veo de esa manera es difícil de creer que haya un abismo en él.
—Pero, hay recuerdos de él en tu memoria, al igual que tuyos en la suya, es por eso que traté de hablar contigo antes y advertirte.
—¿Como es posible? —Preguntó rozando la frustración.
—Se ocultaron todos tus recuerdos sobre él, con la esperanza de que te alejaras de alguien tan peligroso.
—Entonces por qué me trajiste hasta este lugar y me dices todo esto, si solo me traerá de nuevo hacia el peligro.
—Porque yo sé mejor que nadie lo que para él significa perder los recuerdos y todo el peso que conlleva con el tiempo. Él no es alguien que deba ser olvidado; porque tarde o temprano regresa a la vida de los que conocieron... Pero sin ser el mismo.
—Lo que me dices no tiene sentido, ¿Como podría no ser el mismo, es acaso un ser divino?
—Incluso un ser divino perece con el paso de los incontables años, pero él permanecerá después de ello, muchos Dioses, razas y mundos lo precedieron y este es apenas un guiño momentáneo en el inmenso mundo que rodeará su historia.
—¡No estoy entendiendo! ¿¡Quién es él y por qué me cuentas todo esto!? Si como dices, él permanecerá aún después de que yo deje de existir.
—Porque al igual que yo, aunque de manera diferente. Bebiste de su inmortalidad, y no hay manera de evitar compartir su destino, con el tiempo lo entenderás, Mía.