A la mañana siguiente, fui a ver a Mama Zawadi. La encontré moliendo mijo con otras mujeres.
—Mama, necesito consejo.
Ella no dejó de moler.
—¿Sobre qué, mundele pequeña?
—Mi esposo está... viendo cosas. Dice que me ve salir de noche cuando yo estoy durmiendo.
Las otras mujeres intercambiaron miradas. Una de ellas se rió suavemente.
—Los hombres siempre ven cosas —dijo Mama Zawadi—. Especialmente cuando sus esposas no les dan hijos.
—¿Qué significa eso?
—Significa que un hombre sin hijos es un hombre incompleto. Su espíritu busca llenar el vacío. A veces ve lo que desea. A veces ve lo que teme.
—Thomas no desea ni teme verme bailando en la plaza.
Mama Zawadi finalmente dejó de moler y me miró directamente.
—¿Estás segura de eso? ¿Segura de que no desea ver una versión de ti que es... diferente? ¿Más salvaje? ¿Más completa?
—Mi esposo me ama como soy.
—El amor de los hombres es extraño. Aman lo que tienen, pero sueñan con lo que no tienen. Quizás los ancestros le están mostrando la verdad de sus sueños.
Volví a la choza sintiéndome peor que antes.
Esa noche, Thomas instaló un espejo frente a nuestra cama.
—Si sales, te verás en el espejo. Si eres tú, te despertarás al verte. Si es... otra cosa, necesito documentarlo.
—Thomas, esto es ridículo.
—Humor me. Por favor.
Me acosté, incómoda con el espejo reflejando nuestra cama. Me quedé dormida mirando mi propia cara en el vidrio.
Me desperté con Thomas aullando.
—¡ESTÁ EN EL ESPEJO! ¡RUTH, ESTÁ EN EL ESPEJO!
Miré. Vi mi reflejo normal, acostada en la cama, confundida y asustada.
—Thomas, soy yo. Es solo mi reflejo.
—¡NO! ¡Mira más de cerca!
Me levanté, acercándome al espejo. Mi reflejo se movió conmigo. Todo normal.
Pero Thomas señalaba frenéticamente.
—¡Tus ojos! ¡En el reflejo! ¡No parpadean al mismo tiempo que tú!
Observé cuidadosamente. Parpadeé. Mi reflejo parpadeó.
—Thomas, estás viendo cosas que no están ahí.
—Pruébalo. Mueve tu mano derecha.
Moví mi mano derecha. El reflejo movió su mano derecha.
—Ahora cierra tus ojos.
Cerré mis ojos.
—¡ESTÁN ABIERTOS! ¡EN EL ESPEJO ESTÁN ABIERTOS!
Abrí mis ojos rápidamente. Mi reflejo me miraba de vuelta, con expresión idéntica de alarma.
—Thomas, por favor. Necesitas dormir. Necesitas—
Rompió el espejo con su puño. Fragmentos de vidrio explotaron por el suelo. Sangre corría de sus nudillos.
—No es real. Nada de esto es real. Están jugando con mi mente.
—¿Quiénes?
—¡Ellos! ¡Los brujos! ¡Kakumba! ¡Todos ellos! Están creando una copia de ti para... para...
No terminó la frase. Se sentó entre los vidrios rotos, sollozando.
Vendé su mano. Lo sostuve. Y por primera vez desde que llegamos a Nguvu, sentí verdadero miedo.
No miedo de lo sobrenatural.
Miedo de que mi esposo estuviera teniendo un colapso mental.