El jefe debió de entrar por la ventana. En todo caso, ayer, antes de subir a la cama de Listica, apuntalé personalmente la puerta con un banco. La casa es una vía pública. En el cuartel, al menos, el guardia me advertía... Pero aquí, podía tartamudear.
"¡No lo entiendo! ¿Estoy teniendo un deja vu? Escena dos, ¿toma tres? Ya hemos pasado por todo esto antes. Voy a darle la espalda".
- Ejem.
- Vaya, qué pesado eres, Titych...", refunfuñé, dándome la vuelta. Intentando dolorosamente comprender dónde está el sueño y dónde la realidad... Y qué pasó realmente. ¿Toda la escapada a la isla fue un sueño? - Como una mosca. ¿No ves que la gente está descansando?
- Dios da al que madruga, - amonestó Yaropolk.
- Al menos deberías darte la vuelta, tío Yaropolk -dijo Lystitsa indignada, saltando de la cama y vistiéndose apresuradamente-. - Tus ojos son descarados. Todo canoso, y sin embargo...
- Nunca he visto a una chica desnuda", resopló el jefe, pero ladeó la cabeza. - Nunca he visto a una chica desnuda. Recuerdo, una vez, cuando el campamento orco fue derrotado y la carreta con prisioneros fue repelida... He visto cosas así.... No sólo sin ropa, sino sin piel en absoluto... Así es, hermosa chica. Así que no digas palabrotas y no nos molestes. No estoy aquí por panqueques. ¿Has olvidado lo que dijo Gydrym ayer, Vlad? Dos semanas pasarán volando. Ni siquiera tendremos tiempo de jadear antes de que vuelva. Sólo que ahora, me temo que el clan Lupo-Ojos tratará de encontrar un mercenario más fuerte que Gnoll. Así que no hay tiempo que perder.
- Sí -asentí, no tanto escuchando sus palabras como intentando concentrarme en mis propias sensaciones. La respuesta se me escapó de la lengua, como si alguien reprodujera un archivo de sonido pregrabado en el momento justo.
- Todo esto está ardiendo. Será mejor que me digas qué te preocupa de nuestra conversación inacabada. La curiosidad.
- Eso también. Yo también fui a ver al gigante. Está durmiendo. Está exhausto. Bueno, déjalo estar... Dejé a un par de chicos cerca de él.....
La voz de Titych se hizo más fuerte, luego bajó casi a un susurro y desapareció. Pero, sin embargo, yo sabía cada palabra que decía. Y las respuestas, al parecer, las aprendí de memoria. Es curioso. Es el día de la marmota.
- No quiero levantarme... - No quería levantarme, pero no podía dejar ir a semejante sanguijuela. Y tengo que lidiar con la rareza. - Y en general, será mejor que expliques cómo te las arreglaste para entrar por una puerta cerrada.
- ¿Por qué la habitación cerrada? - se preguntó Titych.
- Ah -dijo Listitsa-. - Y cuando salí al patio por la noche, pensé: ¿por qué está ese banco apoyado en la puerta?
- Ya veo, - refunfuñé. Duermo como un muerto y no oigo nada. No es por nada. Por nada. Huele a brujería. A lo mejor es así como yo también tengo mi memoria premonitoria.
- Está bien, lo hemos olvidado... Pero sólo, la próxima vez, sé amable, pregunta primero...
- Dormías, Vladislav Tverdilych, demasiado dulcemente, - la chica se desvaneció.
Exactamente - ¡una chica! Me gusta más así. Y, al parecer, ya he tomado esta decisión también. Qué sarta de tonterías.
Sacudí suavemente la cabeza, como para ver si su contenido había desaparecido. No, todo me pesaba.
- Siéntate a la mesa, Vlad -invitó Yaropolk, como si fuera el amo del lugar. Pero bueno, él era el jefe, así que podía sentirse como en casa en cualquier sitio. - Aquí todavía hay bryndza, y un montón de tortitas. Una manzana... Llena el gusano, y hablemos. No tires del buey por la cola. ¿Cuántas veces?
Si alguien supiera cuánto deseo contarle a alguien la verdad sobre mí, sobre mi mundo. Y compartir mis planes y mis dudas. Pero ese conocimiento es prematuro e inútil. Es como intentar explicar a los niños pequeños de dónde vienen. En el momento adecuado, todos lo sabrán todo, pero antes, mejor que busquen cigüeñas en los lechos de coles.
Fui a la mesa. Cogí la jarra. Vacía... la volví a poner en su sitio. Cogí la jarra de Titych y me la acabé de dos tragos, sin distinguir lo que contenía. Luego envolvió un trozo de queso en dos tortitas y señaló al jefe a la puerta.
- Ahora que me has levantado, vamos a ver la atalaya. Tendremos una charla. Así no perdemos el tiempo. Y tú, Listica, no tengas prisa... Cocina tranquilamente. Volveré para la cena.
- Es verdad, - Yaropolk se levantó de la mesa.
Él y Listica intercambiaron algunas frases jocosas, pero yo no les hice caso. Porque todo esto ya había pasado una vez, e incluso la película más interesante no es el mismo placer verla en repetición que estar presente en el estreno. Era más importante entender cuál era el propósito de esta repetición. ¿Sólo por diversión? Inútil e inapropiado. ¿Entonces por qué? Bueno, piensa, Vlad, piensa...
"Piensa cabeza, compraré un cartucho..."
No es que el otro sea sarcástico, es que me critico a mí mismo. Porque "una vez que un hombre es idiota, lo es durante mucho tiempo". Bueno, ¡¿para qué si no necesitas un doble si no es para corregir los errores cometidos en el primer caso?!
¿Qué significa eso? Sólo que es necesario volver a vivir la etapa superada, pero no espontáneamente, sino con una mirada retrospectiva y en el lugar adecuado (espero haber entendido en qué lugar) para girar las flechas sobre los carriles correctos. Para no volver a empezar lo mismo por tercera vez. Me gustó la película "El día de la marmota" en su momento, pero no tengo ganas de vivir algo parecido una y otra vez. Es mejor "lo que nos deparará el día venidero...".