Guerrero

Capítulo XXVII

Y al segundo siguiente, por un impulso que no tenía nada que ver con mi intuición ni con las intrigas de los espíritus dependientes, me di la vuelta, agarré a Listy del brazo y tiré de ella hacia mí, colocándola encima de Milka, que jadeó sorprendida. Hubo un silbido ensordecedor, un destello, y algo silbó justo encima de nosotros, enviando una ola de aire frío a través de nuestro pelo.

Nuestros rostros se juntaron, y en los ojos de las chicas vi miedo y desconcierto, como un reflejo de mi propia condición. Una sensación desagradable, debo decir. También me molestaba la arena que, por alguna razón, tenía en la boca.

Tras esperar un rato, me arriesgué a levantar la cabeza.

El agradable silencio indicaba que todo lo malo, fuera lo que fuera, había pasado. También lo era la falta de ganas de volver a tumbarme apresuradamente.

No había explicación lógica para la situación. Pero no insistí. Me estaba acostumbrando, ¿no? Tampoco cuestioné mis sensaciones. Era improbable que me hubieran avisado sólo para abandonarme a mi suerte un minuto después. Y mi confianza en ello, así como mi sensación de seguridad, se vio enormemente reforzada por el fuego familiar, que respiraba calor a pocos pasos de nosotros.

Sí, estaba de vuelta en la isla de mis sueños. Sólo que esta vez era real y estaba acompañada. ¿O es que he conseguido dormirme sin darme cuenta y estoy soñando? ¿Una variante? No, es una tontería. Porque entonces yo y toda esta campaña «pantanosa» deberíamos soñar....

¡Oh, no! Contra insinuaciones tan desvergonzadas se indignó todo en mí, hasta la punta de la uña de mi dedo pequeño del pie. ¿Dormirse tumbado sobre una joven con la que nunca se ha desayunado juntos? A un soldado no le puede pasar nada parecido, porque nunca le puede pasar mientras esté vivo.

- ¡Eh! ¿Te has dormido? - Milka retumbó y crujió. - ¡Haz algo o suéltame!... No soy ni una almohada ni un colchón de plumas para vosotros dos... para sostener a dos personas.

- Vlad, ¿dónde estamos? -preguntó sorprendida Lisitsa, apartándose de su amiga, lo que fue inmediatamente confirmado por el suspiro de alivio de ésta.

- Una vaca...

Pero Listica ya se había levantado y no oyó los murmullos. Y aunque lo hubiera hecho, probablemente no habría prestado atención a las palabras de la niña. El fuego sin humo, ardiendo intensamente sobre la arena desnuda, le interesaba mucho más que cualquier característica personal.

- Vlad, ¿qué pasa?

- ¿Qué? A Milky le picó la curiosidad. Sobre todo porque, a esas alturas, ya había bajado también de la chica. Con una sensación de completa insatisfacción y pesar, pero la cuchara es querido para la cena, y el tiempo para los esfuerzos románticos, me perdí. Espero que no irremediablemente.

- Oh, ¿dónde estamos?

¿Qué quieres que te diga? Chicas, queridas, yo mismo no entiendo nada, y por lo tanto no tengo ni idea de dónde nos tiraron. Muy optimista, y lo más importante - calmante e inspirador. Todo lo que necesito es una rabieta. Voy a tener que elegir mentir para salvarme.

- Esta es mi isla.

La tierra no se ha removido, el fuego no se ha apagado, la niebla no ha entrado... En general, nadie protesta contra el impostor ni se apresura a desenmascararlo.

- ¿Tuyo? - preguntaron ambos al unísono.

Creo que empieza a gustarme el dúo. Al menos no tengo que mentir dos veces.

- Sí.

Las chicas se miraron. Parece que mi ya considerable credibilidad acaba de subir más allá de la estratosfera. Será mejor que no empiecen a rezarme. No es que estuviera en contra de la adoración, pero no sé: ¿cómo tratan a la competencia en el cielo? Y no necesito ninguna tensión innecesaria en este momento. Sólo necesito solucionar los problemas de flujo...

Increíblemente, no tuve que mentir más. Una simple confirmación fue suficiente para las chicas. Ni una pregunta más.

Al fin y al cabo, la civilización y la democracia han mimado demasiado a las mujeres. Por un momento me imaginé en esta situación a mis compañeras del pasado-futuro y me horroricé. Sí a la catarata de «¿dónde, por qué, cómo y cuánto pagué?», - no podía responder en 24 horas. Y esto es todavía, si no se les hubiera ocurrido para atraparme en las inconsistencias de la leyenda. Y aquí -un escueto «sí», y ya está- no hacen falta más explicaciones. La gente queda satisfecha y pasa a asuntos más urgentes.

- Es una lástima que no hayamos tenido tiempo de lavarnos -las chicas se miran primero entre ellas y luego, un poco más meticulosamente, a mí, y se ríen-.

- Tres espantapájaros...», resumió Listitsa.

- Sí, incluso ahora los ponen en el jardín, para ahuyentar a los cuervos... - convino la niña.

- ¿Los cuervos? - se hizo eco su amiga Listitsa. - Podemos ahuyentar a los jabalíes de los huertos para siempre....

Ya lo creo. Después de bañarnos voluntaria y obligatoriamente en el fango del pantano y de tumbarnos mojadas en la arena, ambas bellezas, y yo, teníamos el mismo aspecto. Lejos de ser comercializables. Justo el caso cuando una capa de hasta un centímetro no se considera barro, y después de un centímetro se cae.

- ¿Y cómo puedo llevar un vestido limpio con semejante cerdo? - Listitsa intentó limpiarse con las manos la suciedad pegada a la piel.



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En el texto hay: mundo magico, impresionantes aventuras, buen heroe

Editado: 23.03.2025

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