La puerta crujió tras Lystitsa, que por alguna razón había saltado al patio, e inmediatamente se abrió para dejar entrar al jefe. El tío Yaropolk parecía a la vez más viejo y más lamentable a la luz del día. Debe ser un verdadero problema con los hombres, si mantienen a semejante lisiado en el cargo.
- Hola, guerrero. ¿Has descansado? - susurró desde el umbral de la puerta. - Tú, come, come... -y, sin demorarse en el umbral, se acercó al colgado y dispuso la munición.
Miró despreocupadamente la ropa de su vida pasada, pero no dijo nada. En principio, cuando venía de vacaciones, mis "atuendos" urbanos no impresionaban especialmente a nadie. La gente del campo se ha ceñido durante siglos a un criterio de selección: lo que es inútil en la vida cotidiana no merece atención. Pero el jefe apreció las cosas de la bolsa de trofeos.
- Vaya, bonito tirabuzón", aprobó con mirada de entendido, acariciando con cariño los anillos entrelazados. - Se ve enseguida: fue hecho a medida por enanos. Seguro que el príncipe de los elfos os ha pagado un rescate, ¿verdad? - y, sin esperar respuesta, desenvainó su espada. - No tenías que pedirlo. No se puede comprar una espada así en una tienda. Sólo las runas protectoras ya valen mucho. Vaya, tú, Vladislav Tverdilych, veo que no te has pisado las botas en vano, ¡has ascendido al rango de tensor de Barsov! - Exclamó sorprendido, habiendo notado algo en mi armadura, que escapaba a mi comprensión. Y no visible a espaldas del jefe. - ¿Por qué dejaste la Legión? ¿Herido, tal vez, de gravedad? Aún no te has recuperado, y yo te molesto, llamándote al servicio....
Lo único que pude hacer fue sacudir la cabeza. No podía responder con la boca llena. Pero fue suficiente para Titych. Suspiró aliviado.
- Así que se cansó de andar por los rincones de los demás... -y se contestó a sí mismo. - Decidió buscarse su propio rincón, asentarse... Me callo, me callo... Es cierto, no es asunto mío. Si quieres, ya me lo contarás algún día..." y cambió precipitadamente de tema. - ¿Qué te pareció Listitsa? ¿No era buena? Es jugosa... Saldrá a chorros si la aprietas fuerte. Está madura, caerá de la rama si extiendes la mano. El difunto Gir era un buen hombre, pero el Creador no lo bendijo. Probablemente ni siquiera tuvo tiempo de calentar su cama...
- Gracias por tus cuidados, tío... Yaropolk", le agradecí al jefe de la aldea, que obviamente iba a volver a contar la historia del corto matrimonio de la viuda. - Es un sueño, no una amante... Es un regalo para la vista.
- ¿Qué hay que mirar? - No lo entendía, parpadeaba mucho sorprendido. - Es una mujer, no la luna. Y no es nada caro. La Sociedad te regala a Listitsa. Con su pleno consentimiento. La suerte de una viuda no es un placer para nadie... Es peor que un perro callejero. Lamerás las manos y los pies de cualquiera que te mime. Además, no eres un simple vagabundo, eres un legionario honrado, un joven, un joven con buena apariencia. Más de una chica del pueblo le envidia ahora... Así que no lo dudes, poseelo por derecho. Y no te preocupes por el pago. Además, si piensas en mi oferta de ayer, la sociedad estará en deuda. Y si pensáis en volver al servicio, podéis decidir entre vosotros si esperáis vuestro regreso o no.
Yo mismo estaba un poco confuso. Algo en mi cabeza no encajaba: la Declaración de los Derechos Humanos y una moral tan descarada y socialmente esclavista del jefe. Pero, como es sabido, ¡no se mete a un cerdo en un monasterio ajeno! Y en comunidades más avanzadas, honradas por historiadores y filósofos como modelo de democracia, las mujeres no tenían derechos civiles. Pero sobre el empleo, debería haber especificado algo. Al menos sobre la primera tarea.
- ¿Tengo que encargarme yo solo de esa cosa que apareció en la Cueva Tuerta, o conseguirás que alguien me ayude?
- No, Vlad, ¿cómo podrías? - El jefe agitó las manos. - No estoy loco por enviarte a la muerte. No soy un tenso, pero he servido fielmente mis años, y tengo un entendimiento. Reuniremos a todos los hombres y niños que puedan sostener un arco. Los pondremos en los árboles con un suministro de flechas y dardos. Tú atrae a la bestia fuera de la cueva y llévala a la emboscada. O al menos mantenerlo en el lugar por un tiempo para que los arqueros puedan subir. Con tan buena munición y con entrenamiento de combate "leopardo", podrás hacerlo más fácilmente que yo, un torpe cojo.
- Razonable", asentí.
En efecto, el jefe "entendía". Si había que cebar a una bestia desconocida y peligrosa con un cebo vivo, era mejor utilizar uno que no se tragara de golpe. Y por si acaso, inevitable en el mar de accidentes... en la granja... el menos útil. Es decir, un extraño. ¿Y quién le culparía por semejante planteamiento? Yo no. Y como Titych no es tonto, entiende que su plan está a la vista, se apresura a hacer su cama suave y dulce.
- ¿Cuándo nos iremos?
- Iremos mañana, Vlad. ¿Por qué el retraso? Descansa hoy, has viajado kilómetros para llegar a casa. Apuesto a que tus piernas todavía te molestan, ¿no? No, ya sé que un legionario, sobre todo un "leopardo", no puede dejarse sorprender por una larga marcha -Titych se apresuró a adelantar las manos, pensando que yo quería objetar-. - Pero en el bosque, Vladislav Tverdilych, si algo sale mal, necesitarás toda tu rapidez y destreza. Y realmente quiero que sigas vivo. ¿Me crees?
"Lo siento, Titych, pensé peor de ti."
- Esta criatura desconocida es un gran problema, pero hay cosas peores en el vecindario. Y hará falta algo más que sudor. Necesitarás todo tu entrenamiento, Tenser. Piensa en la salida de mañana como un calentamiento. Así que no tengas prisa. Pasea por el pueblo, habla con tus compañeros de juegos de la infancia. El pequeño Sich todavía vive en el colmenar. Estará encantado de conocerte, creo. Después de todo, muchos ya te han olvidado... entre los que aún viven. Titych saludó con la cabeza a la viuda que entraba en la casa y evitó hábilmente el tema desagradable. - O deja que te la tararee ella misma....