Guerra Monarca [lgbt]

13: La cabaña de mis sueños.

Tal y como lo había pensado. Mi padre nos llevó a esa cabaña que tanto amo, a la cabaña en la que soñé que me decía que era alguien para él y que era perfecto para sus ojos. Y aunque al parecer todo fue un sueño, sentí que viví en carne y hueso aquellos momentos de felicidad, porque escuchar por parte de mi padre que era perfecto, realmente me lleno el corazón de felicidad.

Dentro de la carroza podia ver hacia el exterior por la pequeña ventana de la puerta a mi izquierda. Mi padre esta vez iba a mi lado. No fue porque quise sentarme a su lado, pero al escuchar que nos llevaría a la cabaña que siempre he dicho que es mágica, me lleno de alegría y no me importaba ni siquiera sentarme al lado de Maximus.

Tenía demasiados años que no había estado en esta cabaña porque siempre que nos quedábamos una noche por estas tierras, siempre lo hacíamos en el reino de Hatzis. No sé qué paso esta vez, pero sea lo que sea lo agradezco bastante porque gracias a eso puedo disfrutar unos buenos días de esta maravillosa cabaña. Serán las mejores vacaciones de mi vida, eso lo tengo seguro.

—¿Por qué no nos quedaremos en el reino de Hatzis? —preguntó Maximus como si me estuviera leyendo la mente.

Mi padre se aclaró la garganta antes de responder. Al parecer aquella pregunta lo había incomodado y no sabía si responder sería la mejor opción.

—Enzo Ginnakop ha salido de la cueva en la que estaba y ahora se encuentra aquí. Sabrás que es un tipo detestable y su presencia me incomoda.

Al escuchar aquel nombre sentí como si me lanzaran un valde de agua fría. Me heleé completamente, hasta sentí que las manos me comenzaban a sudar y no sé porque, ya que el clima era agradable.

—¿Enzo está aquí? —me atreví a preguntar sin tener el control de mis palabras. Fue una pregunta que salió espontáneamente.

Mi padre asintió con la cabeza y pude sentir que las miradas de los tres estaban sobre mí.

Es cierto, Enzo ha tenido una breve historia conmigo, una historia que no termino con final feliz porque de lo contrario estaríamos juntos. Sin embargo, escuchar su nombre y saber que está en el reino de Hatzis y que es muy probable que me choque con él en algún punto de la fiesta, me da pánico.

Se que, aunque mi padre dijo que se fue voluntariamente, no fue así. Se que detrás de todo esto hay una gran mentira oculta, y aunque por años he querido preguntarle por qué se fue y me dejo solo cuando ambos teníamos muchos planes y sueños juntos, ahora no lo quiero saber. No quiero saberlo, primero porque ya no me importa y segundo porque no es muy favorable que Enzo me moleste en la fiesta y que por eso no pueda ver a Deacon. Aunque si soy sincero, tengo la corazonada de que mi padre me hará permanecer a su lado durante toda la fiesta y no dejará ni que Enzo ni el rey de Maragos se acerque a mí.

—¿Hay algún problema con que Enzo este aquí? —pregunté.

—Eso te tenemos que preguntar a ti —respondió Maximus con su tono de voz irritante—. Si te sabes comportar cuando lo veas y no actúas como un raro y te lanzas a besarlo enfrente de la multitud, todo estará bien.

—¿Por qué me lanzaría a besarlo?

—Porque te gustan los hombres y porque estuviste con él en el pasado.

Entonces vi como papá le volteo la cara de una cachetada. Yo no estaba seguro de si lo había hecho porque me estaba defendiendo o por lo que había dicho Maximus de que me gustan los hombres, ya que era evidente que papá no lo aceptaba. Me preguntó qué hubiese pasado si a él le hubiesen gustado los hombres. ¿Cambiaria algo o ni siquiera existiéramos nosotros?

—Gracias padre. Ya era hora de que le bajaras los aires de grandeza al príncipe

sucesor —agradeció Greta.

Mi padre miraba por la ventana mientras que Maximus el cual estaba delante de él, se limpiaba la nariz porque le estaba sangrando.

Si, las manos de mi padre eran el tripe de las mías por eso el dolor que Maximus sentía en la nariz no lo quiero ni imaginar, pero despues de todo se lo merecía.

Vi como Maximus miraba a Greta con expresión de quererla matar. Me daban escalofríos de tan solo llegar a pensar que tan desquiciado podia llegar a ser Maximus cuando mi padre no estaba, porque, aunque en el calabozo vivimos una parte de su locura, ahora estaba más loco que antes y eso realmente me aterraba. En este viaje lo mejor sería quedarse cerca de papá porque el sí sabia tranquilizar al maniaco de Maximus.

Cuando la carroza se detuvo, sentí una gran felicidad, por fin iba a salir del ambiente tan tenso e incómodo que estábamos teniendo.

El ceño fruncido de Maximus me daba mucho miedo. Y no estoy exagerando. Maximus estaba loco y me asustaba en gran manera.

Fui el primero en bajar de la carroza, normalmente soy el último en bajar, pero hoy estaba tan feliz que realmente no quise dejar que mi padre se bajara primero.

Con los pies sobre la tierra, aprecié todo lo hermoso del lugar y me di cuenta de que no había cambiado nada, ni siquiera la cabaña que con el paso del tiempo la madera se deteriora, pero esta seguía intacta, supongo que mi padre siempre que la ve en malas condiciones la manda a reparar.

Mis ojos se pusieron en el árbol brillante de color rosa que parecía mágico, era un árbol maravilloso, tal y como siempre lo había visto, nadie me va a quitar el pensamiento de que es un árbol mágico porque en verdad que me ha hecho realidad algunos de mis sueños.

Estaba dispuesto a correr haca el árbol al que siempre llamare mágico, pero antes me di la vuelta y vi a mi padre frente a mí, por primera vez en mucho tiempo lo vi sonreír, aunque borro su sonrisa de inmediato cuando me vio. Mi padre me quería y esta sonrisa me demostró que, aunque piense que todo lo que viví aquí con él fue un sueño, se muy dentro de mí que no fue así. Yo era perfecto para papá. Yo era alguien para mi padre. Lo era todo para papá y eso me llenaba de alegría.

Con impulso y de manera inesperada me lace hacia él y lo abrace con tanta fuerza que sentía como su placa de representación del pueblo de Cosmos que siempre llevaba en un lado de su camisa se pegaba a mi cara. Pero eso no me impidió abrazarlo con más fuerza.




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