—¡Mamá! ¡Mamá! —un joven delgado de piel mestiza y el cabello negro totalmente alborotado, de apariencia desaliñada y bastante alto para los 16 años que tenía, gritaba mientras bajaba deprisa por las escaleras de mano, hasta que se oyó el ruido de como algo cayó fuertemente contra el piso de madera—. ¡Joder!
—¡Cuidado con caerte! —se oyó decir a alguien mientras se reía desde el piso de arriba.
Daniel se levantó de un salto, ignorando el comentario de su hermano y el hecho de que acaba de caerse de alrededor de 2 metros, y que uno de los peldaños de la escalera le había caído encima.
—¡Hoy es el día mamá, por fin ha llegado el día! ¡Hoy es el torneo! ¡Hoy es El Korbaft mamá! —dice Daniel cuando llega a la cocina y comienza a recorrerla rápidamente en busca del desayuno—. ¿Y el desayuno? ¿Aún no está listo el desayuno? ¡Mamá! —grita aún más alterado.
("¡Pam!") De repente hubo silencio en toda la cocina.
—"Hola mamá ¿Cómo estás?" Muy bien hijo ¿Cómo amaneciste? "Bastante emocionado, hoy es el gran día" —decía Ana con voz irónica después de golpear con un sartén a Daniel—. ¿Podrías levantarte como una persona normal por lo menos una sola vez en la vida?
—Lo siento ma... —dice Daniel con voz deprimida mientras se frotaba la cabeza con su mano estando aun en el suelo.
—Aquí tienes —coloca un plato sobre la pequeña mesa que está dentro de la cocina.
—¿Dave no piensa venir a desayunar? —pregunta Daniel mientras se sienta a comer.
—Tu hermano y yo desayunamos temprano, recuerda que no eres el único con un día importante el de hoy.
—¡Cof, cof! —Daniel tose por atorarse al sorprenderse cuando escucha a su madre —. Cierto, lo había olvidado. El abuelo Jack viene a buscarlo hoy ¿no?
—Aja
—Tranquilo... no llores... sé que vas a extrañarme... —decía Dave, su hermano menor, de forma sarcástica y sonriendo mientras se acercaba desde el pasillo con un par de maletas—. No te preocupes, vendré a visitarte.
Dave era alto al igual que su hermano, aunque un poco más bajo que él, pero era blanco al igual que su madre y cuidaba muy bien de su apariencia y su cabello, todo lo contrario a Daniel.
—Si claro, ya quisieras —le responde Daniel mientras lo mira entrar a la cocina.
—¿Ya tienes todo listo? —pregunta su madre.
—Si, creo que ya tengo todo —responde Dave sin prestar mucha atención mientras él y Daniel continuaban discutiendo y haciendo morisquetas el uno al otro.
—No olvides el collar que te regalo tu padre.
—Si, está en mi habitación, iré a buscarlo en después.
Daniel y Dave nunca salían de casa si un collar, el collar que les regaló su padre 2 años atrás —«Cada vez que usen este collar yo estaré con ustedes.» —fueron las palabras de su padre cuando se los entregó. Ese collar era como un tesoro, el tesoro de los hermanos Fort.
—Si su padre los viera estoy segura de que se sentiría orgulloso de ustedes...
Al escuchar a su madre Daniel y Dave dejaron de discutir y un profundo silencio inundó la cocina, ese comentario de su madre no eran simples palabras, traían mucho peso y emociones consigo. Por un momento comenzaron a llegarles recuerdos a Daniel, recuerdos de él y su padre hace unos años atrás, visitando las grandes ciudades del Reino, los pequeños pueblos que rodean las ciudades, de cómo entrenaban en el patio trasero de la casa, y los ridículos, pero divertidos bailes que hacia su padre cuando él o Dave cumplían año.
("¡Toc, toc!") Un sonido que venía de la puerta principal interrumpió el silencio.
—¿Sí? —dice Ana girando hacia la puerta.
—Buen día —se escucha una voz amable y grave de un hombre esbelto, uniformado, de ojos negros al igual que su alborotado cabello, con manchas blancas por la cara y las manos que resaltaba con su piel morena, y con el escudo del Reino en su hombro izquierdo, mientras entraba en la casa.
—¡Tío Max!
—¡Daniel! ¿Listo para el día de hoy? —pregunta entusiasmado mientras se acerca a la cocina. Estaba ahí para pasar a recoger a Daniel.
Editado: 03.09.2019