Antes de la tragedia
Damian.
Un par de cabellos se cuelan a mi nariz junto con el aroma tropical del cabello de Tamara. Mi brazo, que se encuentra bajo su cabeza, esta adormecido y un poco sudado.
La cama matrimonial de Tam parece para solo una persona, es la primera vez que siento el peso de mis 33 años lastimándome la espalda.
Saco mi brazo sin despertarla y comienzo a vestirme haciendo el menor ruido posible, aunque dudo que se despierte prefiero no arriesgarme.
Una vez que termino de vestirme la observo: su cabello castaño esta desarreglado, su nariz respingada inhala mientras sus rosados y rellenos labios exhalan generando un pequeño ronquido.
Suspiro, quisiera ver sus impresionantes ojos azules antes de irme, pero será mejor dejarla dormir, anoche bebió demás y puedo imaginarme la cruda que tendrá cuando despierte.
Subo al primer taxi que pasa para ir a casa de mis padres.
Desde hace un mes había comenzado a salir con Tamara, la conocí en una campaña publicitaria de la que estaba a cargo ella era una modelo poco conocida en ese entonces.
Con tan solo ver las delicadas facciones de su cara me hace sentir como en las nubes, la primera vez que la vi me pareció preciosa, con el contraste perfecto de su piel bronceada y sus ojos azules, pero cuando comencé a hablar con ella, a conocerla realmente me pareció encantadora.
¡Dios! Era bella, gentil, bondadosa y cocinaba bien. Y, aunque al principio no estaba muy seguro por ser 10 años mayor que ella, al final logre convencerme de que no era algo muy importante, si a ella no le importaba tampoco debería importarme a mí.
Llego a mi vida en el momento preciso.
Al llegar a la entrada del residencial pago la cuota del taxi y me bajo. El residencial donde viven mis padres siempre ha sido una de las cosas mas bellas que he visto. Las estructuras de las casas junto con los enormes jardines llenos de plantas y coloridas flores formaban una armonía perfecta.
A lo lejos, en la ultima casa, puedo ver una enorme carpa blanca colocada en el jardín delantero. Cielos, me había olvidado que hoy Alexander cumplía 27 años.
Ralentice el paso, la idea de regresar y no ver a mis padres como era costumbre cada domingo era muy tentadora.
Me rasqué la nuca, tome aire como si fuera la paciencia que necesitaría para soportar a mi familia.
Al llegar pude ver a mamá coordinando todo, mientras a su lado estaba papá fumando un puro.
Sonreí instantáneamente, esta imagen me recordaba a viejos tiempos, cuando mi mamá se estresaba por cualquier travesura que Alexander y yo hacíamos, mientras papá bebía whisky o fumaba.
Vi como se iluminaban los ojos de mamá al verme. Vino corriendo tan rápido como pudo a darme un abrazo.
―¡Dios! Han pasado dos semanas que no te veo, pero parecen ser dos años ¡Te he extrañado tanto, mi amor! ―mamá era una de las personas mas exageradamente cursis que conozco.
―Lo sé, yo también los he extrañado demasiado ―desgraciadamente yo también lo era.
―¿Cuándo va a ser el día que me hagas caso y te compres un carro? Si quieres te presto uno, sabes que no hay problema.
Mi padre, el amante de los carros, quería que su primogénito fuera idéntico a él. Por desfortunio para él yo odiaba la velocidad, estresarme por el tráfico, por como estacionar correctamente. Lo odiaba, y aunque me había obligado a aprender a los 16 nunca había disfrutado de manejar.
―Te extrañe igual a ti, padre.
―Hijo ―inclino la cabeza saludándome. Mi padre, a diferencia de mi mamá, era una persona de pocas palabras. Un "hijo" junto con una palmada en el hombro era su manera de demostrar sus sentimientos.
Antes de que alguien más pudiera siquiera respirar, mi mamá soltó la pregunta que menos quería en este momento―: ¿Ya hablaste con tu hermano?
Parecía que la tensión estuviese acechando, esperando a que alguien sacará a colación el tema de la mala relación con mi hermano.
Rasqué mi entrecejo con la uña del pulgar, sentía mi cuerpo entero picar antes de responder―: No, no. Aún no.
Una mirada reprobatoria de ambos me hizo saber que no les gustaba mi respuesta.
―Son mis únicos hijos, no tienes idea de cuanto me hace verlos mal. Especialmente hoy que es un cumpleaños tan especial, por favor, haz el esfuerzo de llevarte bien con él y llámalo.
―Ustedes saben que he intentado hablar con él varias veces. Siempre soy yo quien lo busca, pero me odia. Y, aunque me duela, no puedo hacer nada al respecto, lo lamento. En serio lo hago.
Mamá cierra los ojos con fuerza y se refugia en el pecho de mi padre, el cual me observa con severidad antes de hablar―: Hijo, sé que tu hermano es difícil. ¡Dios sabe que de lo único que podemos hablar sin discrepar es sobre el clima! Pero sé que me ama, así como él sabe que yo lo amo. Sé que pasa lo mismo con ustedes...
Lo interrumpí antes de que pudiera seguir―: ¡Claro que no lo sabes! No me soporta en absoluto y lo peor de todo es que ni siquiera sé por qué.
―¿Saben de quien es culpa todo eso? ―ahora mamá es quien interrumpe con tono acusador.
―¿De quién, querida? ―responde mi padre, lanzándome una mirada cómplice y aguantado la risa.
―De la hippie esa con la que está. Mi inocente Alexander se dejo influenciar por la rubiecita liberal esa.
Mi padre y yo nos miramos mutuamente antes de echarnos a reír.
―¡Claro que sí, mi vida! Zaja tiene la culpa de todo ―le acaricia la cabeza lentamente.
Mi madre se aparta bruscamente y nos mira furiosa―: ¡Lo digo en serio, Glenn!
―Cariño, Alexander ya es mayor. Tiene su propio criterio, no culpes a Zaja por las cosas que no te gustan de Alex.
Mi mamá volvió a negar con la cabeza, como si quisiera sacudirse la verdad que mi padre acababa de decirle, antes de entrar a la casa.
Según mi padre la única razón por la que mi mamá odiaba a cualquier mujer que se nos acercaba era porque creía que ninguna mujer era digna de estar cerca de sus amados hijos. En cambio, mi teoría era que mi mamá estaba celosa ya que quería ser la única mujer importante en nuestras vidas.