Guía Práctica para Convertirse en Cazadora

15. Elige tus compañeros con cuidado

Era la primera noche de María en la casa de Darla, luego de su separación. Aquella esperó a que Darla se durmiera para instalarse en su habitación, ya que sabía de sobra que no era bien recibida.

Como cada noche desde que empezaran los entrenamiento, Darla durmió profundamente, aún a pesar de la intrusión de María, pues el cansancio hizo mella en su cuerpo y en su mente. Sin embargo, durante la madrugada se despertó exaltada, sintió una extraña presencia y tuvo miedo de que vinieran a buscar venganza. Asustada y media dormida, se levantó de un saltó con intención de buscar ayuda; pero en el camino se tropezó con el cuerpo de María y cayó encima de ella, provocando un fuerte estruendo y los quejidos de la que dormía, que no advirtió el mismo peligro.

Esteban acudió de inmediato, alarmado por el ruido que hacían las chicas; Cristina llegó más tarde.

Esteban ayudó a Darla a ponerse en pie y a espabilarse. Ella estaba confundida y no sabía donde se encontraba.

—¡Hay alguien! —dijo asustada— ¡Alguien entró a la casa!

Cristina miró con incredulidad a Esteban y fue a abrazar a su hija y a María.

—No puede ser, la casa está protegida —afirmó Esteban, y se acercó a la ventana para mirar a la calle.

Los perros de los vecinos aullaban desesperados o atormentados. En la vereda de enfrente, había una figura negra que usaba sobretodo y sombrero, y parecía estar observando en dirección a la casa.

Esteban hizo una señal para que Darla se acercara a la ventana también. Y cuando Darla lo hizo, la figura empezó a moverse y se alejó. De a poco, la sensación de inseguridad en la chica se desvanecía, al mismo tiempo que los perros de alrededor dejaban de aullar. La figura negra desapareció de su vista.

—¡¿Qué pasa?! —preguntaba Cristina una y otra vez.

Darla miraba a Esteban en busca de respuestas.

—¿Y ese quién era? —le preguntó.

—Decímelo vos —contestó Esteban—. Vos lo sentiste, y por eso te despertaste exaltada.

—¿Que sentí qué? —Darla no podía asimilar lo que oía.

Esteban echó otro vistazo hacia afuera y, una vez que comprobó que no había peligro, llevó a Darla hasta la cama y la hizo sentarse. María y Cristina seguían a la expectativa desde el suelo.

—Dijiste que alguien entró a la casa, pero no había forma de que lo supieras si estabas durmiendo. —Empezó a explicar Esteban.—. Y te asustaste al no saber lo que te pasaba. Eso quiere decir que sentiste la presencia de algo o de alguien, y que este era peligroso. Los cazadores tienen la habilidad de percibir la presencia de sus enemigos cuando andan al acecho.

Darla se sacudió la cabeza para asimilar lo que oía. Nunca antes se sintió así, ni siquiera delante de Luca y compañía.

María la miraba ilusionada, como queriendo felicitarla por el don que había descubierto, pero no se animó a decir nada.

Esteban continuó con su explicación:

—No entiendo mucho sobre las habilidades extrasensoriales, pero sé que los cazadores pueden percibir a sus presas, generalmente con su olfato. Cada monstruo tiene su olor particular...

A Darla se le disparó el recuerdo de cuando Luca le advirtió sobre eso.

—En este caso —agregó Esteban—, hubiera sido casi imposible que lo olieras a esa distancia y con la ventana de por medio. Yo creo que hay otro sentido complementario para detectar a las bestias cuando el olfato no funciona. Como si supieras que alguien está cerca tuyo sin verlo ni escucharlo; pero estás segura de que es verdad. Hay algo que te puede ayudar a comprobar que lo que sentís es cierto: los animales se alteran cuando están en presencia de algo maligno. Por ejemplo, si hay un vampiro matando, los perros aúllan desesperados. Los animales domésticos son los más sensibles ante el peligro, y buscan la forma de avisar a sus dueños para protegerlos.

—Como cuando Félix atacó a Luca... —pensaba Darla en voz alta— Me estaba defendiendo. Y, si los perros se callaron cuando se alejó la sombra, entonces "eso" los provocó.

—¿Había un vampiro? —la interrumpió María, atemorizada.

Esteban miró a Darla invitándola a responder.

—¿Y cómo puedo saberlo? Solo sentí que estaba en peligro y quise buscarte para que me ayudaras. Pero... cuando lo vi ahí parado, supe que nos estaba probando, quería saber qué nos provocaba. Por eso nos miraba a los ojos cuando nos asomamos —concluyó reflexiva.

—Yo no le vi la cara —afirmó Esteban.

—Me estaba mirando a mí —repuso Darla un poco ida—. Sentí como si me mirara a mí.

—Esteban —dijo Cristina—, ¿estamos seguros?

—Sí —respondió él sin titubear—. Si creyese que podía entrar, lo habría hecho. Tal vez quiso tantear el terreno, saber a quién se enfrentaba.

Las tres mujeres sentían terror y las palabras de Esteban no las confortaban.

—Vienen por nosotras —dijo Darla a María, preocupada.

María se presionó más contra el cuerpo de Cristina, que nunca dejó de abrazarla.

—O tal vez por mí —reparó Esteban—. Cuando un cazador vuelve a la ciudad, las noticias corren rápido. Ahora vuelvan a dormir. Yo voy a quedarme vigilando en la puerta. —Luego se dirigió a Darla:—. Y vos, avisáme todo lo que sientas, pienses o sueñes —dijo y salió, para luego volver con una silla de la biblioteca y se quedó sentado al lado de la puerta de la habitación toda la noche.

Cristina ayudó a María a acostarse nuevamente y luego arropó a su hija como cuando era niña. Lejos de tranquilizarse, Darla seguía preocupada por la figura de la vereda de enfrente.

—Tratá de dormir un poco —le dijo Cristina con dulzura, antes de marcharse.

Pero, ¿cómo conciliar el sueño, sabiendo que sus enemigos rondaban su casa y podían reclamar su vida cuando les viniera la gana? Esteban podría enfrentarse a dos, o quizás tres vampiros a la vez, pero ¿si venían más? Darla aún no se sentía preparada para luchar contra sus enemigos.




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