¿Quieres vivir una vida tranquila? No sorprenda a su familia.
Cientos de veces he escuchado con agrado y contado en el círculo de amigos anécdotas de la serie "Mi marido vuelve inesperadamente de un viaje de negocios", pero nunca pensé que yo misma pudiera verme en una situación similar. ¡No me hagas esa mueca sarcástica! Gracias a Dios, a Alá y a otros Budas, aún no me he casado y ningún crecimiento óseo, no previsto por el estatuto, no me impide llevar una boina de uniforme y ponerme normativamente una máscara antigás... Mis padres se fueron al sur.
En realidad, podía haberlo adivinado: calor, apestando a asfalto derretido y a gases de escape de la ciudad, y por tanto -surgiendo con toda justificación en cualquier ser razonable el deseo de acercarse a la naturaleza. Mi contrato no terminaba hasta septiembre, así que fue culpa mía. Debería habértelo dicho de antemano.
Pero no quise. Habría tenido que darle una explicación detallada, contarle lo de la lesión. ¿Por qué molestar a mi madre para nada? Para escuchar sermones, que si los hubiera escuchado, y no hubiera hecho tonterías... Sobre todo porque la herida sólo figura en los documentos, pero en realidad... una nimiedad, un rasguño. No lo sentí durante siete días. Pero ahora puedo predecir los cambios de tiempo mejor que cualquier centro meteorológico.
En resumen, aprovechando el parón de su Alma Mater, los dos profesores se fueron al mar. Naturalmente, cerraron el piso, y dejaron las llaves -por falta de criaturas que alimentar y jarrones que regar- a ningún conocido. Bueno, y yo - cuando me fui de casa para estos dos años, no me llevé mi equipo. Tal naturaleza muerta, a la naturale ...
Tras llamar a mis padres y enterarme de que iban a descansar diez días más, tomé la única decisión verdadera en estas circunstancias. Esperar su regreso en el pueblo.
En primer lugar, me permitió no pedir a quedarse con amigos, que en un calor tan anormal, para las personas que no viven en las cámaras reales, cargado de consecuencias desagradables. Y en segundo lugar, por qué no ir a los lugares donde he pasado todas las vacaciones sin excepción y donde, para mi vergüenza, desde la muerte de mi abuela, nunca volvió a aparecer. Más aún porque no está tan lejos ir. Cuatro horas en autobús o seis en tren....
Habría sido más inteligente coger el tren: más espacio, más aire. Pero la sola idea de un par de horas más de viaje, después de dos días de viajar, volar y volver a viajar, me daba náuseas. Bueno, y el calor y la congestión, después de que la armadura caliente del "bakhchy" no nos asustara. Quien sabe lo que quiero decir, lo entiende.
Está decidido - hecho.
Tenía el dinero. Así que cogí un taxi hasta la estación de autobuses. Incluso tuve un pensamiento curioso: "¿No debería contratar a un cochero para ir directamente al pueblo? Pero no se me pasó por poco constructivo. Recuerdo que el inolvidable Winnie-the-Pooh advertía de que el dinero es una cosa muy extraña: si lo tienes, no lo tienes de golpe. No hay nada que malgastar, no es envoltorio....
Sin embargo, mi poco convencional salida hacia la plaza de la estación no pasó desapercibida. Apenas pagué al conductor y me eché la mochila a la espalda, algo fuertemente perfumado se materializó cerca de mí, entre ondas de faldas rojinegras y una rosa viva en el pelo azulado. Unos exuberantes pechos blancos como la leche se salían del corsé con tanta violencia que inmediatamente quise ayudarla como pudiera. La experiencia extrema fue suficiente para hacerme vacilar y detenerme. "Quédate donde estás, para. ¡Uno, dos!" Mientras mi mirada no acababa de decidirse, corriendo del "uno" al "dos" y viceversa. Las dos colinas a la vez no cabían en mi campo de visión.
- Te diré toda la verdad... Y lo que fue y lo que será, - el tintineo de campanas de cristal se formó en palabras comprensibles, haciéndome levantar la cabeza....
Si todo lo que había visto antes pertenecía al lujoso sueño de cualquier varón normal de más de catorce años, aquel par de ojos acianos y muy abiertos me miraban con tal ingenuidad y franqueza infantil que al instante me sentí como un viejo lascivo y pedófilo. Ni siquiera una esfinge, que había perdido la nariz y el sentido del olfato, podía negarle a la niña ninguna petición, mirando hacia aquellos lagos azules sin fondo. Naturalmente, yo también le eché una mano, pero con la palma de la mano hacia delante, no hacia arriba...
La muchacha rió comprensivamente, a partir de lo cual las colinas blancas como la nieve se mecían uniformemente y me liberaron del cautiverio de sus ojos. La obsesión se desvaneció, y me sorprendió sentir que incluso sudaba por el exceso de sentimientos. Qué gitana era, como Aza o Carmencita. Podría agarrarla por la cintura y correr hacia el verdor más cercano.
Mientras tanto, la adivina examinó la palma de mi mano y dijo con confianza.
- Vuelves de la guerra, halcón. Sólo que no eres bienvenido a casa. Has visto mucha sangre y derramado la tuya. Desearía que pudieras descansar, mi jakhon, pero no tienes tiempo. Otros te necesitan mucho. No pueden esperarte. Lo han visto todo, pero aún no estás. Date prisa, querida. No pierdas el tiempo... Tu autobús se va. ¡Corre, mi pequeño halcón! ¡Lo lograrás!
De algún modo, consiguió hacerme girar de tal manera que, cuando aparté los ojos de su inmenso escote, vi las puertas abiertas del autobús justo delante de mí y salté al escalón sin pensármelo dos veces.
La puerta se cerró siseando y nos pusimos en marcha.