Los espectadores ya se estaban reuniendo en el paddock.
Muchos. Ciento mil quinientos. Ésa era la capacidad de nuestro estadio cuando un equipo de fútbol de un distrito vecino venía a mi Vyselki natal para disputar un partido amistoso.
Y, como en aquella época, entre los aficionados predominaban los invitados. Es decir, la mayor parte del paddock del pueblo estaba ocupado por representantes del clan Lupoglazykh.
A diferencia de los personajes de los juegos de ordenador, los duendes locales no eran tan diferentes de las personas. ¿Acaso somos pocos los guapos encorvados y de cara chata con paso grácil de caballería? Pues bien, en el tolerante tercer milenio, un color de piel poco convencional no es ninguna sorpresa. Más bien, la juventud avanzada y glamurosa lo percibirá como una nueva tendencia de moda. Y si se viste elegantemente, en general - pide fuego y sigue, un poco perplejo por qué los medios de comunicación no mencionaron nada sobre la reunión internacional de jinetes.
Hablando de moda... Los hombres del clan preferían las faldas escocesas y los pantalones cortos, probablemente ateniéndose a la opinión de que las piernas torcidas y peludas son motivo de orgullo para cualquier dzhigit. Mientras que sus mujeres, por el contrario, ocultaban el defecto de su cuerpo bajo pantalones holgados. Pero en cuanto a la parte superior del vestuario, ambos eran unánimes. Las más jóvenes y al menos convencionalmente atractivas, por así decirlo, muestras de distinción, por alguna razón, se cubrían de la inspección con un collar de largos flecos, y aquello de lo que los ojos se apartaban vergonzosamente... estaba a la vista.
Además, todos los Lupo-Ojos eran indiferentes a las joyas. Y, a su entender, joya era todo lo que no crecía directamente del cuerpo del duende. Desde una rama seca y una pluma recogida, hasta un hueso mordisqueado o una cuchara de plata robada en algún lugar. Joyas que ellos, los goblins, trataban con envidiable persistencia de embutir en la maraña de pelo de sus cabezas. A juzgar por ellos, en el clan sólo se admitían dos tipos de peinados, separando a los miembros por sexos. «Una coleta recogida con un puñado de flores de vieira», en parte parecida a las rastas, para la generación de más edad, y “Explosión de fábrica de pasta” o “Me caí de un camión de basura, frenándome la cabeza” para los jóvenes y jóvenes de corazón.
La población del pueblo, unas decenas de hombres y cuatro veces más de mujeres, también se acercaba al campo de duelos. Pero aún no habían cruzado el límite cercado con zarzas. Evidentemente, temían las provocaciones.
De hecho, si ocurriera algo, ¿a quién preguntarían? Los duendes aún se encuentran en el bosque, pero un campesino de su huerto, ¿adónde irá? El objeto más adecuado para el trabajo educativo y la flagelación demostrativa. O - la imposición de una multa no contabilizada. Como lección.
- Mira, Vlad, los verdes te entendieron bien. Te trataron con respeto, - el jefe me tocó por la manga. - No corrieron ningún riesgo. Pusieron un mercenario enseguida...
- ¿Dónde? -volví a preguntarle, pues ya había señalado a un individuo más o menos de mi tamaño entre la multitud de goblins, que no superaban el metro y medio de estatura.
«¡Ghnol! Un mestizo procedente del apareamiento de un orco y un goblin... Mientras que del apareamiento de un orco y un goblin nace un zaghadar», me informó el mostrador de información. - Fuerza de su madre, rapidez y agilidad de su padre. Excelente con la lanza, peor con el sable. Su arma favorita son los dardos. Jugador, se enfada con facilidad. Tonto...»
Ghnol se paró junto al espécimen más grande y gordo del clan Lupo-Ojos, que, con su importancia y el coste total de su atuendo, era claramente un cacique. Por cierto, el mercenario mostraba una perfecta serenidad, que difería favorablemente de la alharaca del jefe.
En general, todo estaba claro para la corte, un profesional de hierro, que había condescendido por una tarifa moderada, a proporcionar toda la ayuda posible... um, muy posiblemente, al anciano padre... No era un mal borracho en su juventud. Era una época agitada, sin embargo, la guerra. Pasaron todo tipo de cosas. Pero el acervo genético ha mejorado. Me encantaría verlo. Apuesto a que nunca han oído hablar de la hemofilia.
El mercenario goblin eligió como defensa una chaqueta de cuero hasta la rodilla con falda de pétalos y hombreras. En la mano derecha el ghnol sostenía una lanza arrojadiza corta como un pilum, pero con la punta más ancha, y en el cinto, en una vaina sencilla, colgaba una espada muy corta o un largo cuchillo de asedio. Había algo más de armadura a sus pies, pero era imposible ver qué más había traído para el duelo debido a la multitud que lo rodeaba.
- Bueno, ¿estás listo? - Titych intentó hacer una pregunta, pero enseguida se echó atrás. - Qué muñón más podrido. Lo siento, Vlad... No lo pensé bien. Encontré algo que preguntarle a la pantera. Lo siento, Vlad...
- No pasa nada.
- ¿Qué pasa con el almuerzo? - Lisitsa se volvió de repente hacia nosotros. - No has almorzado.
¿Estamos todos confabulados aquí? Lo que no es una pregunta, no es una buena pregunta. Aunque, muchas gracias, se ve que están preocupados y ansiosos, por eso dicen tonterías. E incluso si la excitación es causada no sólo por la preocupación por mi persona, sino también sobre mi destino futuro, que depende en gran medida del resultado de la lucha, sigue siendo agradable.