Guerreros del tiempo

Capítulo 1 Comienzo

       Mi nombre es Julián Pasttício.  Nací en Louter, Borttoliz en el Planeta Mahúrot en el año 3590, mi planeta está ubicado en la séptima dimensión en la séptima galaxia llamada cuerno del unicornio, pero me encuentro recuperándome de mi última batalla y escribiendo estas líneas en el año 2000 en la Tierra, ubicada en la tercera dimensión en la cuarta galaxia llamada la vía láctea lejos de mi planeta natal.  Físicamente tengo la apariencia de un hombre de 25 años, aunque he vivido alrededor de 70 años, se preguntaran ¿Cómo es posible esto?  Es precisamente lo que les voy a relatar a continuación.  Espero que mi historia les ayude y permita ver y entender lo diversa y dificultosa que ha sido mi vida en este viaje desde que comenzó hasta este día. 
Mi aventura comienza en mi cumpleaños número 18 en el año 3608.  Mi padre un renombrado científico e ingeniero de metalurgia, cristología y energética, descubrió unos cristales con la capacidad de contener grandes cantidades de energía y creo un sistema electrónico con el cual usar la carga de estos cristales, los cuales luego de cargados se pueden usar igual que una batería.  Estos cristales amplifican la cantidad de la carga que recibe hasta cuatro veces la energía que adquieren haciéndolas durar hasta cuatro veces más que una batería común y ser más pequeña que esta.  Este cristal mientras mayor es su tamaño, tiene mayor duración.  Un solo cristal de una pulgada cuadrada puede dar energía a una casa por casi una semana cuando una batería común duraba solo veinticuatro horas.  Este descubrimiento e invento colocó a mi padre en un hemisferio de la ciencia e ingeniería, por el cual todos los proveedores de energía en el mundo querían integrar su descubrimiento y tecnología para poder proveer mayor cantidad de energía con menor consumo de recursos.  El día de mi cumpleaños, mi padre que planificaba conmigo a dónde íbamos a salir a celebrar mi cumpleaños. 
– Hijo. ¿A dónde te gustaría ir hoy?  
– A la cabaña en las montañas. - Contesté. 
– Es un buen lugar, podríamos pescar y escalar. - Mientras hablábamos sonó el comunicador de la casa. 
Tiru, tirun… 
– Un momento hijo alguien llama. - Mi padre se dirigió al comunicado para contestarlo.  - ¿Sí? ¿quién es? 
– Soy el Sr. Roulan. - Contestó una voz desconocida para mí. 
Mi padre tomo el auricular del comunicador, enseguida que la persona se identificó y comenzó hablar con el que llamo dirigiéndose a la sala.  Pasaron unos minutos mientras mi padre hablaba con la persona que había llamado con lo poco que escuche de la conversación tenía que ver con el trabajo que realizaba mi padre. 
– ¡Enserio! Ok, voy de inmediato para allá Sr. Roulan. - Dice mi padre emocionado y acto seguido cuelga el comunicador. 
– ¿Qué pasa papá? - Le pregunto curiosamente asomándome a la sala. 
– ¡Hijo, algo maravilloso! - Me respondió emocionado. 
– ¿Qué es lo maravilloso papá? 
– Hijo, me acaba de llamar el Sr. Roulan el presidente de Energéticos Cobar una de las principales compañías de energía de nuestra ciudad capital. 
– ¿Para qué? - Pregunte algo sorprendido de que una persona de esa posición llamara a mi padre. 
– Para que vaya hacer una investigación de un yacimiento de una piedra cristalina que encontraron. 
– ¿Ya no vamos a ir, para la cabaña en las montañas? - Pregunté en tono decepcionado y un poco triste. 
– No hijo, no vamos a la cabaña, pero si a las montañas ya que vienes conmigo. 
– ¿A dónde padre? - Le pregunte curioso y emocionado a la vez cambiando la expresión de mi rostro. 
– A las montañas de Sernáres en donde podrás escalar y esquiar hijo. 
– Me llevaré mi equipo de esquiar.  ¡Qué maravilla! - Exclamé emocionado. 
Me dirigí corriendo hacia mi cuarto a buscar el equipaje extra que ahora me llevaría mientras mi padre hacia lo mismo. 
– Claro, prepara todo.  Vaya manera que tendrás de disfrutar tu cumpleaños hijo. - Me decía desde su habitación donde preparaba su equipaje. 
– Si, esquiando y escalando montañas dos de las cosas que más me gusta hacer.  Además, poder ver más de cerca en qué consiste tu trabajo. - Le conteste a mi padre desde mi cuarto. 
– Vamos date prisa y termina de empacar que nos están esperando en el carro para llevarnos al módulo de viaje. - Dijo mi padre mirando el reloj y saliendo de su cuarto con sus dos maletas y una mochila de escalar. 
Luego de recibir esa llamada, por la cual salimos a toda prisa de la casa. Afuera nos esperaba un vehículo de la compañía para llevarnos a los módulos de viaje.  Llevando nuestras mochilas y maletas el vehículo nos llevó a gran velocidad hasta la estación de los módulos de viaje.  Unas cajas semicilíndricas en las que cabían hasta 30 personas a la vez y que viajaban a diferentes puntos en el planeta sin necesidad de piloto solo decías el destino y a una velocidad mayor a la del sonido llegabas hasta el lugar que deseabas.  De esta manera nos dirigimos a un país llamado Sernáres, porqué en una de sus grandes montañas habían encontrado un depósito de piedras cristalinas similares a las descubiertas por mi padre y le solicitaban que fuera a estudiarlas y verificara sí podrían ser utilizadas de la misma manera que las que él había descubierto antes, ya que al parecer el yacimiento podría ser casi del tamaño de la montaña.  Una vez llegamos y nos acomodamos en la tienda que tenían destinada para nosotros.  Mi padre y yo nos dirigimos al lugar donde habían descubierto el yacimiento de cristal, que mi padre tenía que estudiar.  Cuando yo vi el color del cristal le dije a mi padre. 
– Papa estos cristales son color purpura claro y las que tú descubriste con la propiedad de almacenar energía son amarillas, crees que tendrán las mismas propiedades que las otras. 
– No lo sé aun hijo, puede que tengan propiedades similares como están las rojas, que almacenan calor en vez de energía. 
– Es por eso que te llamaron para que determines que propiedades tienen y si se pueden usar para el bien de todos en el planeta.  
– Sí, hijo por eso mismo es que me llamaron con urgencia y estamos aquí para yo estudiarlas y ver que propiedades puedan tener los cristales de este yacimiento y que uso se les puede dar que ayuden a todos en el planeta y nos ayuden a consumir menos recursos del mismo para poder conservarlo y ayudarlo a que siga dándonos el sustento a todos. 
– Papa, puedo serte sincero. 
– Claro hijo dime.  Dijo mirándome directamente. 
– Yo pensaba que tu trabajo era aburrido y sin sentido. 
– Sí, ¿Qué piensas ahora de mi trabajo? 
– Que es más interesante de lo que parecía y ayudas a muchos además de conservar el ambiente y este nos siga dando más de sus tesoros sin agotarlos. 
– Me alegra escucharte decir eso ahora vamos a trabajar te enseñare como estudiar y trabajar con estos cristales para descubrir sus propiedades. 
Cuando llevábamos varios días trabajando con los cristales en la montaña y estudiado el yacimiento, Con el cual mi padre me enseñaba como descubrir las propiedades de cristales como los del yacimiento.  Mostrándome las formas estructurales de estas, las mismas tenían diferentes formas y estructuras que a través de un microscopio podíamos ver.  Esta eran algunas de las técnicas utilizadas por mi padre, algunas eran sencillas, pero otras eran más complicadas por las soluciones que el utilizaba para analizar sus estructuras moleculares.  Un día en que mi padre no me necesitaba, decidí dar un paseo por las montañas cercanas para lo cual me llevé mi mochila con todo el equipo para escalar. 
Subiendo por una de las montañas más cercanas a la que estábamos estudiando los cristales.  Subí a una de las salientes y caminado por esta encontré una caverna, en la cual entré por curiosidad para explorarla y ver si dentro encontraba otro yacimiento o algo interesante.  No había caminado más de diez pasos dentro de la caverna, cuando encontré en medio del camino, una enorme esfera de cristal verde claro bloqueando el paso, esta esfera era totalmente distinta a las que mi padre estaba estudiando.  Me acerqué a ella y vi que, en su interior cerca del centro de la misma, había algo esférico como un aro, el cual tenía un parecido a una sortija determiné qué era eso no solo por la forma cilíndrica que tenía sino por el tamaño de la misma ya que era muy pequeña para ser una pulsera.  Busqué en mi bolsillo y como siempre andaba con mi cortador laser, costumbre que adquirí de mi padre.  Intenté cortar la esfera para tratar de sacar la sortija o lo que fuera, pero luego de un buen tiempo aplicando el cortador a la superficie, esta seguía como al comienzo.  ¡Ni tan siquiera se había calentado! 
Entonces busqué en mi mochila de escalar, algo con que romper o cortar la piedra.  Use martillo, marrones de diferentes pesos y cinceles de diferentes puntas, pero la esfera seguía como si nada.  Luego se me ocurre la idea de tratar con una técnica que había aprendido de mi maestro de técnicas de combate con la cual se podía cortar lo que fuera sin importar el material del mismo.  Tomé mi espada de la cual nunca me separaba, por más que mi padre insistía en que la dejara en casa ya que era un regalo de mi abuelo que había desaparecido hace mucho en una expedición en la que salió.  A mí siempre me habían encantado todo lo relacionado con las técnicas del combate antiguas por eso mismo las había estudiado y practicado todas por años.  Tomé la espada y me coloqué en la posición para utilizar la técnica aprendida.  Cuando miro hacia la sortija veo que esta parecía brillar y cuando golpeé la superficie de la esfera un estallido de colores me echó hacia atrás y un centellar de luces me rodeó como un remolino de luces de colores que me envolvieron por completo.  Me sentí atrapado en esta especie de remolino de luces de brillantes colores que giraban a tal velocidad que mareaba, sentía que iba perder el sentido.  Sentí también como me levantaba en el aire, luego todo se puso oscuro.  Cuando sentí el suelo en mis pies nuevamente y el remolino de luz desapareció, me sentía mareado.  Veía muchos rostros borrosos y me desmayé.  Cuando desperté me encontraba sobre la yerba de un amplio llano y nueve personas más me miraban y hablaban entre ellos en distintos idiomas que no entendía.  Cuatro varones y cinco mujeres muy diferentes a los que yo conocía.  La diferencia no era solo en el color, rasgos físicos e idioma, también la forma de vestir.  Me levanté un poco y me senté ya que aún estaba algo mareado.  Mirando a cada lado buscaba saber en dónde me encontraba.  Mire a los que estaban parados cerca de mí. 
– ¿Dónde estoy?, ¿Quiénes son ustedes?, ¿Cómo llegue aquí? - Les pregunté desesperado.  Me contestó un gran silencio.  - ¿Entienden lo que digo? 
Uno de los varones se me acercó extendiendo su mano.  Me paré de inmediato con mi espada en la mano en posición de guardia listo para defenderme.  El varón desconocido se detuvo. 
– Ellos no te entienden, pero yo sí, hablo tú mismo idioma. - Me contestó él. 
– Dime ¿Qué está pasando? - Le exigí. 
– No estoy seguro de lo que pasa, pero creo que eso mismo nos preguntamos todos. - Me dijo señalando a los demás que estaban caminando de lado a lado mirando en todas direcciones. 
– ¿Acaso ninguno de ustedes es de este lugar? - Le pregunté desconcertado. 
– Eso es lo que pienso.  Cuando yo desperté solo había cuatro de ellos luego fueron llegando los demás hasta que llegaste tú. 
– ¿Cómo te llamas? - Le pregunté. 
– Mi nombre es Antonio de Cerpas, tengo 17 años. - Me contestó. – ¿Y tú eres? 
– Yo soy Julián Pasttício de Mahúrot tengo 18 años, un placer. - Conteste guardando mi espada y extendiéndole mi mano para saludarlo. 
– ¡COORRAAAN! ¡CORRAN! - Grito alguien. 
Di un brinco y miré alrededor mío.  Quien gritó fue una de las muchachas, que me pasó corriendo por el lado.  El grito se debía a que se acercaban muchas sombras hacia nosotros.  Naturalmente, comenzamos todos a correr sin mirar a donde.  De momento siento que algo me pasa por el lado.  Al mirar veo con asombro que era una flecha, miro hacia atrás y veo varios hombres que eran algún tipo de guerrero y estos nos habían tomado como enemigos.  Varios nos apuntaban con sus arcos tensados.  Dos de ellos, los más cercanos a mí, le apuntaban a una de las muchachas.  Salí corriendo hacia donde estos estaban y los derribé a ambos.  Tomando sus espadas corrí hacia la chica, la tomé por el brazo y seguimos corriendo hasta que llegamos todos a unos árboles para protegernos de las flechas. 
– Antonio, es mejor morir peleando que corriendo. - Dije mirando Antonio. 
– Tienes razón, si seguimos corriendo nos matarán por la espalda. - Me contestó él.  Internamente aprobé la valentía con que lo dijo. 
– Están ustedes locos de remate no ven que son muchos más que nosotros. - Dijo la chica que había gritado al lado de nosotros. 
– ¿Tú prefieres que te sigan, te capturen y te maten o abusen de ti? - Le preguntó Antonio muy serio. 
– No, claro que no, no quiero eso. - Dijo la chica en tono enfadado. 
– Yo voy a pelear tengo mi espada y las que le quité a los dos que derribé, toma una Antonio y tú ten la otra. - Dije firmemente dándole una también a la chica. 
– “(我有一个弓和箭) Wô yôu yıgè gong hé jiàn”. - Dijo un muchacho señalando lo que tenía en las manos. 
– Creo que él dice que tiene un arco y flechas. - Dijo la muchacha que había gritado. 
– Bueno, ¡A defendernos! - Exclamé. 
Así fue como comenzamos a defendernos.  Salimos los tres a enfrentar a los más cercanos mientras el del arco y las flechas se subía a un árbol y desde el mismo atacaba a los que se acercaban a nosotros. Cuando mire hacia mi lado estaban todos con armas luchando contra los que nos atacaban.  Peleando y defendiéndose con diferentes técnicas de combate.  Se movían con agilidad, gracia y fuerza.  Era como ver una de esas exhibiciones de técnicas de combate con la diferencia de que esta era real.  Durante este combate, que al principio yo lo veía perdido por la gran diferencia numérica que había entre nosotros y ellos, pensé que todos terminaríamos muertos o capturados, sin embargo, esta situación fue cambiando lentamente gracias a los que tomando arcos y flechas atacaban a los que se acercaban a los otros menguando hasta que la gran mayoría de los guerreros que nos atacaron fueron vencidos y los restantes huyeron del combate. 
Cuando todo terminó nos reunimos en el mismo lugar donde nos protegimos de las flechas.  Todos estaban riendo y algunos en una mezcla de llanto y risa por el miedo y los nervios.  Yo me mantenía alerta ya que desconfiaba del lugar donde nos encontrábamos.  Un ruido hizo callar a todos al instante al mirar en la dirección en donde se había producido el ruido.  Vimos a una persona con una especie de armadura plateada que caminaba hacia nosotros tan pronto lo vimos con lo que parecía una armadura y que estaba armado todos nos pusimos en alerta con las armas listas, aunque ninguno ataco ya que venía con las manos en alto y con sus armas envainadas.  Este se acercó lo suficiente para presentarse, saludando y una gran sonrisa en el rostro. 
– Hola soy Lían, un guerrero del tiempo, tranquilos jóvenes. - Lo sorprendente fue que todos lo entendían y bajaron las armas menos yo que permanecí alerta. 
– Lían, ¿En dónde estamos? Y ¿Cómo llegamos aquí? - Le pregunté señalándole con mi espada.  
– Mejor dicho, en qué año y planeta están, en tu caso y el de él ja, ja, ja. - Él contesta riéndose señalándonos a Antonio y a mí. 
– ¡Cómo! - Exclamamos todos en diferentes idiomas. 
– Están en el año 1210 en la Tierra y llegaron aquí por medio de las sortijas del tiempo.  Las que tienen cada uno de ustedes puesta. - Dijo señalando nuestras manos. 
Todos miramos la sortija en nuestra mano al parecer era la primera vez que todos la notábamos.  Deduje que los demás habían pasado por lo mismo o parecido a lo que yo pasé para llegar a ese lugar. 
– Síganme a un lugar más seguro y les explicaré mejor. - Dijo Lían mirando a cada lado y dándonos la espalda comenzó a caminar.  
 
    Fuimos tras él por un camino que se dirigía a otro bosque más espeso que el que estábamos reunidos luego de pasar el frondoso bosque en el que a duras penas lo veíamos al frente nuestro si no fuera por la luna llena y los pequeños destellos de su luz reflejados en su armadura que eran los que lo ubicaban en ese oscuro bosque lo hubiéramos perdido de vista.  Cuando salimos de mismo quedamos todos maravillados al ver que se levantaba una muralla blanca que resguardaba dentro a un impresionante castillo o palacio completamente blanco.  Seguimos caminando hasta que llegamos a las puertas de este magnífico edificio las cuales se abrieron solas para dejarnos entrar.  Una vez dentro y luego de pasar por jardines y varios pasillos llenos de estatuas llegamos a un gran salón donde él nos habló. 
– Denle dos vueltas a la sortija para que así podamos entendernos todos. - Al hacerlo pude entender a cada uno de los que estaban allí.   
Al menos ocho de nosotros eran de la Tierra, solo Antonio y yo éramos de otro planeta y otra dimensión distinta a la de los demás.  Luego de presentarnos y contar un poco de nuestros hogares vimos que éramos de tiempos y eras diferente.  Entonces nos dirigimos a Lían para que nos explicara ¿Cómo era esto posible? 
– Primero que nada: ¡Bienvenidos al gran Palacio Blanco, la casa de los guerreros del tiempo! - Dijo extendiendo sus brazos con una gran sonrisa.  – Las sortijas que tienen en sus manos fueron hechas por los primeros guerreros del tiempo.  Ellos tenían la capacidad de viajar a diferentes tiempos, otros mundos y otras dimensiones.  El secreto de cómo fueron hechas solo ellos lo conocían y se perdió en el transcurso de los años y de los sucesores.  Los que les hemos seguido, continuamos su camino de honor, verdad, lealtad, justicia a los débiles y mantener el orden en el tiempo.  Tenemos una gran carga ya que hay otros que nos superan en número con la misma habilidad de viajar en el tiempo, pero lo que desean es el bien personal, dominar los mundos y el poder, aunque destruyan o lastimen a los demás en el camino para conseguir lo que desean.  Ustedes han sido elegidos por las sortijas para ser los nuevos guerreros del tiempo.  Aquí en el gran Palacio Blanco aprenderán a utilizar las diferentes habilidades que la sortija le ha otorgado a cada uno.  Aprenderán a controlar el elemento que la sortija ha elegido para ustedes además de los otros. 
– Lo dices como si la sortija tuviera vida. - Dijo un muchacho al lado mío. 
– Es un objeto mágico, el cual fue determinado que podía elegir qué hacer y que no, cuando fue creada, por lo cual podría decirse que tiene algo similar a la vida. 
– ¿De qué tipo de habilidad estamos hablando? - Le pregunté, mirando la sortija con curiosidad y dudando que algo tan pequeño tuviera tal poder. 
Los demás me imitaron y miraron sus sortijas como si algún compartimiento en ellas se fuera a abrir, mostrándonos secretos ocultos para la humanidad. 
– Cada uno tendrá un animal que será su insignia y emblema, así como ven en las estatuas de sus antecesores que nos rodean, sin contar con la armadura y las armas de cada uno la cual dominan y son más hábiles. 
– Lo dices como si ellas pudieran saber cuál es el arma con la que somos más hábiles. - Comente dudoso él ignoró mi tono de duda y continúo hablando. 
– Primero, aprenderán las técnicas de combate de sus compañeros, luego a utilizar las armaduras y por último como viajar en el tiempo.  Cada uno se dirigirá a una habitación que tiene su nombre.  Si les da hambre, solamente tienen que acercarse a la esfera que está en una mesa en el centro del cuarto de cada uno y pedir lo que deseen.  Mañana comenzaremos a entrenar buenas noches. - Dijo y salió caminando del salón. 
Luego de ese discurso de bienvenida nos dirigimos a las habitaciones hasta que llegue a la que tenía mi nombre.  Era muy espaciosa.  Estando aun en la entrada miré hacia atrás y vi a Keyla, la misma que había gritado que corriéramos.  En la habitación de frente a la mía, al lado de ella estaba Liu, el del arco, junto a la mía estaba Antonio y junto a la de este estaba Jennifer.  Me alegró tener cerca a los primeros que conocí al llegar a este lugar.  Algo en mi interior me decía que podía confiar en ellos, aunque acabara de conocerlos. 
– Disculpa Julián lo del campo hace un rato, me asuste de momento y por eso grite. - Me dijo Keyla semi avergonzada.  Ella era una joven puertorriqueña de piel cobriza con pelo negro a media espalda y ojos azules y cuerpo esbelto y atlético.  
– Si no lo hubieras hecho Keyla tal vez estaríamos todos muertos. - La tranquilicé. 
– O la mayoría de nosotros prisioneros de esos hombres. - Dijo Liu seriamente.  Liu era un joven chino de piel amarillenta como el ámbar con una trenza larga negra y sus ojos eran marrones oscuros y de físico delgado.  
– Tienes razón Liu. - Dijo Antonio igual de serio.  Él era un joven cerpano de piel cobriza y pelo negro al cuello con ojos grandes y grises.  Su cuerpo se veía fornido y era un poco más alto que yo. 
– Lo que me pregunto es ¿Como cuando tú, Julián, decides pelear todos los demás te siguieron? -   Comentó Liu curioso. 
– Liu, tal vez pensaron lo mismo que yo, que era mejor morir peleando que morir huyendo o ser atrapados sin ofrecer resistencia. - Le dije. 
Hubo un silencio sepulcral motivado por la idea de que todos hubiéramos muerto, este silencio solo duró unos incómodos segundos. 
– A la verdad que estas sortijas son maravillosas, ya que sin ellas no podríamos tener esta conversación. - Dijo Liu alegremente tratando de alivianar el aire pesado que había entrado a la conversación.  
– Eso es cierto Liu porque tú eres chino, Antonio es de otro planeta al igual que Julián y yo soy de Puerto Rico, aunque parece que el idioma de nosotros es el mismo sino, no me hubieran entendido cuando grite que corrieran. - Comentó Keyla dirigiéndose a Antonio y a mí. 
– Keyla, yo no me había percatado de ese detalle si no lo mencionas. 
– ¿Dónde queda Puerto Rico? - Le preguntó Liu curioso. 
– Disculpa, se me olvidó que para tu tiempo mi isla no había sido descubierta.  Puerto Rico queda en el Atlántico centro. - Le clarificó Keyla. 
– Bueno no soy bueno con los mapas, espero que algún día podamos ir a tu isla, así como que vayamos a mi país. - Dijo Liu con un aire de nostalgia. 
– Yo desearía mostrarles mi planeta que tal vez es similar al de ustedes. - Dijo Antonio al cual se le estaba contagiando la nostalgia. 
– Quién sabe Antonio tal vez tengamos la oportunidad de conocer el hogar de cada uno. - Dije con esperanza, deseando poder regresar algún día con mi padre. 
– Eso sería maravilloso, pero mejor nos vamos a dormir, como han hecho los demás.  Buenas noches y que descansen. - Se despidió Keyla abriendo la puerta de su habitación. 
– Sí, buenas noches. - Contestamos todos cansados entrando cada uno a su habitación. 
Ellos tenían razón.  No sabíamos que nos esperaba desde ese día en adelanté.  Yo mismo ansiaba poder regresar con mi padre para contarle todo lo sucedido y saber qué opinaba de todo lo que me estaba pasado.  Estaba pensando en mi padre cuando tocaron a la puerta…toc, toc… 
– Gracias por salvarme horita. - Dijo Anielle cabizbaja tan pronto vio que abrí la puerta. 
Esta era una joven alemana de piel blanca como la nieve.  Su cabello era castaño claro, ondulado y largo hasta la cadera con ojos claros color miel y de cuerpo esbelto. 
– No fue nada Anielle, tú hubieras hecho lo mismo por mí o por los otros. - Le dije. 
– No lo creo.  Estaba muy asustada.  Si no me jalabas me hubiera quedado allí parada y tal vez estaría muerta ahora. - Me dijo con los ojos llorosos. 
– Entiendo, no tienes por qué llorar amiga. - Le dije dándole un abrazo para reconfortarla.  – Todos nos asustamos y reaccionamos diferente, pero aun así saliste a pelear cuando todos lo hicimos. 
– Sí, no quería quedarme sin hacer nada y deseaba ayudar también, aunque creo que soy la más joven y pequeña del grupo. 
– El tamaño y la edad no son lo más importante sino lo que tenemos en el corazón y creo que deberíamos irnos a dormir ya, porque no sabemos que nos espera en este lugar.  Que descanses y buenas noches amiga. 
– Sí, buenas noches que descanses amigo. - Dándome un beso en la mejilla se despidió de mí y se encamino a su habitación yo cerré la puerta y me recosté en la cama a pensar. 
Esa noche casi no dormí pensando en todo lo que había pasado en las últimas horas.  Había viajado en el tiempo, peleado contra unos guerreros, conocí a personas de otro planeta y que eran de diferentes tiempos.  Estaba en un palacio de color blanco marfil… si es que era marfil.  Conocí a un hombre llamado Lían que decía ser el último de un grupo de guerreros del tiempo, el cual vestía una armadura plateada que tenía una capa blanca en la espalda y un tigre como emblema en el pecho, dos espadas idénticas a la cintura y de barba blanca y larga como si tuviera muchos años.  Tenía una voz fuerte, pero a la vez dulce y su presencia inspiraba respeto y autoridad.  Mis otros compañeros eran Tao, el cual era un joven japonés más o menos de la misma altura que Liu, entre delgado y fornido.  Su piel era de un ámbar claro grisáceo y con pelo largo negro amarrado arriba en un moño.  Sus ojos eran de un azul oscuro como el océano.  Katherine, la joven inglesa alta de piel blanca y cabello rizado rojo con ojos fríos de color castaño claro y delgada de cuerpo. 
Paolo, un joven brasileño con piel color marrón similar a la corteza del cedro y de gran tamaño, ancho de espalda y bien fornido con pelo castaño rizado y ojos marrones oscuro.  Jennifer, una joven estadounidense blanca y delgada con cabello rubio largo a la cintura y ojos azules claros.  Por último, Ashlyan, la joven africana de piel marrón oscura casi negro, bajita, delgada y con pelo crespo negro y ojos azul verdosos.  En el palacio los salones eran amplios, llenos de muchas estatuas en las paredes con diferentes emblemas en el pecho de cada una.  Pude distinguir algunos de ellos como el oso, el dragón, el águila, el lobo, pero los demás no los conocía.  La iluminación provenía de unos cristales blancos intercalados en las columnas, similares a los que descubrió mi padre, pero sin la necesidad de ser cargados…A menos que se cargaran con la luz de sol. 
Había un jardín lleno de muchos árboles con frutos de diferentes clases, muchos de ellos desconocidos para mí y en el centro una fuente en la que un tigre, un dragón y un ave extraña que nunca había visto.  El más espacioso de todos los salones en el palacio era el central en el cual nos había reunido Lían hasta ese momento era el más espacioso.  El palacio estaba ubicado en la cima de una colina, resguardada por una alta muralla y con una separación del bosque de diez metros, más o menos.  En la cima del Palacio en la cúpula central había una estatua de un ave en fuego enorme.  Desconozco que tipo de ave pueda ser, aunque se me pareció a la misma que vi en la fuente.  Pensando en todo esto me quedé dormido y tuve un sueño inquietó en el cual revivía todo lo que había pasado y lo que pudo haber pasado. 
 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.