Guerrero

Capítulo IX

Cuando el "regimiento emboscado" gritó, al verme no "sobre mi escudo" sino bastante ileso, los árboles más cercanos trataron de desprenderse de sus hojas. Y el álamo temblón no dejará de temblar hasta el otoño.

Si había algún congénere deambulando por ahí, o moría de un infarto o corría directamente de vuelta al infierno. Tengo un erizo bajo el casco por los decibelios inesperados...

- ¡Vivo! - El jefe, a pesar de su cojera, aprovechó el tiempo de ventaja y, mientras el resto del grupo de apoyo bajaba de los árboles, consiguió llegar primero al cuerpo del héroe. - ¿Vivo? - repitió con clara entonación interrogativa e, imitando a Tomás el Incrédulo, me tocó cautelosamente con la mano. Entonces llegó a una conclusión definitiva. - Vivo...

- Creo que sí -confirmé, porque de tan minucioso examen yo mismo empezaba a dudarlo.

- ¿Y la criatura de fuego?

Esa es una pregunta innecesaria. Perro y yo no podíamos separarnos a la orden de "brek", y si yo sobrevivía, significaba que mi oponente, al menos, perdía por puntos. Por cierto, a diferencia del jefe, algunos de los arqueros eran más rápidos. Así que los cuatro hombres no se quedaron en la multitud de aficionados entusiastas, sino que se apresuraron a la cueva. Intercambiaron frases como: "Quítate la piel mientras esté caliente, o lo pasarás mal después...".

- Me gustaría mojarme la garganta...", siseé.

Era difícil pronunciar un discurso inteligible. Era extraño, como si no hubiera habido combate, no en el hecho, sino en la forma, y sin embargo hubiera requerido tanta energía como doce asaltos completos del difunto Lord [el hijo mayor y heredero de Lord Queensberry inventó las reglas para el boxeo, prohibido en aquella época. "Las Reglas del Marqués de Queensberry"].

- Sí, claro... Toma... -Yaropolk me puso en la mano una petaca pesada con la palma agradablemente fría.

La bebida estaba fresca y sabrosa también, supongo...

El líquido fue succionado dentro de mí a una velocidad tan alarmante que involuntariamente bajé la cabeza, buscando un agujero en la parte inferior de mi torso que no había notado antes. No, gracias a Dios, no se formaron en mí agujeros adicionales y no intencionados por el Creador.

- ¿Está cansado? - me preguntó compasivo el jefe, cogiendo la cantimplora vacía, de la que insistentemente intentaba sacarme algo más.

De nuevo la respuesta era obvia, pero esta vez no contesté a Yaropolk por una razón diferente. Los hombres, que tenían prisa por despellejar a la bestia derrotada, salieron corriendo de la cueva con tanta prisa, como si el Sabueso hubiera cobrado vida y persiguiera personalmente a los conocedores de pieles ajenas.

- No... hay... nadie... significa.... en absoluto.....

- ¿Dónde está?

Está claro que hoy el jefe ha batido un récord haciendo preguntas sin sentido.

- Desintegrado...", divagué, aún en una especie de postración. El sentido de mis expresiones reclamaba un lugar en el Libro Guinness junto a Yaropolk. Debe de ser algo en el aire. Si tuviera un cigarrillo, mi cerebro se iluminaría enseguida. Pero, por desgracia, los maestros no se molestaron en acoplar un bolsillo a mi armadura, y yo no acostumbro a llevar cigarrillos detrás de la faja.

- ¿Eh? - el jefe dio una palmada en los ojos.

- La bestia se ha marchitado... A cenizas... -expliqué con más claridad. Al menos, a mí me lo pareció.

- ¿No?

- No, joder... - el sinsentido y la estupidez de lo que estaba ocurriendo empezaban a excitarme. - Una parte ardía, otra se derretía y el resto se hacía humo. ¡Jaropolk! ¡Ve a verlo por ti mismo!

- Sí, señor.

Las notas del sargento en mi voz, porque el jefe al instante se levantó y caminó enérgicamente hacia la cueva. Y los arqueros - de alguna manera imperceptible dispersos en los arbustos. Al parecer, la sabiduría mundana de todos los siervos y serviles: "Lejos de los jefes - más cerca de la cocina" también era cierto aquí.

Yaropolk no permaneció mucho tiempo en la cueva. Tan pronto como entró, salió corriendo. Pero la mirada del jefe no se hizo más significativa.

- ¿Qué le has hecho tan de corazón? - preguntó, mirándome con suspicacia de pies a cabeza. Pero parecía satisfecho, pues sus ojos volvieron a calentarse e incluso se dibujó una sonrisa en su rostro. - ¿Conseguiste algún amuleto de los magos?

- Cuando no sabes sobre qué mentir, es mejor decir la verdad. O casi la verdad. - Así que dimos vueltas alrededor de la cueva con la bestia durante un rato. Entonces la bestia saltó, saqué mi espada... Se puso en punta y saltó. El impacto me golpeó un poco contra la pared. Puedes sentir el chichón en mi nuca si quieres.

Fue un movimiento un poco precipitado. Un casco no es una gorra y no aguanta, ¿qué demonios es un chichón por contacto con una superficie dura pero plana? El jefe no pareció darse cuenta de la reserva, ya que no la comprobó. Pero a partir de ahora, habrá que vigilar el texto....

- Y cuando los círculos frente a mis ojos dejaron de parpadear, miré: la criatura ya humeaba. Toma... -sin dejar que el antiguo guerrero analizara la versión presentada, le puse apresuradamente a Yaropolk en la mano un trozo redondo, aún caliente, sacado de las cenizas-, míralo tú mismo. Todo lo que quedaba de la bestia....



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En el texto hay: mundo magico, impresionantes aventuras, buen heroe

Editado: 23.03.2025

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