Guía Práctica para Convertirse en Cazadora

INTRODUCCIÓN: Deshazte de toda distracción

El invierno había llegado a la ciudad. La temperatura era la más baja registrada en los últimos cuarenta años. Las olas del mar golpeaban sin piedad en las piedras de la orilla, saltaban el malecón y cruzaban la calle hasta la vereda de enfrente. Las tormentas y vendavales azotaban las casas y los resfriados se prolongaban innecesariamente a causa de las constantes bajas temperaturas. Este invierno no era usual, algo estaba afectando al clima.

Pero la nueva estación trajo más que un cambio climático, trajo además cambios en la vida social de Darla, lo más importante en la vida esta adolescente. Darla Vidal (por ese entonces Urrutia) tenía diecisiete años y se encontraba cursando el último año escolar. Hasta hacía pocas semanas sus únicas preocupaciones eran el tradicional viaje a Bariloche y lo que usaría para la fiesta de egresados a fin de año. Ignoraba lo que la asechaba tras las sombras y todo lo que el futuro le deparaba.

Sus prioridades cambiaron cuando llegaron los chicos nuevos: cinco estudiantes que debieron cambiarse de escuela por "problemas" que nunca revelaron. Éstos revolucionaron el orden social establecido entre los alumnos de la institución. Allí nadie sobresalía demasiado, ni aun siendo abanderado, parte del cuadro de honor o campeón de algún deporte. La novedad de su llegada provocó que todos les prestaran atención y, con el paso de los días, se fanatizaran con ellos y quisieran ser sus amigos a toda costa. De inmediato se convirtieron en "los populares". Siempre llevaban ropa a la moda, la última tecnología en celulares y reproductores de música y vídeo; y contaban las más interesantes historias sobre celebridades, viajes, o las mejores fiestas de cada fin de semana. Todos los admiraban, incluidos los profesores y el personal no docente.

Sin embargo, para Darla representaban un conflicto. Su mejor amiga de toda la vida, María, a quien conocía desde jardín de infantes y sabían todo la una de la otra, decidió tirar a la basura tantos años de amistad para ir tras los populares. Comenzó a actuar como una desconocida con todos, pero sobre todo con Darla.

Estos alumnos nuevos componían un grupo hermético, casi una familia. A su alrededor solo permanecía un selecto séquito de personas a quienes sustituían con el pasar de las semanas; el resto competía para ganarse y permanecer en ese lugar. Entre los últimos se encontraba María, campeona invicta por más de cuatro semanas.

El grupo estaba liderado por Luca, quien además era considerado un galán: cabello rubio, ojos celestes (de los que se decía cambiaban de color según el estado climático), y rostro angelical de rasgos suaves que provocaba que todas las chicas se derritieran con solo una mirada. La mayoría de las alumnas morían por él, e incluso las profesoras querían tenerlo como yerno. Pero Luca ya estaba ocupado (situación que no le impedía coquetear con todas las chicas). Su novia era Niza, a quien, a pesar de estar pegados las veinticuatro horas del día, lograba distraer para galantear con otras. El tono de piel moreno perlado de Niza hipnotizaba a cualquiera, y se rumoraba que su origen era egipcio, pero ella nunca lo confirmó; como buena miembro de su grupo, guardaba su identidad con celosía y misterio.

Los demás miembros del grupo parecían clones imperfectos de Luca en materia de look, vestimenta, y modos de actuar; la única forma de diferenciarlos era por el color de su pelo. Los gemelos, Dante y Tobías, ambos de cabello rubio oscuro y ojos color miel, eran primos de Luca. Santiago, el miembro restante, se alejaba más de Luca con su cabello negro y su mal genio; con todo, tenía un aire misterioso que atraía la atención de la gente.

El club de los cinco, los clones, los chetos y otros, eran los sobrenombres que usaba Darla para referirse a ellos. Los detestaba. Si bien Mar del Plata es una ciudad turística y centro de inmigraciones por excelencia, la escuela a la que asistía Darla no recibía alumnos nuevos a menudo. Y ella sentía que la gente nueva rompía con la estabilidad y armonía de su entorno; no le gustaban los cambios. No obstante, esto no es suficiente para tomar una actitud tan negativa hacia alguien. Por sobre todo, Darla los odiaba por "seducir" a su mejor amiga. Y creía que la sedujeron porque no podía entender que una chica tan inteligente, tranquila y tan pegada a las tradiciones y la familia la hubiera cambiado para unirse a ellos; a ella, quien era como de su familia.

Para Darla asistir a clases era un sufrimiento. Era una alumna promedio, que destacaba solo en aquellas materias que más le gustaban o la entretenían; pero desde el día en que su amiga le diera la espalda, sentía que no disfrutaba de nada. Creía que aquello era un misterio, y no podría ocuparse de nada hasta que lo resolviera. Dejó de reír a carcajadas interrumpiendo clases, de organizar fiestas y eventos escolares, de hablar con todo mundo; de a poco se fue volviendo invisible. No veía razón ni propósito ya para asistir a la escuela. Nunca antes había estado deprimida, pero creía que su estado actual era lo más parecido. "En la adolescencia todo se siente más grave de lo que es", le dijeron una vez; pero para ella era muy real.

No obstante, no todo estaba perdido. Siempre hay, en cada colegio, ciertos personajes que hacen todo lo posible por pasar desapercibidos. En este caso, se trataba de Celina y Stella Maris. Estos dos personajes fuera de serie intentaban sacar a Darla de su pozo y entre las tres se animaban. Stella era mayor, casi cumplía diecinueve años. Luego de repetir primer año de secundaria, la dejaron seguir estudiando en el turno mañana porque su padre, el magnate de los sepelios, había contribuido con una importante suma para arreglar las instalaciones de gas. Esto pasó durante el verano, en pleno febrero, cuando los alumnos se encuentran rindiendo mesas de examen, y las clases nunca se suspendieron, por lo que sería imposible que esos arreglos se hubiesen llevado a cabo. Stella era rubia natural pero teñía su cabello de negro para no llamar la atención, lo que hacía resaltar sus ojos grandes y azules. En cambio, Celina era morocha, pero soñaba con ser colorada, así que también teñía su cabello; estaba tan obsesionada con ser pelirroja que se maquillaba pecas en la cara.




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