Mateo
Ni siquiera yo sé lo que acabo de hacer. Supongo que por eso me pasan las cosas porque me llevo de mis instintos, de lo que mi cabeza me dice. Con la boca cerradita como me había dicho Maximus que la tuviera antes de salir de la casa, me hubiese visto más bonito, pero no, quise hacérmelas de chico justiciero y darle una lección a Maximus y justamente por eso me encuentro entre la espada y la pared.
Con mi padre frente a mí, mirándome fijamente a los ojos, con una expresión como si le hubiesen contado que volví al reino de Cosmos. Y la mirada de mi hermano, la cual me decía perfectamente que me iba a arrancar la cabeza una vez estuviéramos a solas.
Lo último que quería durante el resto de mi vida era quedarme a solas con Maximus. Despues de esto estoy seguro de que lo que me espera a su lado son acusaciones, golpes y la misma muerte como el me lo dijo antes de salir del castillo.
Mientras movía mis manos sentía lo sudadas que las tenía, por eso me las seque del pantalón y dejando salir un suspiro escuche la voz ronca y tenebrosa de mi padre.
—Es imperdonable Mateo, que inventes estupideces para que se lleve a cabo el maldito tratado de paz del que tanto hablas.
Por impulso mire a mi hermano y tal y como lo imagine, ya no tenía su mirada preocupada por lo que papá pudiera llegar a pensar de él. Ahora estaba relajado y con su estúpida sonrisa burlona que tanto fastidio me provoca. Sin embargo, no tengo más opción que aguantarme las acusaciones de papá. Soy consciente de que cuando no creía algo, hacia lo imposible con tal de que su pensamiento quedara intacto. Pero, aunque fuera fuerte el hecho de que Maximus tenga la sangre fría para matar a una persona sin que le haya hecho nada, era duro de creer. Pero esa era la verdad y Greta y yo lo sabíamos, pero Greta se mantenía calmada a mi lado.
—No estoy mintiendo papá, te estoy diciendo la verdad. Maximus mato a ese guardia, simplemente para que no se lleve a cabo el tratado de paz entre el reino de Cosmos y el de Maragos —a estas alturas ya ni siquiera veía a mi padre, las lágrimas me nublaban la vista e igualmente eran lágrimas de furia, de coraje y de dolor, que mi padre no me creyera, era algo que me afectaba bastante y más aún cuando estoy seguro de que todo lo que estoy diciendo es verdad—. El me amenazo antes de salir del castillo, me dijo que, si te decía algo de esto me iba a matar, e incluso trato de ahorcarme.
Sentí la mano de mi padre en mi mejilla, igual que la vez del calabozo, pero esta vez más fuerte. Tal vez por el poco espacio que tenía. No movió nada más que su mano cuando agarro mi cabello y me atrajo hacia él. Puse mis manos a cada lado de su cuerpo, las lágrimas se deslizaron por mis mejillas y ahora si lo pude ver claramente, hasta creí verle los ojos rojos, claro que por todos los sentimientos que estaba experimentando sentía tanta rabia que no me podía concentrar en nada más que en estar consciente de que mi padre no me creyó absolutamente nada.
—Nunca en tu vida Mateo, acuses a tu hermano de querer quitarle la vida a alguien que lleve tu propia sangre.
Mis sollozos se escucharon en la carroza y de repente sentí la mano de Greta en uno de mis brazos.
—¡Papá ya déjalo! —exclamó mi hermana con un tono de voz nuevo, nunca la había escuchado tan enojada. Sin embargo, no dijo nada respecto a que yo tenía razón, tal vez si ella lo dijera, mi padre me creería, pero despues de todo, Greta no estuvo ahí cuando Maximus me amenazo.
Mi padre dudó, lo note en sus ojos que por cierto ya no tenían aquel brillo rojo, por lo que todo indicaba que había sido producto de mi imaginación. Cuando por fin se controló, me soltó del cabello con brusquedad, tanto así que tanto yo como Greta caímos en nuestros respectivos asientos. Y todo iba bien en ese momento, hasta que Maximus habló con ese tono de voz asqueroso.
—No sé por qué lo soltaste padre. Le tenías que dar una lección a este mocoso mimado y vendido.
No lo soportaba, si antes le tenía un poco de aburrición por lo que le hizo a Elena, ahora estaba seguro de que Maximus era el ser más detestable que tenía el reino de Maragos.
Con lágrimas en los ojos y la cara tan caliente que estaba seguro que la tenía tan roja como una manzana, le quite la mano de mi brazo a Greta y me abalance hacia Maximus, lo agarre del cuello y aprovechando que no podía moverse mucho por el poco espacio de la carroza, lo abofetee, seguido de esto y sin importar que mi padre me estuviera agarrando del brazo y con Greta a mi espalda intentando detenerme, comencé a darle puñetazos en su nariz, no me iba a detener hasta no verlo sangrar, tenía que vengar a ese guardia y a Elena, tenía que hacerlo sufrir y hacer que vaya a la fiesta más importante del mes con la nariz rota.
—¡Mateo! ¡Mateo! ¡Mateo!
Mientras le daba puñetazos a Maximus no escuche a mi padre, fue hasta que vi cómo le salía sangre de la nariz y como le había hecho un moretón en su pómulo izquierdo que escuche su voz furiosa. De un tirón brusco me quito de encima de Maximus, caí en donde antes estaba al lado de Greta, la cual me pasaba la mano por el cabello mientras yo, con una sonrisa victoriosa, observé a mi padre mirarle el rostro a Maximus y como este se limpiaba la nariz con el dorso de la mano. Incluso pude notar que de un mantazo le quitaba la mano a mi padre de su mentón, siempre supe que Maximus es un malagradecido, no me arrepiento de haberle roto la nariz, hasta pienso que debí habérsela roto más antes porque de verdad es bastante molesto.
—¿Qué es lo que te está pasando Mateo? —preguntó mi padre con voz ronca y firme—. Estas demasiado agresivo.
—Debería de ser yo quien te haga esa pregunta, porque tu estas demasiado cabezota, no me quieres escuchar, te digo que Maximus mato al guardia y me quiso matar a mí, incluso ayer le prendió fuego al vestido de Greta en el calabozo. Créeme cuando te digo que Maximus es un monstruo, Maximus es muy malo papá, pero últimamente estas tan estúpido que no...
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Editado: 09.10.2025