El tiempo pasa volando cuando te diviertes....
¿Qué puede alegrar más a una chica que un sombrero nuevo? A menos que sean dos sombreros a la vez. ¿Por qué extrañarme entonces de que, después de tanta felicidad, Listitsa se sintiera confusa y, al encontrar mi mirada, se sonrojara dulcemente? Por cierto, gracias a su nueva ropa, estaba tan transformada que los siete reclutas que nos esperaban en la torre saltaron y cogieron sus armas.....
Un cumplido dudoso, si lo piensas. Pero no quería pensar en ello. Hacía mucho tiempo que no estaba en tal equilibrio mental y armonía conmigo mismo. Armonía completa, por así decirlo. Incluso los espíritus estaban en silencio, como si no hubiera ninguno.
¿Siete?
Qué bien. Parece que alguien tuvo más cerebro que coraje. Me pregunto quién. Los chicos están todos en su sitio... Sí, fue esa chica de nariz respingona la que me llamó la atención, la que decidió que en el bosque le sería difícil hacerle ojitos a su padre-comandante. Bien por ella. Se lo dejé claro. Ella me creyó. Es una pena, sin embargo, para ser honesto.
Bueno, quiero decir que la belleza salvará al mundo y todo eso... Pero conmigo, la chica aún tiene más posibilidades de sobrevivir. Yo la vigilaría... Para preservar el acervo genético.
Los jóvenes están bien vestidos. No pueden competir con mi armadura o la herencia de los Ghnol, pero es bastante adecuada para la tarea que tienen entre manos. Robustos zipuns, medias altas. Y lo principal, con lo que ni siquiera contaba, las chicas dejaron en casa vestidos largos y camisones, completamente inadecuados para moverse rápido y sin hacer ruido por el bosque, y se pusieron pantalones de lona no anchos, metidos dentro de leggings* [una especie de calzado que cubre las espinillas, espinillas de quita y pon].
De armas los chicos tenían dos arcos con sagaidaks completos, un trillo, una cuchilla, un hacha y una lanza. Las chicas tenían un par de horcas, un arco y... un makogon. Sí, en manos de mujeres, un arma terrible. No se puede comparar con una sartén de hierro fundido, pero vence a un marido que escandaliza demasiado activamente.... La arquera llevaba una daga en una funda de cuero metida detrás del cinturón. Los sacos bien llenos, si no estaban rellenos de plumas y almohadas, daban fe del enorme apetito de los reclutas, o del corazón de una madre bondadosa. Un batiburrillo. Está bien, ya lo tiraremos más tarde.
Apilé todas las armas que había traído de casa y miré a mis subordinados. El primero en llamar mi atención fue un tipo alto y ancho de hombros -imitando a los hombres adultos- que se había afeitado la cabeza al desnudo, dejándose sólo un pequeño flequillo, a lo boxeador. Por supuesto, no me fijé en él por su peinado cosaco, sino por sus largos brazos.
- ¿Cómo te llamas? - le pinché con el dedo. Puede ser grosero, pero es comprensible.
- Yasen...
Tenía una broma en la lengua, pero la paré a tiempo. No es momento para bromas. No somos tan amigos como para no tragarnos una ocurrencia sin ofender. Probablemente el tipo se callará, pero seguirá siendo un coñazo. Y quién sabe en qué mal momento aparecerá más tarde.
- Dime, Yas. Si tuvieras que elegir entre un garrote, una cadena, una horca y una guadaña, ¿qué cogerías sin pensarlo?
- Tomaría el garrote -dijo, enderezando los hombros-. - Si caigo, la cabeza del duende irá directa a su culo... -Miró a las chicas y dudó-.
- Ya veo. Bueno, aquí tienes. Coge la maza -y le entregué al chico la misma arma con la que gchnol trató imprudentemente de enviarme a los campos de la caza eterna.
- ¿Para mí?» El chico estaba tan contento que cogió la maza en brazos como un niño. No se la llevó al pecho, a pesar de los afilados pinchos de la punta. - Gracias.
- Quédatela, de nada -añadió con exagerada preocupación para aliviar la tensión. - No lo rompas....
Por desgracia, no se rieron, sólo sonrieron vacilantes. Al parecer, estaban muy nerviosos. ¿Y cuál es la medicina más eficaz para los trastornos nerviosos? Exacto, el ejercicio. Y empezaremos, tal vez, con un trote. No cualquier trote, sino una carrera de cuerpo entero. Pero no tuve tiempo de dar la orden.
- ¿Estáis preparados? - La voz de Titych era tan ronca como si acabara de despertarse después de una boda de tres días, con el obligado canto coral. - Apartémonos, Vladislav Tverdilych. Tengo noticias importantes. Muy malas noticias.
- No veo por qué, -detuve al jefe, que ya se estaba dando la vuelta. - Si las noticias son realmente malas, todo el mundo las sabrá muy pronto. Y si lo que quieres es mantenerlo en secreto, entonces, en primer lugar, nos vamos del pueblo y no volveremos pronto. Y segundo, mis hombres deben saber lo que yo sé. De lo contrario, ¿cómo pueden confiar en el comandante? Así que no seas oscuro, tío Yaropolk. Cuenta tus noticias. No hay débiles aquí. O no habrá ninguno.
El jefe miró cabizbajo a los nuevos reclutas y asintió.
- Sí, tienes razón, Tverdilych. Todo el mundo lo sabrá pronto... -guardó silencio un segundo y añadió-. - No tenemos dos semanas. El clan Lupoglazykh atacará Vyselki la próxima mañana.
¿Cómo? ¿Titych tiene un «tainus agentus» entre los goblins?
Los chicos y chicas se acercaron.
- ¿Están seguros?