¡Fantástico! ¡Tifón! ¡Tsunami! Sí, todos ustedes van directamente a... Sigmund Freud - liberado, sexualmente revolucionario, que estudió "a quien desde la mañana" y otras obscenidades, igual y decidido en la lucha por la causa justa del feminismo, adoptando los peores hábitos de los hombres, mientras lograba perder la mayor parte de lo femenino original.
El torbellino, la vorágine de ternura y caricias me absorbía, me abrumaba, me cubría de cabeza, y ya no era posible distinguir: dónde estaba la cima, y dónde la otra parte del mundo, y sólo podía esperar llegar al fondo salvador antes de que me estallara el corazón o me quedara sin aire. Y allí, empujando con los pies desde la solidez salvadora, rastrillar con fuerza hacia delante y hacia arriba: hacia la luz, hacia el sol, hacia la vida.
Pero cuanto más me sumergía, más me daba cuenta de que la pasión de Listitsa no tenía fin. Y sólo cuando parecía que iba a morir ahora mismo, el abismo esmeralda, gimiendo y sollozando lastimosamente, abrió sus brazos, permitiéndome deslizarme hacia la superficie con un esfuerzo desesperado....
Y al momento siguiente me encontré de pie en una isla familiar, adquirida en sueños para mi propio uso, cerca de un fuego ardiente. Completamente desnudo y, por alguna razón, mojado. Y, al parecer, para evitarme la vergüenza, todo el otro mundo estaba cubierto por densas nubes de niebla blanca como la leche... Desagradable, debería decir, niebla. Mirándome con los ojos entrecerrados de un francotirador que mira a su objetivo a través del ocular de su mira telescópica. Aunque llevara una armadura completa, no me habría adentrado en aquella suspensión lechosa sin una necesidad especial. ¿Qué clase de escoria acechaba allí, evaluándome no como persona, sino como un plato o una molestia?
Y al mismo tiempo con este pensamiento, de alguna parte vino la comprensión de que ninguna criatura sería capaz de venir al fuego, de pisar la arena traída aquí desde mi mundo. Porque aquí cada grano de arena es más mortífero para todas las criaturas del Caos y del Infierno que la mordedura de una gyurza. Así que si alguien se acerca, es un amigo mío. Ni siquiera tienes que pedir la contraseña...
Me agaché y recogí con cariño un puñado entero de arena, cálida, que murmuraba suavemente algo propio. Pero no tenía dónde esconderlo, ni un canguro ni un koala... Vale, lo guardaré en mi puño. La carga no es pesada....
Miré alrededor más de cerca, pero con el mismo resultado. Una pared en blanco, o más bien - una cúpula, de hostiles nubes de agua en suspensión ... o humo y una docena y media de pasos de diámetro, reclamado de ella por el fuego. Eso es.
Ah, sí, casi lo olvido: junto al fuego, con expresión confusa en el rostro, aletea una unidad de representante del género homo sapiens, o -para ser más modestos- homo erectus. Me refiero a mí. No tengo ni la más remota idea de cómo he llegado hasta aquí y adónde ir ahora... ¿Y quién se sentiría diferente, si hace un minuto, estuviera descansando con una cariñosa viuda, por cierto - tampoco de su mundo natal, y ahora, se encontrara en medio de la nada? Demasiado, sin embargo... Incluso para un individuo con una psique muy estable, capaz de pasar todas las pruebas para la elegibilidad profesional a la escuadra MON desde la primera vez.
Me pregunto, si me tumbo en horizontal, entonces en el hueco que queda entre "nuestra" arena y "su" niebla, ¿puedo ver algo o no?
El fuego, como si quisiera sugerir una respuesta, se apagó un poco de repente, y luego disparó hacia arriba toda una gavilla de chispas. Mientras admiraba el juego de las llamas, recordé mi antiguo sueño y a mis camaradas muertos que abandonaban la isla, adentrándose en el fuego. Interesante.
Nunca había participado en una autoinmolación. Para ser sincero, el miedo a ser quemado vivo ha sido una fobia secreta mía desde la infancia. E incluso ahora, cuando me he dado cuenta de que no es tan horrible como parece desde fuera -y que en realidad hay muchas maneras de ir al borde de la caza eterna de una forma mucho más dolorosa-, el estereotipo de los efectos especiales está firmemente arraigado en mi subconsciente.
Pero se mirara como se mirara, seguía sin haber otras opciones. La alternativa era morir de sed y hambre. Tras dudar un momento, metí la mano con cuidado en el fuego y... casi grité de alegría: el fuego no se opuso a mi intrusión ni intentó morderme. Al contrario, olía al calor de una casa de baños bien caldeada. Y entonces, como en una escotilla abierta, entré en la llama, que abrió sus brazos con un alegre zumbido...
¡Maldita División de la Bandera Roja! Bien, al menos no salté como un pez.
- ¿Por qué saltaste, Vladislav Tverdilych? - Listitsa apartó la mirada avergonzada, volviéndose al oír el ruido que hice al resbalar mis pies descalzos sobre la arcilla húmeda. - ¿A qué viene tanta prisa? Deberías haber descansado hasta la hora de comer.
Me quedé como una idiota en el suelo de mi propia cabaña, agarrando un puñado de arena con una mano y cubriendo mi dignidad con la otra.
- Quería ir a nadar -dije lo primero que se me ocurrió y convertí la conversación en una broma, que me pareció muy apropiada después de la intimidad-. - ¿Por qué brillas como una flor de amapola? ¿Has visto algo nuevo en tu actual hogar o, por el contrario, algo menos bueno? No me importa mirarte más de cerca desde todos los ángulos. No tuvimos tiempo antes. Bueno ... cabaña, a su vez a mí hacia atrás, y hacia el bosque hacia adelante.....