Guerra espiritual de 6 misioneros.(pluma maldita)

2.1: Primera visión nocturna

Hasta la noche que Thomas me despertó a las tres de la mañana.

—Ruth. —Su voz temblaba—. ¿Dónde estabas?

—¿Qué? Estoy aquí. He estado durmiendo.

—No. Te vi. Hace veinte minutos. Saliste de la choza.

Me incorporé, confundida.

—Thomas, estaba soñando. No he salido.

—Te vi. Llevabas tu vestido azul. El que usaste hoy. Caminaste hacia la aldea.

—Debes haber soñado tú.

—No. —Se puso de pie, caminando hacia la puerta—. Te seguí hasta el borde de la plaza. Luego desapareciste entre las chozas. Cuando regresé, estabas aquí, en la cama, como si nunca te hubieras movido.

Lo miré a la luz débil de la luna que entraba por la ventana. Su cara estaba pálida, sudorosa.

—Thomas, estás exhausto. Has estado trabajando demasiado con el sistema de agua. Fue una alucinación hipnagógica. Es común cuando—

—No era una alucinación. Eras tú. Caminabas exactamente como tú. Con tu forma de inclinar la cabeza cuando piensas. Con tu paso.

Le toqué la frente. Estaba fría.

—Ven, acuéstate. Solo fue una pesadilla.

Se acostó, pero no durmió. Sentí sus ojos abiertos en la oscuridad, vigilantes.

La segunda vez fue tres noches después.

Esta vez me despertó gritando.

—¡Ruth! ¡RUTH! ¿Qué estabas haciendo?

—¿Haciendo dónde? Thomas, estoy aquí—

—¡En la plaza! Con los hombres. Bailando. Vi tu vestido. Tu cabello. Estabas... estabas...

Su cara se contorsionó con algo que nunca había visto en él: asco puro.

—¿Estaba qué?

—Bailando de manera... obscena. Tocándote. Dejando que ellos te tocaran. Y cuando te llamé, volteaste. Me miraste. Y sonreíste. Ruth, sonreíste como si no me reconocieras. Como si yo fuera un extraño.

Me senté, completamente despierta ahora.

—Thomas, escúchame. No he salido de esta choza. He estado aquí toda la noche. Contigo.

—Entonces tengo un tumor cerebral. Estoy teniendo alucinaciones visuales complejas y consistentes. Necesito evacuación médica.

—O estás bajo estrés extremo. El calor, la adaptación cultural, las presiones del ministerio—

—¡O alguien está pretendiendo ser tú!

El silencio que siguió fue denso.

—¿Quién haría eso? ¿Y cómo?

—No lo sé. Pero voy a averiguarlo.

A la noche siguiente, Thomas no se acostó. Se sentó en la entrada de la choza con una linterna, vigilando. Yo intenté quedarme despierta con él, pero el agotamiento me venció cerca de la medianoche.

Me desperté con Thomas sacudiéndome, su aliento agitado.

—La vi de nuevo. Salió de nuestra choza. De esta choza, Ruth. Mientras tú dormías. Caminó directamente a través de la puerta como si... como si...

—¿Como si qué?

—Como si fuera humo. La puerta estaba cerrada. No la abrió. Simplemente pasó a través.

Se sentó en el suelo, con la cabeza entre las manos.

—Me estoy volviendo loco. O hay algo aquí que está tratando de volverme loco.




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