Guerrero

Capítulo XVI

El paciente se despertó cuando todo el procedimiento de extracción del objeto extraño, identificado por Jaropolk como el colmillo derecho de un viejo lobo de no menos de diez años, había concluido con éxito. Durante un rato, el gigante de las cavernas aleteó irreflexivamente, aguzando los ojos tras el golpe, y luego gimió resentido:

- Estoy vivo... No me has matado... Mátame.....

- No te mates, muchacho -se apresuró a decir el jefe delante de mí, sosteniendo en la mano el agárico de mosca más grande que pudo encontrar en los alrededores-. - ¿No sientes nada?

En realidad, la cadena de mando debe respetarse en todas las condiciones, pero sólo un zoquete completamente insensible podría impedir a un hombre disfrutar de un triunfo legítimo. Especialmente después de haber estado en el culo de un troll durante una hora. En el sentido más literal de la palabra. Sacándolo, lavándolo y remendándolo....

- Duele...», resumió el gigante exhausto. - No puedo más... Mata...

- Titych se indignó, - Titych se resintió, como cualquier médico, descontento de que su trabajo no fuera apreciado en su justa medida y no se apresuró a besar manos, esparciendo discretamente sobres de agradecimiento de parientes felices en los bolsillos de su bata. - Se escucha más atentamente....

Sinceramente, el gnomo se quedó inmóvil durante un rato y luego murmuró inseguro.

- No se mueve... Hace cosquillas....

- Seis puntos, por supuesto -gruñó Titych con una nota de orgullo por su propia especie. - Toma -le tendió al gnomo un agárico de mosca-.

- Por qué... -volvió la cara, ocultando el brillo hambriento de sus ojos-. - Quiero morir. Me avergüenzo.

- ¿De qué te avergüenzas? - Decidí que era hora de que el psicólogo tomara parte en la conversación. - ¿El hecho de haber aplastado un jabalí con el culo?

Aparentemente, el gigante nunca lo pensó así.

- Toma un zumo de mosca, enfermizo -volvió a salir Titych-. - Mastícalo despacio. Pronto se te pasará.

Incluso de pie era tan alto como un troll sentado. En general, si tomamos no el peso, sino sólo el volumen, entonces un gigante podría hacer cinco cabezas, y quedaría un poco para un pequeño subcabeza.

Mirando a este Stepsel con Tarapunka, recordé un viejo chiste.

En los tiempos que precedieron al colapso de la URSS, caracterizados por una escasez general, un alto funcionario consiguió un trozo de tela cara para un traje y fue con ella a un sastre de Moscú. Éste tomó las medidas al camarada responsable y se negó a coserlo. Explicó que no había suficiente material para una figura tan grande. Y después de él, otros maestros sastres dieron el mismo veredicto. Dijeron que no funcionaría - no había suficiente tela. Y cuando el funcionario ya había escupido completamente, unos conocidos le aconsejaron que fuera a Odessa. Le dijeron que allí había tales sastres que hasta le harían una funda para un portaaviones.

Así que fue. Encontró un taller. El sastre le tomó las medidas y le dijo que volviera en dos días. En la fecha señalada, el funcionario acudió de nuevo al taller y le trajeron un traje ya confeccionado. Se lo probó, por primera vez... El funcionario se sorprendió. Le preguntó: «¿Cómo lo habéis hecho? Todos me aseguraron que no habría tela suficiente para una figura tan grande». «Usted es una figura grande en su capital -se burló el sastre-. - Pero en Odesa eres un chivo expiatorio. Aquí tienes, ciudadano, y una gorra del mismo material».

El gigante estiró la pata, cogió la seta, la olisqueó, como buscando un truco. Y sólo después se metió la seta en la boca.

O tal vez lo hizo. Aunque, para un individuo con deseos de morir, una extraña precaución. Si buscas la muerte, ¿por qué temer al veneno?

- No tengas prisa por tragártelo», le recordó el jefe.

- Mugu-mugu», asintió el gnomo, trabajando sus mandíbulas con diligencia. No era una seta, sino al menos un tronco de abedul.

- Dime una cosa, muchacho: ¿por qué corriste por el bosque con esa astilla en lugar de correr a casa en busca de ayuda? Y en general: ¿cómo te las arreglaste para sentarte sobre una agachadiza de diez años? - Titych atacó al herido con reproches.

- Ajá, ajá, ajá...

- Déjale masticar en paz, - arrastré un poco hacia un lado al curioso jefe. - Y será mejor que te expliques: ¿por qué sigues llamándole muchacho?

- ¿Es que no ve que no es una niña? - se confundió incluso. - ¿Qué haces, Vlad?

Abrí la boca para explicarle que me interesaba la edad del gnomo, no su sexo, cuando me di cuenta de que yo mismo sabía la respuesta (aún no se me habían esponjado las orejas) y, en segundo lugar, de lo cerca que estaba del fracaso de mi propia leyenda. Usted es un tejón, su nobleza, ¡no un leopardo!

- Ya ves, - era urgente salvar la situación, y traté de inventar una versión ligeramente plausible. - Mi escuadrón estaba más preocupado por los elfos... «¡Intenta no darme toda la información por adelantado la próxima vez! ¡Grrr! Desalojaré a todos en 24 horas!». Así que con los trolls.

- Vaya! -exclamó Titych con fingida admiración, sin escuchar siquiera la nueva versión de mi leyenda.

«Gracias a Dios, creo que he tenido suerte y he vuelto a las andadas».



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En el texto hay: mundo magico, impresionantes aventuras, buen heroe

Editado: 23.03.2025

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