Guerrero

Capítulo VIII

La cueva recibió el sobrenombre de Cueva Tuerta por la abertura ovalada que se encuentra sobre el bostezo a la altura de la ventana del ático. Tiene aproximadamente la forma de un cíclope. Y en la vieja película, creo, sobre Ruslan y Lyudmila, también aparecía algo parecido... Una cabeza parlante. Y si el bosque en sí era un poco diferente de mis recuerdos de infancia, la cueva era exactamente igual.

En realidad, mis quejas sobre la arboleda eran más bien cosméticas. Porque entre los habituales carpes, robles, abedules, alisos y pinos no advertí árboles de especies desconocidas. O... no los reconocí... Me molestaba más el hecho de que el verdor pareciera el de una zona ajardinada y de parque, confiada al cuidado de un ejército de jardineros, y no el de una espesura salvaje -sin maleza, con un caótico entrelazamiento de arbustos y, más aún, con escombros-. Y lo más increíble de todo: sin tocones.

Esto sugería que el bosque no pertenecía a la comunidad. Aunque el propietario permitía a los campesinos utilizar la broza y la madera muerta, los castigaba severamente por estropear y robar la madera del negocio. Lo cual era de lo más tenso, porque señalaba al amo. Y toda mi experiencia anterior con gente "en legañas" fue constantemente negativa. Por lo general, después de la aparición en el horizonte de tal figura, investido de poder, se convirtió en lisiado o murió buenos chicos.

"¡Whoa! Siege. Vlad. En qué lío te has metido".

Estoy a unos pasos de una cueva con una bestia mortal acechando en su interior. ¡Posiblemente un ogro! Y al mismo tiempo estoy hablando de las dificultades de la vida feudal y de la nocividad de los generales.

Por otra parte, ¿por qué no distraerme? El misterioso depredador aún no es visible, incluso el hedor de los restos podridos de la comida, que acompaña a la madriguera de cualquier gran carnívoro, aún no se siente. Dos docenas de hábiles y... diferentes arqueros se apiñan en los árboles detrás de mí, a sólo cien pasos de distancia. Llevo una armadura fuerte, no muy distinta del hierro medieval. La espada que tengo en la mano tampoco es de juguete. No puedo compararla con mi fiel AKS, que, a diferencia de la de acero de doble filo, sé usar bastante bien, pero sigue sin ser un puntero de escuela. Y la tarea de hoy es más de sprint que de esgrima. Quizá funcione. Llevo corriendo los 100 metros desde el instituto con marcas "excelentes"... Y en cuanto me cargue de adrenalina, seré tan bueno que los atletas olímpicos se pondrán celosos.

Bueno, ya hemos filosofado, y así será: es hora de devolver el anticipo que nos dio la sociedad.

Empecé a acercarme a la cueva, con cuidado.

Curiosamente, en esos momentos no me sentía un luchador, ni siquiera un cazador, sino sólo un participante de una broma tonta. ¿Quizás porque lo miraba todo a través del prisma de los recuerdos? Y éstos me convencían firmemente de que había escalado aquí cientos de veces, jugado con mis compañeros, escondido de las inclemencias del tiempo. Una vez incluso me quedé un rato rezagado con mi novia de la compañía de los compañeros del pueblo, con los que estaba recogiendo frambuesas en el claro. Quizá por eso no podía imaginar que algo terrible acechaba en el interior de esta acogedora cueva, o más bien espaciosa gruta. Una bestia desconocida que ya había matado a varias personas....

Y, como siempre ocurre en estos casos, casi pagó por su descuido e irreflexión. Sólo el tamaño de la bestia y la reacción desarrollada a lo largo de los años me salvaron... Algo grande, de la altura de un ternero de un año, de color rojo fuego, salió de la oscuridad de la cueva y se abalanzó sobre mí, intentando derribarme.

Mi cerebro apenas empezaba a analizar la situación, pero los reflejos incorporados ya hicieron que mi cuerpo se apartara y girara el cuerpo, dejando que el monstruo pasara de largo. Su carcasa cerró las mandíbulas y se acercó a unos centímetros, lanzándome un calor tan intenso como el del horno de una cocina caliente.

La bestia soltó algo parecido a un sollozo lastimero, se retorció y se quedó quieta, agachada sobre sus patas traseras, calculando la distancia para otro lanzamiento.

- Tranquilo, tranquilo... Bonito perro. Por qué te lanzas a los invitados? А? ¿Quizás vine a ti con un hueso...? Un hueso de azúcar.

Nuestro cinematógrafo recordó en repetidas ocasiones que cualquier animal, no importa lo agresivo que no se estableció, en el sonido del habla humana, necesariamente se detiene por un tiempo. Y en caso de colisión con un gran depredador, cada momento ganado puede salvar una vida.

Por lo tanto, mientras maquinalmente y con el tono de voz más apacible, decía las primeras tonterías que me venían a la cabeza, mi instinto de conservación intentaba desesperadamente forzar a mover mis piernas, agarrotadas por la extrema sorpresa.

A unos siete pasos de mí, algo que parecía más bien una mezcla de oso y hiena sollozaba entre dientes y sollozaba patéticamente como una mujer. Pero que así fuera, después de Chernóbil y Fokushima, nada debería sorprenderme. Pero el hecho de que la bestia no estuviera hecha de carne viva, sino de fuego compactado -o mejor dicho: ¡una criatura así podría haberse fabricado si alguien hubiera sido capaz de moldearla a partir de magma caliente! ¿Qué quieres decir con eso? Un auténtico Hellhound, si recuerdo algo de los juegos de ordenador. Por cierto, no demasiado, porque he olvidado por completo cómo luchar contra él. De lo único que estoy seguro es de que es absolutamente inútil pinchar al monstruo con una espada.



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En el texto hay: mundo magico, impresionantes aventuras, buen heroe

Editado: 23.03.2025

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