Los huevos revueltos chisporroteaban furiosamente y chorreaban grasa, exigiendo una intervención inmediata. Mi cuerpo hambriento también. Pero me tomé mi tiempo. En los últimos años, rara vez había tenido momentos en mi vida en los que pudiera tumbarme en la cama, recordando dulces sueños, en lugar de saltar a la orden de "¡Despierta!". Por cierto, tuve un sueño muy inusual, muy apropiado para este momento histórico.
Era como si me hubiera instalado en algún lugar del Adriático. Y en mi isla personal, justo en el mar llega un viejo ZIL-157 de plataforma plana, cargado de arena. Y esta carga especial viene acompañada de camaradas muertos. Y cuando pregunté a los chicos con asombro: "¿Para qué necesito otro vagón de arena aquí, si ya hay uno continuo alrededor?", me explicaron muy seriamente: "Para evitar la nostalgia". Entonces los chicos descargaron apresuradamente el coche y cubrieron cuidadosamente mi isla con arena "autóctona" encima de la arena local. Después hicieron una gran hoguera, se despidieron, desearon buena suerte, y uno tras otro, como a la puerta, entraron en el fuego, - dejándome solo con las llamas calientes del fuego sin humo.
Contemplé durante largo rato el juego de sus lenguas y chispas y no pude entender qué deseaba más: acercarme y calentarme, o dar media vuelta y marcharme. En la dirección desde la que podía oír claramente el gorgoteo de una pequeña cascada.....
No me di cuenta de dónde habían ido los vehículos raros.
- Buenos días, Vladislav Tverdilych, ¿ya estás despierto? Bueno, levántate. Mientras te lavas, pondré la mesa... Hoy, lo siento, es un desayuno modesto. Y cuando los hombres traigan provisiones, te prepararé sopa de remolacha y pasteles....
La voz tintineante me era desconocida, pero bastante dulce. Con una especie de leve kartavinka, agradable al oído. Cuando me giré, vi a una mujer ocupada en la cocina. A menos que los hombres del lugar lleven vestidos y pañuelos en la cabeza. Brrr... Sólo de pensarlo me estremecí.
La desconocida cogió una sartén grande de la cocina y se dio la vuelta, dándome la oportunidad de ver su cara sonrojada. En general, como la mayoría de los hombres, no estoy muy versado en los signos que permiten determinar inequívocamente la edad de una mujer, pero así, de un rápido vistazo, ella tenía poco más de veinte años. Y a juzgar por el brillo de sus ojos verdes, quizá incluso menos.
La chica sonrió dulcemente y volvió a saludar.
- Buenos días, Vladislav Tverdilych. ¿Qué tal has dormido? ¿No hace frío para dormir solo? Incluso sin manta... Tengo tanto frío hasta en verano... Podría arrastrarme bajo un colchón de plumas. Probablemente porque el río está cerca... es húmedo. Y para avivar el horno, la gente se reía. ¿Yaropolk Titovich me dijo que has vuelto a nosotros para siempre? ¿Es cierto, o el jefe cometió un error?
Siguió con su tarea de preparar el desayuno y sólo de vez en cuando lanzó una mirada curiosa en mi dirección.
Hmm, basándome en la variedad de preguntas e insinuaciones, creo que había subestimado su edad. Sin embargo, los aldeanos siempre han sido más simples en sus actitudes entre los sexos que la gente de la ciudad. Y cómo podría ser de otra manera, cuando todo el proceso desde la concepción, el nacimiento y... la matanza tiene lugar ante tus ojos. Y ya se trate de un animal o de un hombre, la diferencia es pequeña e insignificante. Pero cualquier escarceo más allá de las normas de la moralidad ha sido severamente condenado y castigado aquí durante siglos. Y de la forma más cruel y despiadada.
Un lascivo que quebrantaba la costumbre era primero escarmentado por todo el mundo, y luego - expulsado de la sociedad. Un sucio pervertido o un canalla no tenían cabida entre la gente normal. Y no se prohibía nada de lo que la naturaleza proponía. Siempre y cuando la cintura no engordara demasiado antes de tiempo.
- ¿Cómo te llamas, querida anfitriona? No recuerdo semejante belleza. - Mostré mi legítima curiosidad, sin dejar de aspirar un poco.
- Como mis padres me llamaron Listitsa al nacer, así me llama la gente durante los segundos diez años. Y tú, Vladislav Tverdilych, me habrás visto con las rodillas desnudas y coletas cortas. ¿Cómo puedo recordarlo?
¡Vaya! Incluso la admiré. En una sola frase, dicha con una taquigrafía desenfadada, Listica había conseguido poner toda la información más importante para el primer conocido. Así que la joven viuda no sólo era guapa, sino también lista. Y para poner por fin los puntos sobre las íes, preguntaba con toda la gracia inherente a un rodillo de asfalto y... la mayoría de los hombres.
- Debe ser duro estar sola, ¿no?
- Sé que no lo es, cariño... -se quedó inmóvil un momento, al parecer sin esperar tanta franqueza-. - Incluso en una yunta, incluso un par de bueyes están enjaezados.
- ¿Por qué nadie se casó por segunda vez con una mujer tan hermosa? ¿Acaso los hombres y los niños se han vuelto completamente ciegos? - Intenté suavizar la torpeza con la misma delicadeza. Según el principio - el fuego se apaga con el fuego.
Pero Listitsa no se ofendió. Sólo suspiró con reproche.....
- ¿Y dónde pueden estar, Vladislav Tverdilych? Como si no supieras que en cada pueblo sólo hay pantalones para una docena de faldas. E incluso esos se ciñen con un cordón. Es cierto que en los últimos años las mujeres han parido más niños que niñas, pero para cuando esos mozos crezcan, yo pareceré una manzana asada. Nadie me mirará siquiera. Muchas niñas no soportan la soledad y se van al bosque con elfos y duendes, o a las montañas con enanos, y algunas, según he oído, incluso a las cuevas con trolls. Pero para mí es mejor pasar el tiempo como vagabundo que yacer con los subhumanos que han exterminado a nuestros propios hombres y crían mestizos con ellos. ¿Dicen que el Emperador ha autorizado la poligamia con su poder? ¿Es cierto? - y sin esperar respuesta, continuó. - Sólo es aceptable para los estirados de la ciudad. Pero nosotros no estamos acostumbrados a cambiar las costumbres de nuestros abuelos, y a remodelarlas de nuevo para cada ataque.