"La mañana pinta con luz brillante..."
Así empezaba cada nuevo capítulo de un libro muy interesante, sin autor, principio ni final, pero leído hasta la saciedad por todo el personal de una separata... Sin embargo, ahora no importa. Así, en esa fascinante novela, el protagonista también lo pasó mal, tras adentrarse en otro mundo. Pero, a diferencia de mí, siempre recibía algunas bonificaciones por el camino. Ojalá yo tuviera al menos un par de esas habilidades, además de las adquiridas en las fuerzas armadas. Aunque, al parecer, ayer le compré una buena carta a mi trazado. De todos modos, no ha ido a peor. Y, si escuchas las sensaciones internas, ni siquiera el fondo del vigor, es aún mejor.
- ¡Buenos días, Vladislav Tverdilych!
Oh, es para mí. Y lo que es característico, es una buena mañana de hecho. Puedo confiar en mi propia experiencia de despertares matutinos hasta el tercer decimal. Ayer me bebí un cubo de cerveza, y ahora tengo la cabeza tan despejada como un estudiante que ha aprobado sus exámenes. Si te concentras, puedes oír el silbido de una cerveza de barril caminando en el vacío.
- ¿Quieres desayunar? ¿O quieres un poco de salmuera?
Mi cariñosa anfitriona se aparta un paso de la cama y busca atentamente en el rostro del hombre rastros del extravío de la noche anterior, y cuando no encuentra ninguno, suspira aliviada y sonríe feliz.
- ¡Lo hare, querida, lo hare! - no menos alegremente le devuelvo la sonrisa, cogiéndola de la mano y arrastrándola hasta mi cama. - Tengo tanta hambre, desde ayer....
- Oh -chilló Lisitsa por lo bajo y se rió por lo bajo-. - ¿En qué estás pensando, a plena luz del día, descarado?... Suéltame de una vez... Te voy a pegar con un trapo. En los ojos, sinvergüenza. ¡Ay! - su voz ya no es tan segura como antes. - No es bueno, Vlad. ¿Y si entra alguien?
- ¿Quién va a entrar? - Intento calmar a la joven con una palabra y pasar a los procedimientos de la mañana.
Sí, cuando piensas en problemas, ya están en la puerta.
- Ejem, ejem... -parece que la voz del jefe no tardará en seguirme como el rugido de un oficial de la compañía. - ¿Interrumpo? Ejem, ejem...
Era como si la hoja hubiera sido arrancada de la cama por un poderoso huracán.
Yaropolk Titych ni siquiera había tenido tiempo de toser bien, arrastrando las botas en el umbral, y mi anfitriona ya estaba de pie junto a los fogones y zumbando con algo. Y estaba vestida y arreglada según su uniforme. Lo que no podía decirse de mí.
- Lo siento, Tverdilych, por una visita tan temprana... -La claridad de la luz al otro lado de la ventana, contrariamente a las palabras del jefe, afirmaba burlonamente que ya era por lo menos la hora del segundo desayuno-. - Pensé que debería... Por supuesto, usted es más joven y más fuerte que yo, un anciano. Pero aun así...
Con estas palabras Yaropolk Titych sacó una vasija de barro vacía en forma de kalacha con patas. Kumanets, creo...
- Toma.
Está claro, el jefe, como verdadero culpable del abuso de ayer, decidió tomar sobre sí los cuidados y gastos de restablecer la salud de la unidad de combate alquilada por la sociedad. Y, al mismo tiempo, una seria razón para curarse a sí mismo. No es lo mismo resacarse solo, aunque sea a costa del Estado.
- Gracias, Yaropolk..." Salté de la cama, lo que hizo que al bondadoso jefe casi se le cayera la mandíbula. Según sus cálculos, iba a la cama, si no un enfermo terminal, sí un hombre muy cansado, y aquí tal pasaje. - Listica, ven a la mesa. Me enjuagaré y volveré... - y salió corriendo por la puerta, dejando que ellos mismos interpretaran la muda escena.
En un principio iba a correr hacia el río, pero luego pensé: era poco ético tratar a un invitado, sobre todo a un representante de las autoridades. Debe de estar sufriendo, el pobre, esperando el momento en que pueda tomar.... medicina. Así que decidí limitarme a rociarle con agua del pozo.
A duras penas conseguí contener el grito que me brotó del pecho a la libertad, y aun así gracias a que el agua se me metió en la boca abierta. ¡Santo cielo! No tenía ni idea de que el agua pudiera estar tan helada. También he tenido que enjuagarme en arroyos de montaña. Aquí estaría aquel científico que afirmaba que en la naturaleza el agua no se enfría por debajo de los cuatro grados centígrados, además comienza el proceso de espesamiento y cristalización. Desde luego, no soy un termómetro, pero apostaría a que el líquido que tuve la insensatez de volcar sobre mi cabeza estaba mucho más frío que el punto de congelación especificado. No el cero absoluto, pero casi. A mis sentidos.
Pero, sin embargo, si alguna serpiente verde de ayer seguía acechando en algún lugar de mi cuerpo, después de semejante ducha emigró a toda prisa a países más cálidos.
- Respeto... - dijo el jefe con sentimiento, tendiéndome un trozo de tela, que probablemente sirve de toalla por estos lares. - Es bonito. Sí, no aceptan a cualquiera en los "Bares". Y para alcanzar el rango de tenser, hay que tener una gran voluntad y carácter... Pero hacerlo así, voluntariamente, por la mañana, con agua de pozo... Ahora creo definitivamente que un troll no será un problema para nuestro Vyselki durante mucho tiempo.
Ya abrí la boca para decir: "¿Siempre hace tanto frío?", pero enseguida me di cuenta de que conocía la respuesta tan bien como el propio Titych. ¿Y qué otra cosa podía ser el agua que bajaba del glaciar y se metía bajo tierra justo a sus pies? Por eso el agua del río difiere tanto en temperatura y sabor de la misma agua del pozo.